Choques de costumbres con la comida al viajar: deja en paz los palillos y haz ruido al sorber la sopa
Conductas normales en España cuando vas a un restaurante pueden ser de mala educación en otros países, y viceversa. Cocineros y periodistas relatan sus momentos más difíciles de ‘shock’ cultural

Ni la globalización, que llevó a 8.700 millones de pasajeros a volar en 2023 por todo el mundo según cifras de la International Civil Aviation Organization (ICAO), ni las cadenas de comida rápida que emergen como setas –41.000 puntos de venta tiene la más conocida en todo el mundo–, han conseguido desdibujar los rasgos gastronómicos y de etiqueta a la mesa que caracterizan a los diferentes países.
No dejar propina en Japón. Dejarla de manera obligatoria en Estados Unidos. Nunca comer directamente con el tenedor en Corea. Aceptar siempre una invitación a café en Etiopía y a té en Marruecos. Evitar comer con la mano izquierda en países musulmanes. Constatar que pedir algo ‘muy picante’ en México puede acabar en transplante de lengua.
¿Quién no la ha liado intentando entenderse con un camarero o ha quedado perplejo al descubrir en qué consiste exactamente el plato que ha pedido? La aventura culinaria sigue siendo uno de los aspectos más interesantes de viajar, así como la causa de momentos para el recuerdo y para el olvido como los que nos cuentan amigos y colaboradores comidistas.
Con Japón hemos topado
Se trataba de su primer viaje a Japón, cuenta el cocinero navarro Jesús Ibar, un país al que hacía tiempo que le tenía ganas. Sushi, ramen, okonomiyaki, no veía la hora de probar en origen todos esos platos nipones que adoraba y para los que se sentía sobradamente preparado. Años de visitas a locales de comida japonesa en España habían convertido los palillos en una extensión de sus dedos. Se comía el wasabi como si fuera mermelada de melocotón y untaba el sushi en la soja por el lado del pescado, evitando así el desmoronamiento de la pieza característico de niveles menos avanzados. En cierto modo, los muchos cursos de comida japonesa, las películas de Kitano y su jersey con la ola de Kanagawa hacían que este viaje fuera, casi, como una vuelta a casa.
Hasta que su acompañante japonesa fijó su mirada en él. “Pedimos arroz y sopa de miso con verdura, pescado y huevos revueltos con tofu. Los japoneses son muy discretos, pero yo había notado algo en su expresión facial. Entonces me di cuenta de cuál era el problema. Ella cogió el bol de sopa de miso, se lo llevó a la boca y empezó a sorber mientras atrapaba los trocitos sólidos con los palillos. Más tarde me confirmó que la manera en la que comemos japonés muchos extranjeros, dejando siempre el bol en la mesa y manchándonos la camisa, les recuerda, a veces, a un perro”, ríe Jesús.

Asia es el continente más grande del mundo –ocupa el 8,7% de la tierra– y, como tal, su gastronomía, y las costumbres a la mesa, son increíblemente variadas. La periodista gastronómica y colaboradora comidista Claudia Polo también recuerda bien su primer viaje a Japón en familia. “Somos muy de compartir todo, algo muy habitual en España. Se piden varias cosas y todos vamos probando un poco de cada”, arranca. “En Japón es muy habitual que los restaurantes estén especializados en un producto o elaboración, además de que muchos sitios están ya hechos para comer solo. Si es un local de udon, solo hay udon. Si vas a un okonomiyaki, sólo podrás degustar eso. Siempre nos atascábamos mucho porque no podíamos asimilar que todos tuviésemos que pedir lo mismo, o algo muy parecido”, explica.
Es posible que un kamayan filipino ayudara a desquitarse a la familia Polo: esta palabra quiere decir ‘comer con las manos’ en tagalo, y con ella se designa en Filipinas al convite festivo y comunal en el que la comida –fideos estilo pancit batil patong, lechón asado con ajo, citronella, cebolleta y jengibre, arroz y fruta– se sirve sobre hojas de plátano dispuestas en el centro de la mesa de donde los comensales comen directamente con las manos. Para los filipinos, el kamayan es la máxima expresión de amistad y encuentro, y la mínima de platos y cubiertos.

