Los vecinos del estadio Azteca vs. el Mundial 2026: “Se enriquecen a nuestra costa”
La fiebre inmobiliaria en colonias del sur de la capital mexicana acelera la transformación de los barrios ante la Copa del Mundo de Fútbol del próximo año y molesta a sus residentes por desplazamientos, construcciones irregulares y escasez de agua

En Santa Úrsula Coapa, el sonido más constante ya no es el de los gritos, porras y chiflidos desde el Estadio, sino el de las excavadoras. Las colonias que rodean al Estadio Azteca —Santa Úrsula, Huipulco, Pedregal de Carrasco— viven una fiebre de construcciones acelerada que muchos vecinos atribuyen al efecto del Mundial de Fútbol 2026. Ciudad de México será una de las tres sedes mexicanas del torneo junto con Monterrey y Guadalajara, y en el sur de la capital ya se siente la presión de la gentrificación y la plusvalía mundialista, en una zona que históricamente ha sufrido la escasez de agua, inseguridad y “el abandono de las autoridades”, según denuncian sus habitantes.
Natalia Lara, de 33 años, ha vivido siempre en Santa Úrsula Coapa. Describe la zona como “una colonia popular, de gente trabajadora (...) En las calles, temprano, se instalan los carritos de café y los puestos de tamales para la gente que sale a trabajar. Muchos aquí son obreros o comerciantes”. En esencia, es un barrio común capitalino, pero con un histórico estadio. El Azteca —ahora llamado Estadio Banorte—, el más grande de México y el séptimo del mundo, se convertirá en junio próximo en el único recinto del mundo en haber albergado tres inauguraciones de la máxima competición del fútbol. Escenario también de conciertos y eventos masivos, con capacidad para 83.000 personas, marca el ritmo del barrio desde hace más de medio siglo. “El coloso de Santa Úrsula le llaman. Pero a Santa Úrsula no le beneficia en nada. Aquí no tenemos ni espacios deportivos dignos y quedamos secuestrados cada vez que hay evento”, denuncia Rubén Almazán, vecino de la zona.

En el último año, los residentes comenzaron a percibir transformaciones. “Hay una construcción nueva prácticamente en cada calle, pero la mayoría no tiene permisos ni avisos vecinales. Aun así, ya se publicitan en internet”, cuenta Natalia. “En muchas publicaciones dicen: ‘Aprovecha la plusvalía que traerá el Mundial’. Eso deja claro que quieren transformar las colonias a la fuerza”. En los portales de compra y renta donde se anuncian en línea, los departamentos se ofertan por casi cuatro millones de pesos y el alquiler alcanza hasta los 20.000. El doble que antes.
Solo hace falta un breve recorrido por las calles para notar los contrastes. Las obras de proyectos habitacionales “de lujo” de cinco niveles, con roof garden, estacionamiento y áreas de juegos infantiles, rebasan las casas de autoconstrucción que no superan los tres pisos. “Estos terrenos los compraron en dos millones de pesos. Luego construyen departamentos que venden a ese precio cada uno”, denuncia Natalia.



Norma Piñón, de 53 años, es en sus propias palabras una de las más afectadas por el bum constructor. Su familia fundó la colonia antes de que existiera el estadio. Hace unos meses, una inmobiliaria compró el terreno contiguo. “Pensamos que iban a construir otra casa, pero resultó ser un edificio de ocho niveles con 21 departamentos. Se nota que tienen prisa, trabajan desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche”, relata. A Norma y su familia les preocupa el ruido, el polvo y, sobre todo, el futuro de la colonia.
En las fachadas todavía se leen letreros de “se renta cuarto”, pero también anuncios que ofrecen vistas al Estadio Azteca. Alejandro, de 36 años, vivió los estragos en carne propia. Rentó una habitación a dos cuadras del estadio por más de tres años, hasta que los caseros vieron una oportunidad. “De un día para el otro, los dueños nos subieron la renta de 4.000 a 8.000 pesos. No podía hacer nada porque no tenía contrato”, relata. Cuando la presión y el precio se volvieron insostenibles, decidió mudarse. “Fue en medio de amenazas con la violencia ya conocida aquí, pero uno como vecino se siente intocable. Hasta que ya no lo eres”, lamenta. Alejandro ha visto que ahora el hogar donde vivía está en remodelación: “Se va a convertir en un Airbnb para el mundial”, asegura.
Gentrificación y fútbol
Luis Alberto Salinas, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que grandes eventos deportivos como el Mundial “traen consigo transformaciones urbanas”. Sin embargo, considera que las problemáticas que señalan los vecinos no corresponden solo al campeonato. “En Santa Úrsula, hay una aceleración de la dinámica inmobiliaria, pero no empezó por el Mundial: el evento solo la hace más visible”, apunta. Según el geógrafo, la participación activa del Gobierno y del sector privado impulsa inversiones y especulación inmobiliaria. “Los propietarios pueden hacer lo que quieran: subir la renta, desalojar, pasar a estancias cortas. No hay regulación real”, denuncia. “El Mundial no crea la gentrificación, pero puede servir de pretexto para acelerar los desalojos y los cambios en el mercado de vivienda”. Asegura que las plataformas de hospedaje como Airbnb ya están ajustando su estrategia para el evento. “Pareciera que todo está bloqueado para liberar los espacios semanas antes del torneo y subir los precios”, comenta.

