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De Santiago de Compostela a San Francisco: algunas de las mejores calles del mundo para comer

La Rúa do Franco de la ciudad gallega o el Fisherman’s Wharf de la californiana son dos de los ejemplos de lugares en los que la gastronomía tiene que ser una experiencia más de cualquier viaje

Restaurantes donde comer

Son muchos los viajeros que ya han dejado de conformarse con bocadillos sobre la marcha o con el socorrido menú turístico a precios no siempre justos. Los hay que incluso viajan solo para comer bien, de restaurante en restaurante, deslumbrados por las estrellas Michelin o por las buenas recomendaciones de amigos o críticos gastronómicos.

De la calle Rúa do Franco en Santiago de Compostela al barrio Fisherman’s Wharf de San Francisco, a continuación proponemos algunas de las mejores calles gourmet de todo el mundo. Aunque, ya se sabe que, sobre gustos, no hay nada escrito.

La Rúa do Franco, en Santiago de Compostela

Empecemos por España, donde el buen comer está casi asegurado en cualquier pueblo o ciudad. Por algo es el país con mayor densidad de bares del mundo y presume de tener un establecimiento culinario por cada 175 personas. Es difícil hacer una selcción, pero si hay una calle donde está asegurado comer bien esa es la Rúa do Franco, en Santiago de Compostela. En esta calle hay 80 restaurantes, tabernas y bares en solo 150 metros. Su nombre recoge la herencia de los taberneros medievales que se asentaron allí para atender a los peregrinos (los llamados “francos”, entendidos bien como cualquier peregrino llegado a través de los Pirineos, como hombres libres o como Nación Franca).

La Rúa do Franco, en Santiago de Compostela.

En el centro histórico de la ciudad gallega, con sus casitas medievales, su suelo adoquinado y sus balcones de hierro forjado, la calle sigue en pie. También los bares y su incesante trasiego de parroquianos (peregrinos y autóctonos). Cualquiera de ellos es perfecto para catar la gastronomía gallega a base de tapas o platos más contunendentes. Entre otros locales de la propia calle y de los alrededores, destacan la marísquería A Barrola; el restaurante María Castaña, cuya especialidad son los chipirones; el Casa Sixto y su pulpo a la gallega; el café-bar Trafalgar y sus “tigres rabiosos”, que no son otra cosa que mejillones en salsa picante…

La Rúa do Franco es de paso obligado para los turistas gourmet, pero es más que una calle de bares: muchas de sus casas conservan grabados en piedra, símbolos como la concha compostelana o las cinco estrellas del escudo de la Universidad compostelana.

Más Información en la web lonelyplanet.es.

Tres calles para comer en Madrid

Nos vamos a la ciudad con más oferta gastronómica de toda España, Madrid, con más de 15.000 bares y restaurantes, repartidos por todos sus barrios. Sin embargo, en algunas calles concretas el comer bien esta asegurado, ya sea modestas tapas o platos firmados por chefs reconocidos.

La Cava Baja, una de las más icónicas de La Latina, es la calle con mayor concentración de bares y restaurantes de la capital española: más de 50 locales en poco más de 300 metros, desde Puerta Cerrada hasta la plaza del Humilladero. Aquí abundan los locales de cañas y vinos (clásicos y modernos), herederos de las antiguas tabernas que siempre hubo en la zona. Uno de ellos es el mítico Casa Lucio (famoso huevos estrellados), el Julián de Tolosa (asador donde se hacen algunos de los mejores pimientos confitados de la ciudad) o la Posada de la Villa (conocido por su cocido de puchero y su cordero). Pero también hay otros de cocina más contemporánea, como Los Huevos de Lucio, por citar uno.

Restaurantes en la calle de la Cava Baja, en La Latina (Madrid).

En la Cava Baja quedan también antiguas posadas reconvertidas en hoteles o restaurantes, como la Posada del León de Oro, que alberga restos de la muralla musulmana del siglo IX y presume de su sabroso cocido madrileño, o la Posada del Dragón, reconstruida pero manteniendo la estructura original: una corrala del siglo XIX y la antigua muralla bajo su suelo acristalado.

