La pornopolítica electoral
Los precandidatos de todo el espectro político exponen sus figuras, y ni siquiera los correligionarios de Miguel Uribe guardan una semana de duelo. El ‘show’ continúa

Demasiado temprano empezó el desfile de precandidatas y precandidatos por las pasarelas de los eventos gremiales, siendo la asamblea anual de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI)[1], celebrada en Cartagena de Indias, la más reciente. Allí estuvieron seis aspirantes: Claudia López, Roy Barreras, Mauricio Cárdenas, María Fernanda Cabal, Juan Daniel Oviedo y Enrique Peñalosa. Lo hicieron, más para exponer y lucir sus figuras que para presentar argumentos. Saben bien que asisten a un espectáculo de vanidades y perfiles antes que a un debate de ideas. Van a ganar aplausos y esperan que mañana se conviertan en votos.
Ellas y ellos se visten y preparan diligentemente para representar ese deplorable espectáculo que convierte a las campañas por la Presidencia y el Congreso en un escenario de pornopolítica electoral. Llegan con guiones más o menos prefabricados y memorizados, respuestas instantáneas y soluciones inmediatas a los más graves problemas nacionales. Incluso improvisan hasta airadas reacciones contra sus rivales de turno. Todo ello elaborado por los magos del marketing electoral, esos expertos en traficar con las necesidades, aspiraciones y sueños de millones de incautos electores. Porque todas y todos los precandidatos saben bien que sin el marketing electoral y la asesoría de esos taumaturgos no hay posibilidades de triunfar, y menos aún podrán alcanzar un aposento en la casa de Nariño, así sea en algún ministerio o Departamento Administrativo presidencial. Sin toda esa parafernalia, propia de la pornopolítica electoral, no hay paraíso presidencial. Lo sabe de sobra Vicky Dávila, que pasó de “periodista-periodista” a precandidata de revista y Gustavo Bolívar, de exitoso libretista a protagonista de la política nacional.
Cambio de escenario y ‘look’
Por eso algunos precandidatos en esa pasarela de la ANDI se apresuraron a despojarse de sus trajes luctuosos y graves, que lucieron en las honras fúnebres de Miguel Uribe Turbay, para vestirse alegre y tropicalmente a tono con la ocasión de la bella, calurosa y luminosa Cartagena. Desapareció el rictus de tristeza y la amargura de sus rostros para dar paso a sonrisas y miradas seductoras. Quedó atrás el escenario penumbroso de la política fúnebre y subieron al luminoso, frívolo, mentiroso y esperanzador escenario de la tramoya política electoral. Cambio vertiginoso de escenario y decorado. Al fin de cuentas, la política electoral es tan dinámica y se mueve tan rápido, que en cada escenario lo que importa es “verse y venderse bien”, como un prestidigitador y una diva capaz de integrar y sumar todo.
Tratar de no excluir nada, ni a nadie, sumar por ahora el mayor número de apoyos y luego, ya en los comicios definitivos, ganar con amplia mayoría. Aparecer y sobresalir como la más preparada y mejor precandidata para obtener la postulación a la Presidencia sobre los demás rivales del Centro Democrático, en el caso de la senadora María Fernanda Cabal, y sobre los otros numerosos precandidatos de los demás partidos, en nombre de los sin partido y solo con firmas ciudadanas, como aspira Claudia López, siguiendo el ejemplo de Álvaro Uribe en el 2002. Por su parte, los precandidatos se mostraron especialmente respetuosos y admiradores de ellas, de la firmeza cabal de María Fernanda y del coraje de Claudia López por sus investigaciones contra Uribe y la parapolítica. No vaya a ser que alguno de los precandidatos incurra en un desliz machista y misógino que le reste votos y seguidoras. No solo hay que ser, sino parecer políticamente correcto.
Entre candidatos atrapatodo y contra todos
Habrá, pues, una disputa intensa por ganarse la confianza de las variopintas audiencias de los diferentes gremios. Para ello los precandidatos y precandidatas modularán sus discursos teniendo en cuenta los intereses y expectativas de dichos gremios. Por eso oscilarán entre llamados a la fuerza y el orden con nuevos Bloques de Búsqueda contra la delincuencia, pero también promoverán la integración y cohesión social, reformas sociales inaplazables, en fin, un discurso atrapatodo, adobado de transparencia, meritocracia y lucha contra la corrupción. Discurso con el cual algunos candidatos han ganado anteriores elecciones.
Pero esa fórmula atrapatodo hoy pone en aprietos a todos los candidatos. Hemos llegado a un punto en que millones ya no comen más cuento y su confianza en la cacareada estabilidad de las instituciones está haciendo agua. Entonces aparecerán “anti-candidatos”, más allá del bien y del mal, otros apelarán al llamado “sentido común” contra tanta demagogia y el peligro de los espejismos ideológicos, para promover la sensatez de un centro imaginario bien intencionado que todavía cree en la democracia y ve posible la reconciliación nacional. Pero esas candidaturas del centro serán fustigadas desde las extremas por tibias y las señalarán de ser responsables del caos. Irrumpirán candidatos de extrema derecha inspirados en Bukele y Milei, que levantarán las banderas de la seguridad, la autoridad, el orden y la libertad con las cuales defenderán rabiosamente el statu quo como el mejor de los mundos posibles, “construir sobre lo construido” y buscarán el apoyo de su máximo líder, el gánster imperial del norte, condenado por 34 cargos criminales[2].
