Decepción en las familias de los presos palestinos exiliados: de esperarlos con ropa nueva a volver a casa sollozando
Un cambio israelí de última hora en el listado de excarcelados expulsó a Egipto a una decena de reclusos que iban a ser liberados en Cisjordania


Ibtisam y Raed Imram están hechos polvo. Nada calma su llanto. Ni los abrazos, ni las bienintencionadas frases de consuelo. Hace tres días, su hermano Muhammad aparecía en el listado inicial de los 100 (de un total de 2.000) presos palestinos que serían excarcelados este lunes en su Cisjordania natal, en el marco del canje con Hamás por los últimos 20 rehenes israelíes vivos. En el listado definitivo, publicado la misma mañana de la liberación, figuraba ya, sin embargo, entre los 154 expulsados a Egipto, a consecuencia de los opacos cambios que las autoridades israelíes introdujeron a última hora, aprovechando su posición de fuerza y que el presidente de EE UU, Donald Trump, volaba ya hacia Israel para exhibir su éxito ante el Parlamento. “Esperaba ver hoy a Muhammad. Pensaba que quizás la lista estuviese equivocada… pero por desgracia no ha venido”, aseguraba Ibtisam en el Palacio Cultural de la ciudad cisjordana de Ramala, mientras otras familias trataban de animarlos con expresiones como “Todo está en manos de Dios” u “Ojalá aún aparezca”, o corrían a su lado para recibir a los suyos. Nunca llegó. El último autobús con reclusos arrancó vacío y sus dos hermanos regresaron cabizbajos al coche en el que habían viajado dos días antes desde la zona de Hebrón con la convicción de que volverían a abrazarlo este lunes.
Tienen un sentimiento agridulce, conscientes también de que, sin canje de por medio, Muhammad seguiría hoy entre rejas. Tiene 43 años y la justicia militar israelí lo condenó a 13 cadenas perpetuas por idear una famosa emboscada en Hebrón en 2002, en plena Segunda Intifada. Tres milicianos de la Yihad Islámica mataron a 12 soldados, policías de fronteras y vigilantes del asentamiento judío de Kiriat Arba, al abrir fuego simultáneamente desde varias direcciones. Muhammad puso fin este lunes a 23 años en prisión, parte de ellos sin derecho a visitas familiares.
El relato de Ibtisam coincide con el de otras familias de presos en el lugar y con lo que denunció la pasada semana la asociación de reclusos palestinos. Cuenta que un mando militar israelí le anunció por teléfono que su hermano sería liberado en Ramala este lunes. Y que, después, varios soldados israelíes (Cisjordania está bajo ocupación militar desde hace casi seis décadas) irrumpieron en su casa de madrugada para advertirles de que todo festejo del regreso, por mínimo que fuese, acabaría con toda la familia en prisión. “Allanaron la casa destruyendo lo que había dentro y nos informaron de que iba a ser liberado y llevado a Ramala, y que cualquier tipo de celebración estaba prohibida. Su nombre figuraba en la lista de los que serían liberados y llevados a Cisjordania, no deportados. Esta mañana nos sorprendió ver que ahora estaba entre los deportados. No puedo creer que las listas no sean claras y nadie sepa qué está pasando”, afirmaba entre lágrimas.

Entre llanto y llanto, la mujer preguntaba a otros presos, buscaba desesperadamente información que contradijera la realidad que iba procesando su cerebro según salían más y más reclusos, y ninguno era su hermano. Uno de ellos le confirma a la carrera que Muhammad estaba con ellos en Ofer (la prisión militar de Cisjordania en la que reunieron a una parte de los 2.000 del canje), pero que los funcionarios de prisiones se lo llevaron la tarde anterior al grupo de los deportados. En realidad, sabe por los medios de comunicación que su hermano está camino a Egipto, pero aún no ha podido hablar con él —algo que denuncian otras familias— ni sabe formalmente más que lo que aparece en el último listado: la expulsión a un país sin identificar.
En el caso de los palestinos de Cisjordania, el exilio de los familiares es más que una decepción. Supone, probablemente, no volver a verlos más que por videollamada. Israel impide que Palestina tenga aeropuerto, controla cualquier salida de Cisjordania —incluido a Jordania— y suele vetar el cruce a la familia extendida de aquellos con un condenado por atentados contra israelíes.
Su caso no era una excepción este lunes en Ramala. Algunos rostros denotaban una espera dolorosa, mientras la multitud gritaba “Alá es el más grande” y cogía en volandas a los 88 que sí llegaron. Un hombre canoso y con el rostro desencajado irrumpía entre los primeros reclusos liberados, preguntando ansioso: “¡¿Venía con vosotros Abu Ahmed!? ¿Venía con vosotros?!”. Uno le responde que lo vio, pero que los funcionarios de prisiones israelíes nunca lo hicieron subir al autobús.
Imperaba el desconcierto, por los cambios de última hora en el listado y porque los representantes de la Autoridad Nacional Palestina presentes en el lugar poco podían aclarar a las familias: su único papel en el proceso ha sido recibir los nombres.
El exministro de Asuntos de los Presos, Qadura Fares, es uno de ellos y carga contra el Gobierno de Benjamín Netanyahu por “manipular” el listado a última hora. “Anoche [este domingo] alrededor de 12 presos debían ser liberados a Cisjordania, pero Israel los exilió. Es la misma miserable tradición que sigue con cada acuerdo: no respetarlo. Siempre busca las lagunas para vulnerarlos”, se quejaba en las escaleras del centro.

