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tribuna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trump, Europa y las nuevas guerras culturales

La Casa Blanca, consciente del poder de las ideas, va a explotar las tensiones en el seno de la UE para impulsar su propia causa

van middelaar 28 07 2025

Este verano, Europa ha dado los primeros pasos decididos para afrontar las tormentas mundiales que se avecinan.

El mes pasado, en la cumbre de la OTAN, los líderes europeos supieron dar con el equilibrio adecuado entre los halagos y el compromiso firme, con la promesa de invertir en capacidades de defensa fundamentales. Fue un momento delicado, pero se puede decir que la UE salió renovada.

En el ámbito económico, Europa está minimizando los riesgos, alternando entre la escalada y la pausa táctica mientras trata de descifrar si los aranceles de Trump son un instrumento para alcanzar objetivos económicos a largo plazo (más puestos de trabajo para los estadounidenses) o una herramienta caprichosa para obtener concesiones de sus socios. Para el 1 de agosto, fecha del nuevo plazo impuesto en esta montaña rusa, sabremos más.

Sin embargo, el obstáculo más grave está en el ámbito ideológico, que constituye el tercer frente de las relaciones entre Estados Unidos y Europa: la propagación del trumpismo. Es muy posible que el legado del presidente norteamericano sobreviva a su mandato. No es solo cuestión de política, es una guerra cultural.

Un ejemplo son las disputadas elecciones presidenciales celebradas el mes pasado en Polonia, en las que el candidato del PiS se impuso por estrecho margen en la segunda vuelta. Durante la campaña, Trump expresó su apoyo a su admirador polaco. “Ganarás”, le dijo a Karol Nawrocki mientras le estrechaba la mano en la Casa Blanca. No pudo ser más enfático. ¿Qué habría pasado sin ese apoyo explícito del presidente estadounidense? ¿Habría derrotado el alcalde europeísta de Varsovia, Rafał Trzaskowski —respaldado por la Plataforma Cívica de Donald Tusk—, a un rival poco conocido hasta entonces? Nunca lo sabremos. Pero la diferencia fue tan escasa (50,9% frente a 49,1%) que no se puede descartar esa posibilidad. Para MAGA, fue un gran triunfo electoral en Europa.

La Casa Blanca actual parece haber estudiado el manual de la URSS durante la Guerra Fría, cuando Moscú, para intentar debilitar las democracias liberales europeas, apoyaba a partidos de extrema izquierda, como los comunistas italianos o franceses. Trump y sus secuaces, J. D. Vance y Marco Rubio, apoyan en Europa a los nacionalistas de extrema derecha como la AfD alemana, el PiS polaco y el Reagrupamiento Nacional francés. En muchos casos, ese respaldo contribuye a que mejoren su credibilidad y sus perspectivas electorales, mientras que, en otros, la intromisión de MAGA puede resultar contraproducente, como ocurrió en mayo en Rumania, donde el candidato europeísta (Nicuşor Dan) recibió una inesperada oleada de apoyos y acabó imponiéndose al mini-Trump local (George Simion).

Por supuesto, la idea de que un Gobierno estadounidense apoye a las fuerzas de derecha en el extranjero e incluso llegue a organizar golpes de Estado y cambios de régimen no es un invento de MAGA. La injerencia quizá sorprenda a muchos europeos, pero trae a la mente dolorosos recuerdos de la Guerra Fría para mucha gente en Latinoamérica, por no hablar de España o Grecia.

Hoy, el campo de batalla ideológico es diferente. La Guerra Fría se enmarcó como una lucha entre “libertad e igualdad”, el enfrentamiento narrativo de dos valores modernos, que compartían espacio en el lema de la Revolución Francesa de 1789: liberté, égalité, fraternité. El choque actual tiene en un bando al nacionalismo conservador y religioso y en el otro al individualismo progresista y laico; identifica la libertad con la voluntad del pueblo, encarnada en Trump, y no con los mecanismos de control y contrapeso de la Constitución estadounidense. En este sentido, se parece a las guerras culturales posteriores a 1789: reacción contra revolución, Iglesia, Monarquía y familia contra Ilustración, República y derechos individuales.

La ideología antiliberal de MAGA aprovecha las tensiones de la propia historia europea, desde el Antiguo Régimen hasta la actualidad. Por eso, entre otros motivos, su ideología encuentra tanto eco entre muchos electores, el trumpismo se exporta con tanta facilidad a Europa y es muy posible que, en los próximos años, veamos otras elecciones que se decidirán por la mínima diferencia.

Es difícil olvidar que, solo un mes después de que llegara Trump a la Casa Blanca, los líderes del grupo Patriotas por Europa, entre los que se estaban el húngaro Orbán, la francesa Le Pen, el italiano Salvini y el holandés Wilders, se reunieron en Madrid invitados por Santiago Abascal, irradiando júbilo y entusiasmo.

La Casa Blanca de Trump, muy consciente del poder de las ideas, va a hacer todo lo posible para explotar esas tensiones e impulsar su propia causa. Estados Unidos “necesita aliados que defiendan nuestra civilización en Europa”, decía un memorándum reciente del Departamento de Estado estadounidense. Su autor, Samuel Samson, afirma que existe “una campaña de agresiones contra la civilización occidental” que amenaza con hacer tambalear “sus pilares: la nacionalidad, la cultura y la tradición”. El informe, en consonancia con el discurso que pronunció J. D. Vance en Múnich y en una auténtica muestra de ironía por parte de un Gobierno autoritario, acusa a Europa de efectuar “retrocesos democráticos” y ejercer la “censura digital”. Para defender los intereses estadounidenses, el memorándum insta a “Europa y Estados Unidos a renovar su compromiso con nuestro legado occidental”.

Este tipo de pensamiento es producto del trasfondo intelectual de la esfera (neo)conservadora estadounidense, que se inspira en gente como Leo Strauss y Ayn Rand. Como, a pesar de que existe desde hace décadas, los europeos no han sentido directamente sus efectos —salvo en el caso de la guerra de Irak—, ahora corren peligro de subestimar la fuerza que tiene. Pero sus ideólogos están hoy el poder y expresan esas ideas de forma apremiante. El movimiento MAGA piensa que está en juego la supervivencia de la civilización occidental y eso llena la agenda de Trump de agresividad y crueldad. Dentro de sus fronteras, el Gobierno federal impone su voluntad en la calle con los agentes enmascarados del organismo encargado de la inmigración y las fronteras (ICE, por sus siglas en inglés); es significativo que se acuse a los inmigrantes no solo de ser una fuente de delincuencia (el discurso clásico de los republicanos), sino también una amenaza para la civilización estadounidense. En una situación así, parece justificado emplear toda la fuerza.

Los líderes y diplomáticos europeos dedican la mayor parte de sus energías a negociar resultados satisfactorios en materia de seguridad (Ucrania y la OTAN) y prosperidad (guerras arancelarias). Pero, a la hora de la verdad, es la batalla por las ideas y los valores la que va a decidir el rumbo de las relaciones entre Europa y Estados Unidos y la que pone en peligro el futuro de la civilización pluralista de Europa.

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