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ESTAR SIN ESTAR
Tribuna
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Descortesías

La moraleja de toda esta distracción es que los soliloquios y algunos mamotretos que se publican sin confirmación o verificación son no más que presidencial papiro para papalotes y necios

Jorge F. Hernández

Siguiendo sugerencia soberbia del supremo soberano, supongamos en lo sucesivo que siga sosteniendo —sin sustento suficiente— sus seniles sueños y sus sentidas sílabas… Señoras y señores, supongamos que su Serenísima merece seriedad y sí, definitivamente sí: Hernán Cortés mintió y todo el rollazo de los sacrificios humanos en el México prehispánico es un bulo que el Conquistador apuntaló con la ayuda de tlacuilos sicofantes (Fisgonapixtli, entre otros) de la llamada Primera Transformación para la elaboración de códices o cómics que plasmaran escenas sangrientas en rollos de amate.

Cortés no solo se imaginó corazones palpitantes en manos tatuadas de sacerdotes del sindicato nacional de maestros (sección Xochimilco), sino también inventó eso que llamamos pirámides. Nostálgico del Coliseo de Roma (que jamás vieron sus ojos) y queriendo superar en tallo a la Giralda de Sevilla, Cortés encargó a su primo Alonso García Bravo las monumentales torres o cúes tendientes a ser polígonos irregulares que más o menos clonaran los triángulos de Egipto (que ninguno de los dos conocía) y de allí asciende la Grandeza (título con el que Su Señor titula el opúsculo donde asienta sus revelaciones). Según Jesusa la jesuítica (en segunda acepción del adjetivo), Cortés celebró el parto de las grandezas con unas carnitas (bufete para el que mintió sobre la inexistencia de cerdos en el Valle de Anáhuac) y pasándose a todos los informantes de fray Bernardino de Sahagún por el Arco de su Triunfo (otra falacia del barbudo) se inventó el pulque con restos del último barril de vino que naufragó en aguas del Golfo de México (ahora reinventado por otro demente).

Miente D. Hernán cuando le cantó el primer bolero a la Malinche, cuando confió a Bernal Díaz del Castillo la legitimidad de la mordida como modernísimo recurso contable y administrativo y mintió en la tercera Carta de Relación cuando le aseguró al rey de España que el tipo de cambio en Mesoamérica era fijado por un infalible consejo de ancianos chichimecas y que el turismo con intérpretes locales no tenía relación alguna (valga la redundancia) con el crimen organizado de tlaxcaltecas o cholultecas. También mintió al mandar pintar el lienzo como mapa del camino a las Hibueras, donde trazó con su dedo la Autopista del Sol (inaugurada casi cinco siglos después de su época).

Es absolutamente falso que el mal-llamado pueblo Azteca (Mexicas, hijos del Sol) desconociera a los caballos, pues a la llegada de los sudorosos compañeros de Cortés ya existía la porra popular del equipo de futbol Atlante (que siempre jugó de caderita) y es mentira profunda la leyenda de que mandara quemarle los pies al valiente Cuauhtémoc (por restos arqueológicos que confirman el severo caso de pie de atleta que sufría desde’endenantes el monarca azteca) y no es enteramente cierto que Cortés prefigurara la estación del Metro Balderas o el estadio Azteca.

Lo que no es mentira es que al término de las crueles batallas de la Conquista (consumada un día de San Hipólito) empezaron a aparecer condenas y consignas acusatorias en los muros encalados de la casa de Cortés en Coyoacán, Es el nacimiento del grafiti en lo que ahora llamamos México y consta que no pocos conquistadores aprovechaban la madrugada para reclamarle al otrora Capitán General incuestionable su parte del botín, sus honorarios comprometidos desde el inicio de la empresa conquistadora. Dicen que el ya declarado Marqués Cortés mandaba borrar los insultos y reclamos con brochazos de cal blanca como quien abusa del viejo corrector que usaban las primeras secretarias de la antigua burocracia para sus originales en máquina de escribir (otro invento cortesiano).

Es totalmente cierto (y profético) que —ya harto Cortés de las pintas en su barda— salió él mismo brocha en mano y trazó la siguientes sentencia: “Pared blanca, papel de necios” que recoge Bernal Díaz en su Historia Verdadera (también recientemente acusada de mentira por un historiador francés con alma de novelista). La moraleja de toda esta distracción es que los soliloquios en el manicomio, las discusiones imbéciles en sobremesas de cantinas, las redes sociales todas… e incluso, algunos mamotretos que se publican por el Planeta sin confirmación o verificación de sus párrafos, son no más que Pared blanca; es decir, presidencial papiro para papalotes y pendejos… papel de necios.

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Sobre la firma

Jorge F. Hernández
Autor de libros de cuentos y de las novelas 'La Emperatriz de Lavapiés', 'Réquiem para un Ángel', 'Un bosque flotante', 'Cochabamba' y 'Alicia nunca miente'. Ha publicado artículos sobre la historia de México y ha sido colaborador de las revistas 'Vuelta' de Octavio Paz y 'Cambio' de Gabriel García Márquez. Es columnista de EL PAÍS desde 2013.
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