Fares admitía además su “decepción” por el veto israelí a los cinco nombres de mayor peso: Marwan Barghuti, Ahmad Saadat, Abbas Al Sayyid, Ahmad Abu Al Hayja y Abdula Barghuti. Cumplen condenas de entre 30 años de prisión y varias cadenas perpetuas por organizar atentados contra israelíes. Hamás, en su debilidad, no logró imponer uno solo. La negociación estaba aún más viciada desde el momento en que Trump anunció un pacto, aunque las partes no habían consensuado aún la lista de reclusos.
Entre los 12 cambios de última hora que denunciaba el exministro estaban los de Miqdam Yaber y Mohammed Al Hammami, a los que sus familiares esperaban con el rostro desencajado antes de la liberación de los presos.
Abu Yawad, hermano de Yaber, navegaba entre la desesperanza y la negación por la “profundamente frustrante y dolorosa” noticia que le había caído encima de la noche a la mañana. “La lista que recibimos hace tres días incluía su nombre entre los que serían liberados en Cisjordania y aún seguimos sin entender qué ha pasado, qué está sucediendo. Hemos hablado con otras familias de presos que también están aquí y descubierto que muchos nos enfrentamos a la misma situación impactante”, se quejaba.
El propio preso, relata, los llamó (una excepción en los últimos dos años de enorme endurecimiento de las condiciones carcelarias) desde la prisión de Ofer y les contó que sería liberado el lunes en Ramala. Y las fuerzas israelíes entraron luego en la casa familiar para avisarles de que “cualquier forma de reunión, celebración o expresión de alegría estaba estrictamente prohibida”. Al final, no habrá siquiera festejo posible. “Lo hemos estado esperando cada segundo, y cada segundo parecía un año”, lamentaba. Su hermano aparece en el listado del Ministerio de Justicia israelí como condenado a perpetuidad en 2009 por la justicia militar por “intento de asesinato, actos hostiles y asesinato mediante actos hostiles”.
El caso de Mohammed Al Hammami es similar. Su hermana, Um Rafaat, sollozaba y encadenaba cigarrillos en el coche donde guardaba la ropa nueva que le compró para la ocasión. La idea era que se pudiese quitar la ropa de presidiario, se duchase y se comiese un enorme maqlube. Es un plato muy típico en la zona y “el favorito” de su hermano, así que se lo preparó como bienvenida y lo trajo desde su casa en la ciudad de Nablus, en el norte de Cisjordania.
Um Rafaat ya sabía entonces que su hermano había pasado esa misma mañana al apartado de expulsados al extranjero. Pero todavía se esforzaba por conservar la temperatura del maqlube, confiando en que todo fuese “un trágico error” y su hermano estuviese a punto de “volver con los suyos”.
Relata el mismo proceso que Abu Yawad: su hermano (nacido en 1979 y condenado por la justicia castrense a tres cadenas perpetuas) les llamó dos días antes desde prisión y mencionó que se verían el lunes en Ramala. Así aparecía asimismo en el listado inicial. Y se lo confirmaron las fuerzas israelíes cuando entraron en su casa “a las cuatro de la madrugada” para dejarles clara la prohibición de “recibir gente o celebrar cualquier tipo de celebración” cuando se produjese el canje.
“Es todo muy extraño. Esperábamos verlo hoy y abrazarlo, pero aún desconocemos su destino. Contactamos con el Ministerio de Asuntos de Presos para confirmarlo, pero no tenían información. Pensábamos que si lo deportaban, la ocupación [Israel] nos habría informado. Nuestra fe en Dios mantiene viva nuestra esperanza”.
Horas más tarde, con los últimos operarios limpiando el recinto de la celebración, Um Rafaat regresó a Nablus con la ropa nueva y el maqlube para su hermano intactos.
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