Y nos vamos a la calle de Ponzano, en Chamberí. En poco más de un kilómetro hay casi 60 bares y restaurantes, a los que se suman los de las calles aledañas, como Santa Engracia o Ríos Rosas. Dicen que ya no está en plena eferfescencia, como cuando era casi obligado hacer ponzaning —ir de bar en balle en la misma calle sin salir de esta—. Porque aquí hay de todo: barras de shusi, italianos, cafés de especialidad, neotabernas… Entre los clásicos, destacan la Taberna Alipio Ramos, un superviviente centenario, o la cervecería El Doble, toda una institución.

Destacan también otros con tradición más reciente: Sala de Despiece, con un formato de bar ultramoderno, que fue el inicio de un hervidero gastronómico en la calle. A este se suman locales novedosos como la marisquería Fide, el restaurante Ponzano, que combina los platos clásicos como los callos madrileños con otros más actualizados, y los proyectos de grandes grupos de restauración, como Larumba, que tiene aquí el Catarsis, concebido en formato afterwork. También es relevante el grupo La Máquina, dueño de Marabú, con música en directo, y La Máquina Chamberí, con una gran barra pensada para el aperitivo y picoteo. Además, en Ponzano hay chefs de alto nivel, como Rodrigo de la Calle con El Invernadero (con una estrella Michelin).

Damos un salto en el mapa hasta el otro gran eje gastronómico de Madrid: las calles de Jorge Juan y de Puigcerdá, en el barrio de Salamanca, donde se concentran los restaurantes de grupos como El Paraguas, entre ellos el Amazónico, o de Dani García, con el Lobito de Mar. A estos, ya icónicos, se les suman otros imprescindibles: Tragaluz, La barra de la Tasquería, Varra, El Triperito y, algo más lejos, en el Mercado de la Paz, el restaurante italiano Noi. Uno de los últimos en llegar a la zona ha sido The Library, pensado para los amantes del vino, con cuatro escenarios diferentes y una decoración inspirada en las bibliotecas palaciegas. Los más privilegiados pueden acceder a su club privado.

Comida callejera en pleno Estambul

Los balik ekmek de Estambul no son otra cosa que la versión marinera del kebab: un filete de pescado fresco a la plancha o a la parrilla, impregnado de aceite de oliva, con lechuga, tomate y cebolla picados, y un chorreón de limón dentro de un pan turco. Para probarlo, el mejor lugar es acudir a las barcas flotantes junto al puente de Gálata, donde los preparan para un público masivo que hace colas constantes. Este plato es solo una de las muchas especialidades que ofrece la ciudad turca, donde prácticamente se come bien en cualquier calle.

Una de las terrazas en el barrio de Ortaköy de Estambul, con vistas al Bósforo.

Siguiendo las propuestas de cocina callejera de la ciudad, es imprescindible probar sus kebaks. En Estambul, es casi obligado comerlos en la calle. Para ello, hay miles de puestos, por ejemplo se pueden comer magníficos en los puestos del barrio de Beyoglu.

También se pueden probar otras especialidades del street food, como el sándwich de queso en panecillos redondos (los Gözleme), que hacen muy buenos junto al puerto de Üsküdar, en la parte asiática de la ciudad. En el barrio de Ortaköy, a orillas del Bósforo, hay un mercadillo de puestos callejeros donde venden exclusivamente kumpir, unas enormes patatas asadas rellenas de todos los ingredientes que queramos. Y, por supuesto, no hay que olvidarse de los helados (dondurma): hay centenares de puestos por toda la ciudad, pero son muy recomendables los puestos de la plaza Taksim, donde realizan todo un espectáculo antes de servirlos. Para terminar de descubrir los puestos de comida callejera más auténticos de Estambul hay que callejear por los barrios de Eminönü y Karaköy, done también hay pequeños restaurantes donde disfrutar de los auténticos sabores turcos.

Para descansar de lo callejero, Estambul tiene también sofisticados restaurantes, cada vez más abundantes. Se puede probar suerte en el Neolokal, en Karaköy, muy cerca de la torre de Gálata, con vistas al Bósforo y al Cuerno de Oro, donde el chef Maksut Askar se ha convertido en el icono de la nueva cocina turca. Otra opción es el café Benden Karaköy, donde lo mejor no es la comida sino las imágenes tan coloridas que podemos sacar.

