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Gaza se muere de inanición: “¿Por qué nos están matando de hambre?”

El bloqueo israelí empuja a más de dos millones de personas a sobrevivir sin apenas alimentos. Más de 100 organizaciones denuncian una catástrofe humanitaria provocada deliberadamente

Guerra en Gaza

La arena quema bajo el sol abrasador en el campamento de Al Mawasi, pero Hamza, de tres años, apenas lo nota. Sus diminutas manos aprietan puñados de tierra que lanza contra su madre mientras agita una hoja de palma como si fuera un arma. “¡Tengo hambre, quiero comida!”, grita en un árabe entrecortado, con la voz quebrada por la desesperación.

Wafa Mohammed se arrodilla junto a su hijo menor mientras lo ve desplomarse por el agotamiento. El arrebato del niño se prolongará desde esa tarde hasta la única comida del día siguiente: unas cucharadas de lentejas compartidas entre seis miembros de la familia. Desde hace 11 días, ninguno ha probado el pan, un alimento básico que se convirtió en el pilar de la subsistencia cuando escasearon los demás. Ahora, no hay harina, por lo que el pan ha desaparecido por completo.

“Esta es, con mucho, la peor situación de hambre que hemos vivido”, dice esta madre de cinco hijos a EL PAÍS. “Desde que comenzó la guerra hemos contado cada bocado que podíamos permitirnos de cada comida, porque nunca sabíamos cuándo llegaría la siguiente. Pero ahora sabemos que simplemente no hay nada que comer”, afirma con impotencia y frustración, mientras intenta calmar a su hijo. Al menos 127 personas han muerto de hambre en Gaza, buena parte de ellos en los últimos días. El Gobierno de Gaza ha avisado este sábado de que más de 100.000 niños, incluidos 40.000 bebés, se enfrentan a la “amenaza de muerte”.

Wafa Mohammed, junto a sus hijos en la tienda en la que viven en el campamento de Al Mawasi, en Gaza.

“¿Dónde está el mundo que dice preocuparse por los derechos humanos?”, clama Mohammed, con una voz que resuena por todo el campamento de desplazados. “Son cómplices de la ocupación en nuestra exterminación”, clama la mujer.

 Ahora sabemos que simplemente no hay nada que comer
Wafa Mohammed, madre palestina

La escena de niños llorando de hambre se repite a diario en toda Gaza, donde más de dos millones de palestinos enfrentan lo que expertos de Naciones Unidas y de otros organismos internacionales han calificado como una situación de hambre inducida intencionalmente. Desde el 2 de marzo, Israel ha cerrado todos los pasos hacia la Franja, cortando casi en su totalidad el suministro de alimentos a una de las zonas más densamente pobladas del mundo. Ni siquiera la leche de fórmula, el único alimento junto con la leche materna que pueden tomar los recién nacidos, ha traspasado el bloque israelí, según ha alertado Unicef.

Mientras algunos gobiernos occidentales exigen la entrada de ayuda, pocos han tomado medidas concretas. El pasado lunes, un grupo de 25 países, a los que luego se sumaron otros tres, pidió el fin inmediato del conflicto, pero la presión efectiva sobre Israel sigue siendo escasa. Los convoyes que logran cruzar apenas cubren una mínima parte de las necesidades. En abril, la ONU estimaba que se requerían al menos 500 camiones diarios. A mediados de julio, entraban menos de 100.

Mohammed retira una manta delgada para mostrar el abdomen de su hija mayor. Amna, de 12 años, pesa apenas 18 kilos, menos de la mitad de lo que pesaba antes de la guerra. Sus costillas sobresalen agudamente bajo una piel casi transparente, y apenas logra hablar más allá de un susurro. “Como unas cucharadas de lentejas o pasta al día y me sostengo principalmente con agua”, dice Amna, avergonzada por su estado. “Intento dar mi parte a mis hermanos, que no dejan de llorar por el hambre”.

En Gaza, los niños se han visto obligados a convertirse en cuidadores en medio de una crisis que ha trastocado todas las normas sociales. Amna se siente responsable de sus cuatro hermanos menores: Rashid, que también ha perdido la mitad de su peso; Asmaa, de siete años; Sama, de cinco; y el pequeño Hamza, cuyas rabietas son ya la banda sonora diaria de su sufrimiento.

Desde que comenzó la ofensiva israelí el pasado 7 de octubre, la familia de Wafa Mohammed ha tenido que mudarse siete veces. Su casa ha sido destruida en un bombardeo israelí. Con el padre sin empleo desde que comenzó la guerra, sus ahorros se fueron esfumando con cada desplazamiento. Ahora sobreviven, o lo intentan, con lo que encuentran o lo que alguien logra compartir. “No recibo la ración de harina de mi familia de parte de UNRWA [la agencia de la ONU para los refugiados palestinos] desde antes de marzo, y no tengo dinero para comprar una cantidad suficiente”, explica Wafa. “Antes compraba uno o dos kilos, pero el asedio se endureció y ya no podemos comprar, sobre todo porque algunos productos alcanzaron precios decenas de veces más altos que los normales”.

Incluso el apoyo entre vecinos se ha derrumbado, añade. “Ni siquiera podemos pedir ayuda a las familias desplazadas cercanas porque todos enfrentan la misma hambre. La situación sobrepasa la capacidad de actuación de cualquier padre”, exclama esta madre desplazada.

