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VOX

Vox agita los barrios vulnerables: “Intentan crear otro Torre Pacheco”

Varias localidades de Cataluña han vivido estallidos contra la inmigración en el último año. El partido ‘ultra’ trata de sacar rédito al malestar

Jóvenes esperan la llegada de Ignacio Garriga a Polinyà tras los incidentes en el pueblo.

Ignacio Garriga llega el pasado 16 de julio a la plaça de la vila de Polinyà, un municipio de Barcelona de 20.000 habitantes rodeado por una muralla de naves industriales, cuando el sol aún cae a plomo sobre el asfalto. Va demasiado arreglado para este calor (camisa blanca, jeans ceñidos, mocasines de piel marrón oscuro), pero es verdad que tampoco va a estar ahí mucho rato. Antes de saludar a los militantes locales y de someterse a una ronda de selfies con una sonrisa tan impecable como su ropa, el líder de Vox en Cataluña aplaude la valentía del pueblo de Polinyà, puesto en pie frente al “terror”. Le escuchan menos de un centenar de personas.

Garriga aterriza en Polinyà tres días después de unos incidentes ocurridos durante la fiesta mayor. Lo que pasó, según los atestados policiales, es que medio centenar de personas increparon y trataron de agredir a unos jóvenes que habían cometido robos con violencia. Ocurrió la noche del viernes, tras el espectáculo de humor No somos Estopa, de David Fernández y José Corbacho, y también la del domingo; en ambos casos, la policía detuvo a los ladrones y contuvo, aunque con dificultades, el ímpetu de revancha de los vecinos. Para el diputado de Vox, lo acontecido fue una suerte de levantamiento popular para frenar a “un grupo de marroquíes que sembraron el terror en las calles”. Los detenidos, aunque de origen magrebí, son españoles.

Ignacio Garriga comparece ante la prensa en la plaça de la vila de Polinyà.

En Cataluña, Vox puso en marcha en 2021 la campaña “barrios seguros”. El partido ha estado agitando las zonas con más problemas (bajo nivel económico, conflictos vecinales, altos índices de inmigración) como una mecha en busca de llama. En el último año, los estallidos de indignación y malestar se han sucedido en diferentes puntos de la geografía catalana. Los análisis de los Mossos d’Esquadra sobre el fenómeno coinciden en que esos episodios se producen en barrios “humildes, tensionados”, con un poso de descontento social, donde la llama prende con facilidad. “Puede empezar con cualquier cosa: un encontronazo personal, un robo…”, explican fuentes policiales. A partir de ahí, los incidentes escalan y se expanden, a veces con terceros “que se suman a la fiesta”, hasta que llega la capitalización por parte de partidos de extrema derecha; en el caso de Cataluña, Vox pero también Aliança Catalana, la ultraderecha independentista.

Polinyà es una pequeña muestra de esa conducta. Con el incendio ya sofocado, Garriga caldea los ánimos. Exagera o falsea hechos. La policía, dice, “neutralizó numerosos robos con violencia” (fueron dos) e impidió “un intento de agresión sexual a una joven” (al ayuntamiento no le consta que eso pasara). No parece temer que se repitan incidentes como los de Torre Pacheco (Murcia), más bien al contrario. “Lo que pasó en Torre Pacheco, en Sabadell, en Salt, en Mataró, aquí en Polinyà, y lo que irá pasando en muchos barrios, es que los españoles están hartos de que los políticos hayan importado delincuentes”. Aplausos. Gritos de ‘presidente, presidente’. Y adiós.

“Hay fuego y hay gente que tira gasolina”

“Pues hemos tenido menos incidentes que otros años… Por suerte, aquí casi nunca pasa nada”, cuenta Javi Silva, alcalde de Polinyà por el PSC desde hace 10 años. “Han querido magnificar lo ocurrido y han intentado crear otro Torre Pacheco. Aquí no lo van a conseguir, porque no hay poso, pero lo van a intentar todo el verano”, dice Silva, quien, como muchos alcaldes, intenta combatir la estrategia de Vox de calentar los barrios bajando a la calle a hablar con los vecinos, también con los que han venido a aplaudir a Garriga.

