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La lucha libre mexicana se sube al ring de la gentrificación

El deporte, un entretenimiento que nació en barrios populares de Ciudad de México, se ha convertido en un punto de interés turístico y cultural de alcance global

El luchador Fuego en la Arena México, el 26 de agosto del 2025.
Verónica M. Garrido

En un martes en la Arena México, pelean —de dos a tres caídas— dos realidades distintas. En las primeras filas, donde se concentran los turistas, los teléfonos se levantan para seguir el vuelo de los luchadores y las hazañas se comentan en inglés, francés o japonés, mientras que en las gradas llueven los insultos, piropos y abucheos propios de los aficionados locales y conocedores. La escena refleja algo que ha cambiado recientemente: la lucha libre, un entretenimiento que nació en los barrios populares de Ciudad de México, se ha convertido en un atractivo turístico y cultural de alcance global. El golpe de fama del último año ha atraído a un público más diverso, aumentado las ganancias y transformado la forma de pelear, pero también ha incrementado los precios y desplazado a sus seguidores habituales. Este espectáculo, así como la vivienda, los barrios y algunas otras atracciones, lucha contra la gentrificación de la capital.

Rodolfo Hernández atiende la taquería estratégicamente ubicada frente al recinto en la colonia Doctores: “Esto es la locura. Antes venía la gente de siempre y ahora llegan extranjeros, famosos o personas importantes con guardaespaldas”, describe con emoción el hombre de 63 años, que ha dado cuenta de la popularidad del deporte en sus ingresos. Fuera de su negocio se estaciona Turiluchas, el autobús de dos pisos en el que llegan los foráneos a los que se refiere Hernández: bajan europeos, asiáticos y norteamericanos enmascarados. Entre fotos, el guía los introduce al arte de los gritos y chiflidos y les pide hacer una elección que no hay que tomarse a la ligera: “¿Técnicos o rudos?”.

El Consejo Mexicano de Lucha Libre (CMLL) consiguió hace siete años que se declarara a su deporte como patrimonio cultural intangible de la Ciudad de México, lo que favoreció su integración a los circuitos turísticos. Ernesto Ocampo, editor en jefe del portal especializado Superluchas, explica que la lucha libre surgió como un entretenimiento para las clases bajas en colonias donde no había cines o teatros, pero asegura que hoy en día es reconocida como un emblema mexicano “al nivel del mariachi o el tequila”.

Turistas observan máscaras afuera de la Arena Ciudad de México.

Entre la multitud que circula a las afueras de la Arena, aparecen Francisco y David, recién llegados desde Valencia y Madrid, respectivamente. Se proclaman “mexicanos de esos, como Chavela Vargas, que nacen donde se les da la rechingada gana”. Reconocen que no les atrae del todo este deporte, pero tomaron el tour porque fueron advertidos de que no podían irse de la capital sin vivirlo. “Es algo que es muy distinto a otros sitios del mundo”, afirma el madrileño.

Pero el entusiasmo tiene otra cara de la moneda. Ulises Torres, especialista en estudios sociales de la UNAM, advierte que la lucha libre atraviesa un proceso de gentrificación cultural. “Esto implica la apropiación de diseños y máscaras y la transformación de los espacios donde se realizan las funciones”, señala. Coincide con él José Ángel Garfías, profesor investigador de la UNAM especializado en industrias del entretenimiento: “Los precios de las entradas han subido hasta 50% en algunos casos, los servicios premium se multiplican y se pierde la interacción con el público, que era parte esencial del ambiente”, explica.

Para ambos, el fenómeno desplaza a los aficionados originales, que ven cómo su pasatiempo se encarece y se aleja. Torres traza un paralelismo con otros deportes como el boxeo, que dejó los gimnasios de barrio para convertirse en una industria con sede en Las Vegas, el béisbol, cada vez más restringido por el costo de las entradas, y el fútbol, cuya transmisión se concentra en plataformas de paga.

Portando máscara y capa, Edmundo da cuenta de la gentrificación que describen los analistas mientras se queja de los precios antes de entrar a la función. “Era un deporte de la clase obrera que estaba ninguneado y ahora que está de moda ya cuesta trabajo venir”, dice, acompañado de su hijo Javier de 6 años, a quien ha inculcado el amor por la lucha libre como lo hizo su padre con él cuando era niño. Edmundo cree que el auge puede ser positivo, pero espera que no se convierta en un privilegio. “Quiero seguir trayendo a mi hijo”, admite.