Llegados a este punto, la pornopolítica electoral alcanzará su máximo esplendor, pues en medio de las campañas todos y todas las candidatas correrán el riesgo de quedar desnudos frente a los ataques y destapes de sus contrarios, que intentarán mostrarnos sin pudor las debilidades, esperpénticos cuerpos, vergonzosas intimidades y demagógicos discursos de sus adversarios, al tiempo que se esforzarán por ocultar y excusar los propios para ganar las elecciones. Proliferarán las bodegas. Las redes sociales es probable que colapsen por tanta inmundicia. La IA nos divertirá y los cines entrarán en crisis. Será una temporada muy divertida, que tendrá como cierre el mundial de fútbol, simultáneo con la segunda vuelta presidencial. Quizá hasta haya que aplazarla si la selección colombiana juega la final, pues los dos candidatos querrán respaldarla y viajar a celebrar como propia su victoria. En elecciones todo es posible, basta con votar. Pero, ¿saldrá la gente a votar en medio del mundial, así no lo dispute Colombia?
La pornopolítica electoral de siempre
Volviendo a la realidad, esa pornopolítica electoral siempre ha estado presente en pasados comicios, aunque nuestra frágil memoria tienda a olvidarlo y en medio del fragor de las campañas no se diera crédito a muchas denuncias y alertas contra algún candidato, pues se atribuían a la maledicencia y las calumnias de los adversarios, que ya se sentían derrotados. Tal la confidencia que en la campaña del 2002 realizó la candidata conservadora Noemí Sanín al contarle en privado a “Enrique V. Iglesias el entonces presidente del Banco Interamericano de Desarrollo que “si Álvaro Uribe gana la Presidencia de la República es como si la ganara Carlos Castaño”[3]. Pero la mayor controversia se presentó durante la campaña de 1994 entre Ernesto Samper y Andrés Pastrana a raíz del famoso narcocasete que luego desencadenó el proceso 8.000. De nuevo, el 23 de febrero de 2005 en un foro sobre la “Sostenibilidad de la política de seguridad democrática”, Andrés Pastrana cuestionó críticamente el proceso de paz con las Autodefensas liderado por el presidente Uribe. Entonces, Pastrana le dijo de frente: “Que el paramilitarismo, con sus dineros, sus armas y sus comodines políticos puede inclinar la balanza electoral, es un hecho notorio. La pregunta, entonces, bajo tales supuestos, es si es lícito negociar con tal poder electoral mientras la cabeza negociadora está en trance electoral”, y concluía: “Mientras proceso de paz, poder político paramilitar y elecciones no se deslinden, se cierra el espacio a la generosidad necesaria que se requiere para sanar heridas. Y se abre el espacio a la suspicacia, riesgo al que no se puede exponer la democracia representativa”. Por los resultados de esas elecciones y las numerosas condenas por la parapolítica[4], toda la razón le asistía al expresidente Pastrana. Desde entonces la pornopolítica electoral ha predominado, pues no han faltado los escándalos de poderes de facto definiendo los ganadores a la presidencia de la República: Santos con Odebrecht en 2014 y posterior condena a cinco años de cárcel a Roberto Prieto, su gerente de campaña “con el argumento de que los recursos se necesitaban para cubrir ‘huecos’ financieros de la campaña política de Santos-Presidente” [5]. Duque con la penumbrosa Ñeñepolítica [6] y sus vasos comunicantes con el narcotráfico, que el diligente y brillante fiscal Francisco Barbosa, el “mejor preparado de toda su generación”[7], no pudo adelantar y sus colaboradores archivaron. Y hoy estamos a la espera del cierre de la investigación del Consejo Nacional Electoral sobre la supuesta violación de los topes en la financiación de la campaña presidencial de Gustavo Petro.
¿Cuál democracia?
Quedan, pues, pocos motivos y menos razones para seguir elogiando y defendiendo la “estabilidad institucional” de esta tétrica y ejemplar “democracia” de farándula, por la que hoy desfilan muchos comediantes, impostores y negociantes. Una “democracia” necropolítica que ha cobrado en forma violenta e implacable la vida de auténticos líderes en la izquierda, centro y derecha del espectro político, sin que hoy sus correligionarios sean siquiera capaces de guardar una semana de duelo a la memoria del senador y precandidato presidencial del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay. Porque lo imprescindible es que el show continúe, que se celebren elecciones ininterrumpidas para seguir proclamando que Colombia es la “democracia más estable y profunda de América Latina”. Estable en su violencia política, en magnicidios de candidatos presidenciales, tres candidatos en nueve meses (agosto 1989 -abril 1990), y en cavar profundas fosas comunes, sin que podamos contar el número de víctimas anónimas sepultadas en ellas, pero sí contar periódicamente el número de votos depositados en las urnas, que es lo único que importa y necesitan quienes ganan y dicen que nos gobiernan democráticamente.
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