Davinia (42 años) dice que vive “acojonada”. Su hija, de 16 años, le ha pedido que le acompañe en las fiestas por miedo. “Hay más robos, más violaciones, más drogas”, dice. Lo atribuye a los marroquíes, igual que Salvador (46 años, conductor de camiones), que pide su expulsión y lamenta que vaya a haber más episodios como Torre Pacheco, y que acaben “pagando justos por pecadores”. A los cinco minutos de conversación con ellos y otros vecinos, sin embargo, emergen razones más profundas para el agravio: trabajar más horas, cobrar lo mismo, pagar impuestos, vivir peor.

Vecinos junto a una tienda de alimentación en Vila en Polinyà (Barcelona).

El malestar está ahí. Y Vox señala a un chivo expiatorio (el extranjero delincuente) en un frente común con otros grupos de ultraderecha. Como la plataforma Deport Them Now (’Deportadlos Aahora’), liderada por Christian Lupiáñez, que llamó a “cazar inmigrantes” en Torre Pacheco. En prisión provisional por incitar actos de violencia, Lupiáñez, de 29 años, participó en mayo en una manifestación convocada por un concejal de Vox en otro barrio vulnerable, Cerdanyola (Mataró).

“Hay fuego, hay gente que tira gasolina y no tenemos agua para apagarlo”, añade otra fuente policial sobre un caldo de cultivo que convierte esos lugares en potenciales torrepachecos. La “chispa” es imprevisible y mantiene en alerta a la policía. Hace un tiempo, este tipo de conflictos “podían pasar desapercibidos”, pero se produce un efecto “mimético” que acaba provocando un goteo de casos, como augura Vox. “Esto se va a reproducir en muchos barrios. Y no es culpa de las víctimas, sino de los políticos”, proclama Garriga.

Después de Torre Pacheco, y la sucesión de conflictos en Cataluña, los Mossos d’Esquadra están en máxima alerta. Desde hace años, la policía catalana estudia los motivos que subyacen en el malestar que puede acabar en conflictividad en la calle. Sus análisis cruzan incidentes policiales con indicadores socioeconómicos, para afinar la mirada y poder intervenir antes de que el conflicto estalle. Con el elemento añadido de que el verano y el calor lleva a más personas a socializar en la calle, sobre todo en aquellos barrios donde sus residentes no pueden permitirse unas vacaciones fuera. La posibilidad de que se produzcan rifirrafes que se transformen en la temida “chispa” aumenta.

Dvd 1257
Sabadell, 17/07/2025 
Reportaje auge extrema derecha en Cataluña. Pintadas xenofobas en Sabadell.
Foto: Gianluca Battista

La okupación, fuente de malestar

A siete kilómetros de Polinyà, en el cinturón industrial del Vallès, está Sabadell (216.000 habitantes). Los pasados 2 y 3 de julio sobrevoló el fantasma de un Torre Pacheco antes de Torre Pacheco. La mecha fue, en este caso, una fuente recurrente de malestar: la okupación. Tras ser convocados por redes sociales, un centenar de vecinos se concentraron en la calle contra la okupación de dos locales, en Les Termes y Creu de Barberà, barrios con un elevado porcentaje de población extranjera y tensiones de convivencia. Los disturbios, en los que trataron de agredir a los okupas, se saldaron con un menor herido, un herido grave por arma blanca y otros dos lesionados. Algunos participantes se filmaron esas noches por el barrio lanzando consignas contra los extranjeros: “Los nacionales decimos basta. Remigración inmediata”.

Eloi Cortés es el primer teniente de alcalde y concejal de Vivienda de Sabadell. Constata, a través de las identificaciones policiales, que muchos de quienes participaron no eran vecinos del municipio. Y denuncia, a la vista de lo que ha ocurrido después, “un patrón que se repite” por parte de plataformas de ultraderecha y de Vox. “Hay una sensación de inseguridad o un problema de convivencia. Se producen movilizaciones a través de redes, espontáneas o no tanto. Y en un momento dado, aparecen ellos”, en alusión a Vox, que el viernes, tras la segunda noche de disturbios, organizó una manifestación (“concentración vecinal fuera okupas”) en Sabadell.

