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Columna
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Las dos puertas del PSOE

La entrada ancha lleva al búnker; la estrecha implica rendir cuentas y conduce al Congreso

Pedro Sánchez, durante su comparecencia en la sede del PSOE en Ferraz, tras la dimisión de Santos Cerdán.
Víctor Lapuente

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición” (Mateo 7:13).

Al PSOE se le abren dos puertas. La ancha lleva al búnker. A la solución cómoda: contundencia con los sospechosos, pero condescendencia con quienes los nombraron; retórica de regeneración, pero cambios cosméticos; juicio severo al partido, pero al PP, por su corrupción pasada, actual y futura. Que se rediman ellos.

La puerta estrecha, la de rendir cuentas, conduce al Congreso (vía moción de confianza) o a la ciudadanía (vía elecciones anticipadas). Casi con seguridad, atravesar esta puerta supone sacrificar el Gobierno.

Pero, a la larga, ¿qué puerta lleva a la salvación? Si el Gobierno se refugia en el búnker, tiene provisiones para dos años, ni un día más. Quizás menos, pero la coalición de gobierno tiene una débil salud de hierro y puede resistir bastante. La paradoja es que quien sostiene al Ejecutivo son los partidos con los que no puede pactar los Presupuestos, mientras en el PSOE arrecian las críticas.

Los socios en el Congreso preferirían un Gobierno Frankenstein activo, pero se conforman con un Gobierno zombi ―que no puede sacar ni las cuentas públicas ni medidas sociales, con la excepción de carambolas que requieren además, cruel ironía del destino, el disputado voto del diputado Ábalos― antes que un Gobierno vivo en manos del PP con apoyo probable de Vox.

En el PSOE cunde la desolación. Primero, por lo sucedido. Muchos militantes se sienten decepcionados, estupefactos, tras conocer que personas que convivían con ellos en el partido y ocupaban puestos de máxima responsabilidad han actuado no solo de forma presuntamente corrupta, sino, además, sórdida y misógina, tratando a mujeres como trapos, en una enmienda a la totalidad de lo que ha defendido históricamente su partido. Las personas en primera línea del partido, mientras abren las casas del pueblo y echan horas como concejales sin recibir un euro, ven cómo la reputación del partido se derrumba ante las (presuntas) fechorías de unos individuos que, lejos de ser casos esporádicos, formaban una banda criminal.

Y, segundo, por lo venidero. No hay un plan para crear, en el partido y en la Administración, contrapoderes (gente que diga no y dé la alarma) que eviten nuevos abusos. Ni hay una plataforma de discusión abierta sobre el rumbo del PSOE. En el Comité Federal del 5 de julio los críticos no alzarán la voz, porque han sido purgados. El futuro del socialismo requiere que alguien señale la puerta estrecha.

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