Los palillos no son banderillas
Aun así, en el Este y Sudeste asiático hay ciertas costumbres compartidas que conviene conocer para evitar episodios como el narrado por Jesús Ibar. Por ejemplo, no clavar los palillos verticalmente en el arroz, como si de dos banderillas, o más bien de un ritual funerario, se tratara; porque en los velatorios japoneses se coloca como ofrenda para el difunto un bol de arroz con los palillos clavados verticalmente. En China este gesto recuerda así mismo a los dos palitos de incienso que se clavan en un cuenco con arena en las mismas circunstancias así que, para evitar que la comida acabe pareciendo un funeral, los palillos descansan, por favor, sobre la pieza que se proporciona para ello.
La etiqueta de los palillos pasa, también, por no apuntar nunca con ellos a otra persona ni utilizarlos para servirse de boles comunes. En China cada vez más restaurantes proporcionan palillos blancos y negros para evitar confusiones. Los negros son los ‘privados’, y se utilizan para comer del propio cuenco, mientras que los blancos se usan para servirse de los comunales, junto con las cucharas. Dejar comida en el plato es, también, un gesto a evitar en esta zona del planeta pues se considera poco respetuoso hacia el cocinero. “En realidad”, explica Jesús, “existe una regla básica a la que yo me adhiero, que es allá donde fueres haz lo que vieres”. Esto, añade el pamplonica, ayuda a navegar bastantes situaciones en restaurantes de todo el mundo. Aunque, en ocasiones, conlleve sorber como un oso hormiguero.
La primera visita de quien escribe a un restaurante de pho, la sopa de fideos de arroz vietnamita con ternera y vegetales frescos añadidos una vez servido el caldo, fue, cuanto menos, chocante. Seguramente no había una sola persona que no los comiera cual aspirador y es que, en Vietnam, como en otros países de la región, sorber ruidosamente es la manera de demostrar que la comida agrada. Degustar en absoluto silencio puede llevar a pensar que la vianda no está buena o que hay algún problema y, al parecer, los sorbos son como música para los oídos del cocinero. Sorber es, incluso, más recomendable que dejar propina, algo que en la mayoría de los países de Asia, sobre todo en zonas todavía no colonizadas por el turismo en masa, puede resultar chocante. Por lo general, no se espera del cliente que deje propina, si bien en cada vez más locales de moda en lugares turísticos comienza a instaurarse esta costumbre importada de países como Estados Unidos.