Antes del bloqueo total, la ONU operaba unos 400 puntos de distribución de alimentos en la Franja. Hoy, apenas cuatro siguen activos, gestionados por la recién creada Fundación Humanitaria de Gaza, una entidad bajo control israelí que organizaciones palestinas e internacionales califican de instrumento propagandístico. Son tan peligrosos que muchas familias los evitan: desde que comenzaron a operar, se han convertido en escenarios de matanzas casi diarias, según denuncian en un comunicado más de 100 organizaciones locales e internacionales.

De acuerdo con los datos de Naciones Unidas, hasta el 13 de julio, 875 palestinos han muerto mientras buscaban comida: 201 fueron asesinados en las rutas de ayuda y el resto en los propios puntos de distribución. Las cifras de los últimos días colocan las muertes por encima de 1.000. Y al menos 6.000 han resultado heridos. Al mismo tiempo, las fuerzas israelíes han forzado el desplazamiento de casi dos millones de personas, confinando a la población palestina a menos del 12% del territorio de Gaza tras una nueva orden de evacuación masiva emitida el 20 de julio. El Programa Mundial de Alimentos ha advertido de que las condiciones actuales hacen que sus operaciones sean “inviables”. “La inanición de civiles como método de guerra es un crimen de guerra”, recuerdan en su comunicado las ONG.

“Dormimos con hambre, despertamos con hambre”

A 20 kilómetros del lugar en el que sobrevive la familia de Wafa Mohammed, en una tienda apenas sostenida cerca de la carretera costera de Gaza, Jamal Ammar, de 65 años, ha desarrollado su propia estrategia de supervivencia. Recita versículos del Corán a sus nietas, en un intento desesperado de distraerlas y hacer que olviden los retortijones de hambre.

Jamal Ammar, junto a sus nietas, la semana pasada en Gaza.

“En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso”, recita con su voz gastada, casi ahogada por el ruido del refugio improvisado. Cinco niñas lo rodean, acurrucadas, huérfanas desde que su padre, Abdul Rahim, murió en un bombardeo israelí el pasado octubre. Farah, de dos años y medio, interrumpe constantemente, con su pequeña voz insistente: “Pan, abuelo, pan.” A Ammar se le parte el corazón cada vez. El pan se ha vuelto casi imposible de encontrar, incluso para quienes tienen dinero.

El abuelo cuenta historias en árabe clásico, llena botellas de agua para crear la ilusión de estómagos llenos. Pero sus trucos rara vez funcionan por mucho tiempo. Veinticinco miembros de la familia —hijos, nietos, yernos— comparten un kilo de lentejas cuando logran conseguirlo. A cada persona le tocan unas tres cucharadas. “Apenas conseguimos unos pocos bocados para cada uno. Dormimos con hambre, despertamos con hambre y pasamos el día y la noche con hambre, pero lo que más duele es cuando los niños piden pan o algo de comer y no hay nada”, se aflige el hombre.

¿El mundo seguirá callado ante nuestra muerte lenta sin hacer nada real?
Jamal Ammar

El Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, informa de que llegan a los servicios de urgencia cifras sin precedentes de ciudadanos en estado de agotamiento extremo. Cientos enfrentan “una muerte inevitable por hambre” al sobrepasar el límite de lo que sus cuerpos pueden soportar, advierte la institución. Según sus datos, desde el 7 de octubre de 2023, han muerto en la Franja más de 59.000 personas, entre ellas, casi 18.000 niños.

Ammar ha perdido 16 kilos en tres meses. Tiene ojeras marcadas y su ropa cuelga floja sobre su cuerpo cada vez más delgado. Aun así, continúa con su rutina diaria de distracción y esperanza. “Estos son intentos continuos de hacer que los niños se olviden del hambre, aunque sea por un rato”, explica. Y añade. “Solemos fracasar, pero no perdemos la esperanza mientras no haya otra alternativa alimentaria”.

Las lágrimas empiezan a correr por su rostro mientras su voz se llena de ira. “¿Por qué nos están matando de hambre? ¿El mundo seguirá callado ante nuestra muerte lenta sin hacer nada real? ¿Dónde está Europa, que la semana pasada prometió entrada de ayuda, pero no impuso sanciones a Israel? ¿Por qué países como España o Irlanda, por ejemplo, no presionan más para que entre comida?”, se pregunta el abuelo.

Esta hambre no es accidental. Mohammed Abu Jayab, editor jefe del periódico Al-Iqtisadia en Gaza, la califica como “la gestión israelí de operaciones de hambre para generar presión popular y obtener ganancias políticas en la mesa de negociación con Hamás”.

Barham al Qarra, director de la oficina en Gaza de Rahma Worldwide, vio cómo el trabajo humanitario de su organización colapsaba de la noche a la mañana. Durante enero y febrero de 2025, Rahma había distribuido 754 camiones de ayuda en Gaza, con verduras, frutas, suministros médicos, pollo, artículos de limpieza, carne enlatada, zapatos, harina, tiendas de campaña, mantas, ropa de invierno, colchones, arroz y equipos de diálisis. Ahora no pueden operar en absoluto.

Su organización tiene cientos de camiones de ayuda esperando en Egipto, Jordania e Israel. Solo la autorización israelí impide su entrada.

“No hay ningún alimento en Gaza, absolutamente ninguno”, afirma Al Qarra. “Todo el mundo en Gaza tiene hambre. No tenemos tiempo que perder: los gazatíes pueden morir en cualquier momento de inanición“.

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