Cortés asegura que el consistorio aplica “mano dura” a los ultras (que amenazaron a la alcaldesa, la socialista Marta Farrés, y a su familia) pero también a las okupaciones. “El local de Les Termes se okupó unos días antes. Uno de los okupas amenazó a un menor con una navaja. Ya habíamos conseguido una orden de desalojo para el día después de los primeros incidentes”, cuenta el edil, que también apuesta por la pedagogía para combatir los delitos de odio. “Estamos hablando con los vecinos incluso para confrontarles, para desmentir bulos...”

Los problemas de incivismo, a menudo vinculados a las okupaciones, son un factor de riesgo. “Hasta hace no tanto, exigir la legalidad y evitar okupaciones era, en cierta manera, ir a contracorriente”, explican fuentes policiales, quienes admiten que cada vez más ayuntamientos han dado un giro drástico a ese enfoque. Como la vecina Terrassa (cuarta ciudad de Cataluña), que hace más de un año aprobó un protocolo antiokupaciones. Ahora frustra más del 90% de los intentos de okupación en caliente y explora vías legales (presionar al propietario para que impulse el procedimiento, buscar informes de insalubridad) para expulsar a los okupas ya instalados, sobre todo si cometen delitos, explica Lluïsa Melgares, concejal de vivienda e inmigración.

Concentración de apoyo a los musulmanes de Piera (Barcelona) tras el incendio a la mezquita.

“Siempre busca un incidente”

Tal vez por eso, en Terrassa, la líder de Vox, Alicia Tomás, despierta el miedo apuntando en otra dirección: las violaciones, que atribuye de nuevo al colectivo magrebí. Tras la agresión a una mujer en abril, se asoció con el líder de Desokupa, Daniel Esteve, para encender las redes y la calle. Esteve llegó a difundir supuestas fotos e identidades de los autores con una frase que recuerda a los mensajes que movieron el odio en Torre Pacheco: “Uno de los presuntos violadores sigue en libertad y hay orden de cazarlos”. Prometió 3.000 euros en efectivo a quien le diera pistas de su paradero.

De la mano, Tomás y Esteve, Vox y Desokupa, lideraron una concentración el día 10 frente al Ayuntamiento para acabar con “los privilegios de los violadores” (sic) y dejar de “importar delincuentes”. Al acto acudió medio millar de personas. Algunas llamaron “hijo de puta” al presidente del Gobierno. El ultra Esteve se dejó fotografiar con la víctima, llorando sobre su hombro. Más allá de esa protesta, en Terrassa no ha prendido la mecha. Y no ha sido por falta de ganas. “Está buscando siempre un incidente. Y solo falta una mecha, que un desgraciado cometa un delito grave”, lamenta Melgares.

Pese a que recorre los barrios más degradados (La Maurina, Can Palet, Sant Pere Nord), la mecha, por el motivo que sea, no ha prendido como ocurrió en los disturbios de Torre Pacheco, que Tomás aplaude sin reservas. “Es el pueblo español quien está haciendo frente a la invasión islamista. Honor”, dijo tras la difusión de imágenes de jóvenes saliendo de “cacería” por las calles de la localidad murciana. En Tomás se concentra, en su máximo grado, el otro ingrediente común que recorre numerosos barrios catalanes: el viejo rechazo al moro. “Los moros apalean a nuestros abuelos y violan a nuestras jóvenes”, clama Tomás, que solo compite en islamofobia con la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, que incide en pueblos más pequeños de Girona y Lleida.

Contra los marroquíes y los musulmanes en general se dirige buena parte del rechazo. En Piera (Barcelona), unos desconocidos quemaron, presuntamente de forma intencionada y en plena madrugada, la mezquita de la localidad, que la comunidad aún no había estrenado. El colectivo impulsó días después una manifestación de rechazo a la intolerancia con gran éxito. Said Alouchi, vicepresidente de la comunidad islámica de Piera, ha vivido en pocos días lo peor y lo mejor de la sociedad. “Ha sido emocionante ver a la gente salir a la calle para darnos su apoyo. Aquí nos conocemos, nos llevamos bien, nos tenemos aprecio. No nos van a dividir”.

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