También hay propuestas para los más golosos. La Güllüoğlu Karaköy es una de las mejores pastelerías de la ciudad y donde hacen magníficos baklavas de todo tipo (con un montón de frutos secos diferentes, sin azúcar, sin gluten o con chocolate…). También venden las típicas delicias turcas, que se pueden probar en su salón o llevárnoslos en una caja.

Comer al estilo berlinés en la calle Torstraße

Bordeando el centro histórico de Berlín, es casi obligada la visita a Torstraße, que poco a poco se ha ido convirtiendo en una nueva zona de ocio de la capital alemana, y que representa esa mezcla de elegancia clásica y una forma de vida urbana que caracteriza a la ciudad. Son dos kilómetros de avenida, en los que no faltan propuestas para los que buscan comer bien.

Interior de un restaurante vietnamita en la calle Torstraße, en Berlín.

Se pueden descubrir lugares modernos, de esos con plantas y elementos orgánicos que recuerdan la apuesta berlinesa por el medioambiente. Por ejemplo, Dudu y su atmósfera relajada, su música y su esencia berlinesa, aunque su especialidad sea la gastronomía asiática creativa. Otra apuesta por lo oriental es el Royal and Rice, un restaurante vietnamita con elaboraciones realizadas con productos de comercio justo. Muchos dicen que su asian burger es una de las mejores de la ciudad. Siguiendo la estela asiática, el Toca Rouge es un restaurante chino donde todo está perfecto: desde los sugerentes nombres de los platos o sus baños, que parecen los de una discoteca de diseño.

Si preferimos otras gastronomías, el Bandol Sur Mer tiene una estrella Michelin y está especializado en clásicos de la cocina francesa. El chef argentino Octavio Bravo esfera en el Mani, una de las mejores propuestas del nuevo Berlín, con toques también orientales. Genuinamente berlinesa es la oferta de The Store Kitchen, en el histórico edificio del Soho House Berlín, uno de esos espacios semiindustriales que combina decoración, moda, arte y gastronomía.

El paseo gastro por la Torstraße no estaría completo sin una incursión en el Friedel Richter. Representativo de la cocina alemana, es un negocio familiar donde todo es artesanal y los ingredientes son exclusivamente productos orgánicos procedentes de lugares cercanos. Aun así, la apuesta por la modernidad es total: se puede pagar con bitcoin si se quiere.

Tokio y los callejones ‘yokocho’

En la japonesa Tokio hay varias zonas especialmente famosas por la variedad de izakayas (tabernas), restaurantes pequeños y restaurantes más sofisticados.

Lo más típico aquí son los yokocho, unos callejones llenos de bares y restaurantes, de ambiente auténtico y precios económicos. Uno de los más conocidos es el Golden Gai, en el barrio de Shinjuku, un laberinto de callejones con más de 270 locales. Otra propuesta es el Shibuya Nonbei Yokocho (callejón de los borrachos, en español), muy bien situado al lado de la estación Shibuya, famoso por sus yakitoris o locales de pollo a la parrilla. También está el Omoide Yokocho de Shinjuku, un callejón conocido también por sus yakitoris. Para un ambiente nocturno, el lugar es Ebisu Yokocho (abre toda la noche). Y otra propuesta curiosa la encontraremos en el Gadoshita (Yurakucho), con sus restaurantes ubicados bajo las vías del tren, donde se alinean desde izakayas hasta bares de vinos y restaurantes italianos.

Interior de uno de los restaurantes del Omoide Yokocho, en Tokio.