En Italia, el aperitivo, a las seis de la tarde
Incluso en países aparentemente tan similares al nuestro como Italia las costumbres cambian, o se dan la vuelta. “En Italia, pedirse un cappuccino después de comer es de guiris”, nos cuenta la pamplonica Laura Sáenz de Buruaga, afincada en Italia desde hace más de veinte años y seguidora de El Comidista. Sin embargo, tomarse el aperitivo con tapeo a las seis de la tarde es de lo más local, como pudo comprobar la colaboradora comidista Daniela Santos Quartino. “Mi alegría es fruto de la pura ignorancia. Hace unos años hicimos un viaje en coche por la costa de la Liguria, una región que recomiendo muchísimo –quitando los lugares más turísticos– porque es muy tranquila, bonita y se come como los Dioses. Es la cuna de la focaccia y del pesto, ni más ni menos”, nos cuenta, proporcionándonos dos argumentos de ‘pesto’ para viajar inmediatamente. “Pues resulta que una tarde, después de una larga caminata, fuimos a tomar algo a uno de los muchos bares de la costa. Pedimos cada uno un spritz (perdón por la falta de originalidad). Antes de que llegasen las bebidas el camarero nos trajo un montón de pequeños platillos variados, los dejó en la mesa y se fue”, prosigue.
No habiendo pedido nada para comer, Daniela y sus acompañantes dieron por sentado que se trataba del malentendido gastronómico de las vacaciones. “De hecho, teníamos una reserva para cenar en un restaurante un poco más tarde, en el que pensábamos ponernos las botas. Hablamos con el camarero y nos explica que lo que había traído era el aperitivo, lo cual nos deja aún más confundidos”. Resulta que el aperitivo es una costumbre del Norte de Italia que está bastante extendida hoy en todo el país. “A diferencia de España, se toma entre las 18 y las 21 horas con la idea de abrir el apetito para la cena. Se paga por la bebida, la comida es de cortesía y toda una sorpresa porque nunca sabes qué te traerán”, describe Santos.
Aplicando la filosofía allá donde fueres come lo que vieres [si está bueno], la periodista explica que “a partir de ese día tomamos el aperitivo al menos un par de veces más en bares diferentes y cada vez era una fiesta. Desde trocitos de la típica focaccia, hasta platitos con pasta, arroz, embutidos, patatas e incluso bruschettas con tomate y queso. Y a las nueve cenábamos. Claro que sí”, defiende.
Comiendo en el extranjero no hace falta hacerse el valiente
El artista y responsable del programa educativo del Museo de Arte Abstracto de Cuenca David Plaza ha vivido en diferentes países y tiene un recuerdo grabado a fuego en las papilas. “Cuando vivía en México me pedí una gordita en un sitio de antojitos. Había una niña comiendo delante de mí. Conocía a la mujer que despachaba porque el lugar estaba al lado de mi casa e iba con frecuencia, así que le dije que me pusiera lo mismo que a la niña. La mujer me dijo ‘cuidado que es brava’ y yo le dije, ‘no pasa nada, ya me estoy acostumbrando’. Comí lo mismo que la nena y picaba a rabiar, me caían lágrimas y todo. La niña, por cierto, se lo pasó pipa viéndome sufrir”, recuerda.
Quien escribe también decidió lanzarse y pedir para desayunar dos platos sorpresa en una cafetería yiddish de Nueva York, eligiéndolos al azar, junto con un café con leche. Lejos estaba yo de imaginar la variedad de productos que ofrecen los locales judíos neoyorquinos a primera hora de la mañana. Cuando vi al camarero acercarse a nuestra mesa con el café y una bandeja de pepinillos pensé que se equivocaba, pero no. Al ver salir la segunda bandeja de pepinillos con otro tipo de salsa en nuestra dirección, ya sabía que era para nosotros.
Preguntar a los locales y dejarse aconsejar siempre es una buena opción para asegurarse de que vamos por el buen camino, si el idioma o nuestras capacidades comunicativas nos lo permiten. Las valoraciones en internet, explica la coordinadora comidista Mònica Escudero, no siempre son fiables. “Algo que he aprendido es que las valoraciones en Google de los restaurantes son especialmente subjetivas y optimistas cuando estás de vacaciones en un sitio bonito. Es posible que ese 4.5 tenga más que ver con la playa, el río o el sitio en general, que con la calidad real de lo que vas a comer”, opina. “Así que a) pregunta a los locales y b) bájale tres tonos a las expectativas”, nos recomienda. Con ganas y paciencia, comunicarse con los locales no es tan complicado, aunque las señas, eso sí, conllevan sus riesgos. En un viaje a Marruecos pedimos un estupendo pescado al horno que iba acompañado de una gran fuente de patatas fritas. Éramos diez y, apuntando con el dedo a la bandeja de patatas, y luego a un plato, hice el signo de diez con las manos. A los pocos minutos teníamos otros diez platos de patatas fritas con nosotros.

Comer con las manos en lugares de Asia, África y Eurasia
Adaptarse a las costumbres locales e intentar dejar las propias en casa es clave para disfrutar de la gastronomía allende nuestras fronteras. En ocasiones esto pasa, como hablábamos más arriba, por abandonar los cubiertos. El seguidor comidista Víctor Cusí ha viajado a lugares remotos por su trabajo y recuerda las semanas que pasó en el Oeste de la India, en el Guyarat, cerca de la frontera con Paquistán.
“Comíamos en casas particulares porque no hay infraestructura turística y la gente era muy generosa con nosotros. Nos ofrecían lo que tenían, que era, casi siempre, lentejas. Todo el mundo comía con la mano derecha y yo, que soy zurdo, me pasé tres días tirándome todo por encima. Entonces el tercer día veo a un local que comía con la mano izquierda y pregunto si se puede y me dice que sí, que no pasa nada. Fue mi salvación”, explica. Aunque en la mayoría de estos países se recomienda comer con la mano derecha, pues se entiende que la izquierda se utiliza para cosas ‘impuras’, lo contrario no está ‘prohibido’ y lo mejor, como siempre, es hablarlo.
También practicarlo: cuando voló a Etiopía, Víctor ya iba más preparado para desprenderse de los cubiertos, pero la siguiente sorpresa estaba en camino: en la primera comida, en casa de un amigo, la madre de éste, la anfitriona, le introdujo un trozo de injera, o pan plano, con un tipo de garbanzos estofados directamente en la boca. Este gesto se considera una muestra de hospitalidad en un país con algunas de las tradiciones culinarias más antiguas que existen, y cuna del café. “En Etiopía las comidas en familia se sirven sobre un gran injera que sirve de gran plato y se utiliza también para coger los diferentes tipos de estofados y ensaladas que se sirven encima”, recuerda un Víctor ya experto. Lo suficiente para saber que el siguiente ‘debut gastro’ le espera al bajar del próximo avión.
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