El público en la Arena México.

Los boletos para una función en la Arena México varían según la ubicación: desde 150 pesos en las gradas más altas hasta más de 800 en las primeras filas. En fechas especiales pueden duplicarse y alcanzar los 1.500. En la Arena Coliseo, la hermana menor, los precios se mantienen más bajos. Una entrada oscila entre los 100 y los 400 pesos. La experiencia Turiluchas, que incluye el viaje y convivencia con un luchador, va de los 700 a los 1.600 pesos, dependiendo el evento.

El boom actual, según Ocampo, se explica por una combinación de factores. La viralización en redes sociales ha acercado las máscaras a nuevas audiencias, sobre todo a los jóvenes. Desde el CMLL aseguran que la afluencia es fruto de un trabajo en conjunto desde hace años. “Son fenómenos cíclicos y no podemos negar el poder de convocatoria que tiene Místico, aunado con las alianzas que tenemos con países como Estados Unidos, Japón e Inglaterra”, explica la encargada de prensa. Un ejemplo es el evento del próximo 25 de septiembre en el que el CMLL presentará una función especial en colaboración con Pokémon, una estrategia para atraer al público extranjero.

Además de a los turistas, la fiebre de las luchas ha contagiado a otros estratos sociales y los luchadores han notado ese cambio. Máscara Dorada ha sido objeto de crítica en los últimos días tras sus declaraciones sobre el público que ahora incluye a sectores más acomodados. “Ya viene gente que no venía antes, ves a gente en primera fila con una buena apariencia, se ve que la lucha libre está impactando y les está gustando”, ha dicho en una entrevista. “Máscara clasista”, han comentado los usuarios en las redes sociales.

Una turista de Vancouver usa una máscara de luchadora, dentro de la Arena México.

Más allá del estilo, la magia de la lucha libre ha estado por más de 90 años en las historias. Detrás de las máscaras hay hombres y mujeres que parten desde abajo, entrenan, se sobreponen a las caídas y alcanzan alturas inesperadas. Garfias explica que los aficionados se reconocen en los luchadores porque encarnan la lucha contra lo imposible y el anhelo de superación tan arraigado en la cultura mexicana. “El Santo y Blue Demon crearon el cine mexicano de luchadores y construyeron una imagen de superhéroes reales y accesibles, a los que sus seguidores podían ver cuando iban los domingos al ring”, describe el experto.

Pero esos días quedaron atrás y ahora la lucha libre es un negocio internacional. En el análisis de Garfias, la AAA —la otra gran promoción dentro de la industria mexicana— ya está “completamente gentrificada”, mientras el Consejo avanza con más cautela ente el acecho del mercado. El pasado abril, la World Wrestling Entertainment (WWE) de Estados Unidos, la compañía más grande de lucha libre del mundo, absorbió a la AAA y, según los expertos, estaría interesada en comprar también al CMLL. “Cuando llegan otras manos que no entienden la lucha libre, hay cambios profundos”, dice el investigador.

Garfias reconoce el efecto positivo en lo monetario: Hay más derrama económica, mejores sueldos para los luchadores y mayor visibilidad. Los comerciantes a las afueras de la Arena México coinciden y ven con buenos ojos la llegada de turistas, pues sus ganancias se han disparado.

Los extranjeros y los aficionados de siempre dibujan el nuevo rostro de la lucha libre mexicana, mientras se mezclan las emociones, las micheladas y los idiomas. Algunos celebran que el deporte alcance un nuevo estatus cultural, mientras otros se quejan de la pérdida de autenticidad. Torres afirma que no se trata de una pelea de buenos y malos —o técnicos contra rudos—, pero hace un llamado a conservar la tradición popular.

Asistentes a las luchas de la Arena México.

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Sobre la firma

Verónica M. Garrido
Periodista de EL PAÍS México. Antes estuvo en la sección de Ciencia, Salud y Tecnología. Graduada en Comunicación Social por la UAM-Xochimilco y Máster de Periodismo UAM-El País. Escribe ocasionalmente sobre deportes y en los tiempos libres disfruta haciendo fotografías.
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