En los yokocho hay sobre todo izakayas. La entrada a estas tabernas suele estar señalada con faroles rojos o blancos con el nombre del restaurante escrito en caligrafía y con una cortina de tela (noren) señalando la entrada. En muchos solo hay asientos en la barra y algunos son incluso para beber solo de pie. Así que a los yokocho hay que evitar ir en grupos grandes, porque las izakayas suelen ser muy pequeñas. También son pequeños los platos que sirven, porque están pensados para pedir varios y así disfrutar de más variedades. Aunque no haya menú en inglés, sobre todo en los más populares, no es difícil disfrutar. Importante: las izakaya generalmente no abren durante el día porque la gente va después del trabajo. Salvo excepciones, cierran a medianoche. Es por eso que los mejores yokocho de Tokio están cerca de edificios de oficinas y a ellos suelen ir los empleados para relajarse un rato o para escapar de las multitudes. Los encontraremos en los barrios de negocios, como el centro de Shinjuku y Shibuya, Ebisu hacia el sur y Shimbashi hacia el este, y muchas veces cerca de las principales estaciones de tren.

El barrio Trastevere, en Roma

En Roma, los viajeros suelen comer cualquier cosa sobre la marcha, pero para cenar algo tranquilo lo óptimo es ir al barrio de Trastevere. A pesar de que es muy turístico, está lleno de rincones tradicionales, restaurantes pequeños con terraza e, incluso, lugares con música o donde disfrutar de una copa.

Terrazas en una de las calles del barrio romano de Trastevere.

Lo mejor para comer en esta zona es dejarse llevar un poco, aunque no vienen mal algunas referencias para moverse entre sus trattorie, pizzerías o restaurantes. Uno de los locales más clásicos es la La Trattoriola di Luca, que lleva casi un siglo sirviendo comida tradicional romana, con raciones sabrosas y abundantes. También clásica es la Trattoria da Augusto, que lleva muchas décadas ofreciendo comida clásica. Hay muchas opciones más, como Cencio la Parolaccia o L’Osteria della Trippa. Las hay con estrellas Michelin, como Glass Hostaria o Zia. La carbonara más clásica, servida directamente en la sartén, es la que sirven en Tonnarello, todo un clásico del barrio que lleva abierto desde 1876.

En Trastevere hay también muchas opciones para comer algo sobre la marcha. Por ejemplo en Trapizzino Trastevere, donde su creación estrella es el trapizzino, una mezcla entre el tramezzino (que es un típico sándwich triangular italiano) y la pizza. Aunque lo más clásico de la capital italiana es el suppli, una bola de arroz con mozzarella y salsa de tomate, empanada y frita. En Supplì Roma llevan 40 años preparándolos y hay cola para probarlos.

Las pizzerías complementan a las trattorie. Por ejemplo, en Ivo a Trastevere, con más de seis décadas sirviendo pizza deliciosa, o la pizzería Dar poeta, con pizzas de las de toda la vida, por trozos (al taglio) o enteras. También podemos probar las de La Renella, la panadería más antigua del barrio, especializada en pizza al taglio.

De postre, un helado en Fiordiluna, que fue la primera heladería en hacerlos con productos bio. Un lugar diferente es la librería Teatro e Cioccolata, donde probar un chupito en copa de chocolate.

Fitzrovia es el barrio gastronómico de moda en Londres

Fitzrovia, al oeste del British Museum de Londres, está de moda. Primero fue barrio de poetas, después de diseñadores y músicos, y ahora de cocineros y gastrónomos. Aquí hay un poco de todo, desde pubs tradicionales de lo más british hasta restaurantes italianos o tailandeses o locales de copas originales.

Exterior del 'pub' de estilo tudor The Wheatsheaf, en Fitzrovia (Londres).

Fitzrovia suele pasar desapercibido, entre las luces del Soho y las calles llenas de gente de King’s Cross y Camden, pero el barrio tiene un interesantísimo pasado bohemio, de cuanto los escritores, artistas e intelectuales se instalaron allí. Hoy sigue combinando los encantos del centro de Londres con un ambiente un poco más marginal. Y lo mejor: está cada vez más lleno de buenas propuestas para comer o cenar. Entre las propuestas más curisosas está The Attendant, una cafetería instalada en un antiguo aseo victoriano. Si nos va más el té, en Lucy Wong saldremos del típico té inglés para probar el té asiático en un bar subterráneo de inspiración china. La selección de bocados dulces y salados incluye típicos pastelitos británicos, pero también dim sums, duck puffs o baos de salmón.