De acuerdo con datos de la empresa, Airbnb estima alojar a 380.000 huéspedes durante la Copa del Mundo y generar un impacto económico de 3.600 millones de dólares en las ciudades anfitrionas, repartidas también en Estados Unidos y Canadá. En México, la derrama sería de 558 millones, una cifra que entusiasma a los sectores turísticos, pero que para los vecinos suena más a amenaza que a oportunidad.
El Bando 1, la estrategia del Gobierno capitalino para regular las zonas gentrificadas, no contempla barrios populares como Santa Úrsula. Para Salinas, el plan es “un conjunto de buenas intenciones sin fuerza jurídica”. El pasado mes de agosto, se reportaron distintos desalojos en zonas céntricas y tensionadas por la gentrificación. Entonces, los afectados apuntaban al Mundial como una causa del movimiento inmobiliario. Por su parte, la Federación Mexicana de Fútbol (Femexfut) anunciaba en sus primeras estimaciones que el aumento de la actividad económica dejará ingresos por 3.000 millones de dólares. La Femexfut calcula que unos 5,5 millones de turistas adicionales visitarán el país durante el torneo.

El sociólogo del deporte Samuel Martínez, de la Universidad Iberoamericana, pide más cautela al señalar los efectos. Matiza que el impacto será más mediático que estructural. “El Mundial de 2026 no es un megaevento deportivo, pues solo hay cinco partidos en la ciudad. No habrá grandes obras públicas porque la infraestructura ya está construida. Lo que veremos serán cambios cosméticos: pintura, baches, transporte, ciclovías. Los verdaderos beneficios serán privados, para Televisa y la FIFA”. Para Martínez, “hablar de gentrificación por el Mundial es exagerado”, pero reconoce que “los efectos se sentirán más por la remodelación del estadio que por el evento mismo”. En su lectura, el Gobierno mexicano está usando la Copa “como una plataforma de comunicación y no como un proyecto de desarrollo urbano”.
Los Mundiales suelen empaparse de polémicas y desacuerdos entre la población. Este torneo es el primero que se organiza con el esquema de tres países, por lo que las responsabilidades y los costos no recaen sobre un solo anfitrión. En el Mundial de Brasil 2014, el último disputado en América Latina, los preparativos se vieron empañados por retrasos en las obras y protestas de varios sectores de la sociedad brasileña, que cuestionaron al gobierno el gasto en la organización, que superó los 10.600 millones de dólares.

“Fue el Mundial de los desplazados”, apunta Salinas. Y Martínez coincide: “En México se desplazará momentáneamente a los comerciantes, personas sin hogar y la prostitución en la zona, igual que en Brasil. Después, todo vuelve a la normalidad”. Los comerciantes de las afueras del Estadio Azteca también están en incertidumbre, pues saben que serán reubicados, pero no cuándo ni a dónde. “No vendemos ni la mitad que antes de que comenzara la remodelación”, asegura Javier, desde su puesto ambulante de playeras y mercancía de equipos mexicanos.
Otra preocupación en los Pedregales se cierne sobre los servicios básicos como el agua. Desde hace más de una década, las familias del pueblo originario de Santa Úrsula y otros barrios de la alcaldía Coyoacán reclaman que se garantice el suministro en sus casas, que sale a veces como un hilito, opaca o con arena. Organizados a través de la Cooperativa Acción Comunitaria, han descubierto que uno de los pozos pertenece desde 2019 a Televisa, propietaria del estadio, y han comenzado a luchar por su expropiación. En el documento, al que tuvo acceso EL PAÍS, el Gobierno concede al Estadio 450.000 metros cúbicos de agua anuales, suficientes para surtir a la colonia durante un mes. “¡Agua para el pueblo, no para Televisa!”, es una de sus consignas.

En mayo del año pasado, arrancaron las obras de remodelación del recinto. “Desde que iniciaron, tenemos menos agua todavía”, denuncia Rubén. “Ellos tienen concesiones que nosotros no tenemos. Con ese agua, riegan los pastos. Se enriquecen a nuestra costa”, añade.
Han recurrido a las autoridades capitalinas para pedir soluciones, recalcan. Asisten a audiencias, reúnen documentos y organizan asambleas. “Un funcionario me dijo, ‘¿de qué se preocupa? Ustedes pueden vender refrescos y aguas y pueden cuidar coches’. Eso no se vale. Es una burla”, reprocha Rubén. Sus vecinos no están pidiendo milagros, sino que las autoridades planifiquen bien, que piensen dónde van a meter a tanta gente y cómo van a manejar el agua y el tráfico. “No nos oponemos al desarrollo, pero defendemos nuestro territorio”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma












