Los fines de semana encontraremos maravillosos brunch en sitios preciosos como Mr Fogg’s Botanical Tavern & Treehouse, donde no conviene perderse los huevos florentinos y las tostadas francesas de los domingos. Otra joya, pero esta vez para beber, es el Bandra Bhai, un bar escondido donde sirven bebidas de inspiración india, decorado con ambiente como de bar clandestino. También es curioso el Boys! Boys! Boys!, una galería queer que es un centro cultural para la comunidad LGTBIQ+ de Londres, y se ha convertido en la primera galería de fotografía artística dedicada a la fotografía queer. La cafetería sirve su propio vino y café.

Más convencionales son los pubs, y uno de los más destacados de la zona es Lore of the Land, una taberna tradicional británica propiedad del director Guy Ritchie. Como en todo pub que se precie, sirve los típicos platos británicos y cerveza artesanal, entre ellas las creaciones de Ritchie en su fábrica Gritchie Brewing, en su propiedad en Wiltshire.

Otras experiencias gastronómicas sin salir del barrio son comer un bagel en B Bagels, en Tottenham Court Road, que forma parte de una cadena muy extendida en la ciudad y que incluye todo tipo de rellenos, desde los clásicos de salmón ahumado y queso crema hasta otras mucho más creativas. Para cenar, una buena opción es el popular Circolo Popolare, con buena cocina y también con una divertida decoración. Es uno de los mejores italianos de Londres.

Aunque nos ha traído hasta Fitzrovia el paladar, no estaría de más hacer una ruta literaria por este barrio, pero de pub en pub. Literary Pub Crawl es un circuito por locales donde pararon a beber muchos escritores e intelectuales de la bohemia londinense, como The Wheatsheaf, frecuentado por Dylan Thomas o George Orwell.

Por último, San Francisco y el Fisherman’s Wharf

Los foodies son legión en San Francisco y una de sus rutas preferidas es la del Fisherman’s Wharf, donde la gastronomía varía entre una sopa clam chowder (caldo de almejas y patata servido dentro de un pan), la mejor cocina internacional o la típicamente californiana.

Visitantes un fin de semana en Fisherman's Wharf, en San Francisco.

Marina District, lo que es hoy el Fisherman’s Wharf, es el centro de la cocina marinera. De hecho, el emblema que anuncia el barrio es un cangrejo. Por ello, es obligado comer mariscos o pescados en esta antigua zona de pescadores. La forma más auténtica de comer son los puestos callejeros de la calle Taylor, pero también hay restaurantes en el muelle, como el Blue Mermaid, en el que es recomendable pedir un cioppino (cangrejo con mejillones y tomate), o el legendario Scoma’s, que además tiene su propio barco. Uno de los lugares más frecuentados es The Codmother, el food truck que montó la inglesa Suzanne Acevedo cuando sintió nostalgia del fish&chips de su país. Triunfa con su pescado frito y sus tacos de pescado.

Para dulces, uno de los puntos neurálgicos de Fisherman’s Wharf es Ghirardelli Square, que fue una de fábrica de chocolate muy famosa e innovadora y que hoy es uno de los proyectos gastronómicos y de ocio más notables de San Francisco. Conserva tres espacios donde comprar sus dulces, desde sus famosos chocolates (de caramelo salado, toffee o cereza y almendra, entre otros) a los helados tipo sundae o chocolate caliente. En esta plaza se puede también tomar otras especialidades exóticas, como los dim sum de Palette Tea House, un templo de la cocina cantonesa especializado en este plato, que pueden completarse con un postre de dumplings al vapor rellenos de yema de huevo. En la parte alta y con vistas hacia Alcatraz, se encuentra Barrio, un bar especializado en cocina latina, en general, y mexicana, en particular. Además, la zona presume de tener en sus calles decenas de propuestas de otras latitudes del mundo, como Boudin, con panes franceses de masa madre.

Para terminar, nada mejor que tomar un café en The Buena Vista, que en otro tiempo fue lugar de reunión de pescadores con una vista privilegiada —de ahí su nombre—. Este bar centenario sigue sirviendo su creación más famosa, el Irish Coffee, con la misma receta con la que se elaboró por primera vez en 1952: whisky irlandés, café, azúcar y crema añeja.

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