Por el triángulo mágico de la Campiña sevillana: Écija, Osuna y Carmona
Un recorrido por estas tres ciudades renacentistas que esconden un legado histórico y artístico con paradas en otras villas imprescindibles, llenas del más genuino encanto andaluz

La cercanía a la ciudad de Sevilla hace que localidades extraordinarias de la Campiña andaluza pasen desapercibidas. Es el caso de Écija, Carmona u Osuna, villas renacentistas que esconden un fabuloso legado histórico y artístico. En esta zona también hay otros rincones imprescindibles llenos del más genuino encanto andaluz. Quizá sean poco conocidas, pero no por ello menos interesantes. Lo que es seguro es que son una apuesta para escapadas futuras, en otoño, cuando el calor ya no apriete.
Écija: espectáculo barroco y pasado romano en la Campiña
A orillas del río Genil y con 11 torres que sirven casi de faros en medio de la Campiña, Écija es una de las ciudades más subestimadas de la provincia de Sevilla. A su sombra se despliega un increíble legado histórico y artístico, que va de la arquitectura árabe a los edificios barrocos —iglesias, conventos y museos— que asoman por todas partes.
A la “sartén de Andalucía”, como se apoda a esta ciudad por sus altas temperaturas de verano, hay que dedicarle al menos un día completo, preferiblemente cuando pasen los calores estivales. Es la menos visitada de las grandes localidades de la Campiña sevillana, pero ahí radica uno de sus encantos: ofrece una imagen muy auténtica de la vida urbana andaluza. Esta localidad fue para los romanos la colonia Augusta Firma Astigi, una de sus principales ciudades en Hispania, que prosperó con el comercio de aceite de oliva por todo el Imperio. Por eso hay restos romanos por todas partes, incluso bajo la plaza principal.
Un buen sitio para empezar a conocer Écija es la plaza de España, en torno a la cual se extiende el casco antiguo y se asoman las iglesias de San Francisco y Santa Bárbara, uno de los primeros monumentos neoclásicos de la región. A poca distancia, desde la torre barroca de la iglesia de San Juan se contemplan unas vistas mágicas. Cerca están el convento de las Teresas, situado en el palacio del Conde de Palma, con su refinada portada mudéjar del siglo XV; y la iglesia de Santa Cruz, con una torre renacentista que es en realidad el antiguo alminar de la mezquita mayor. El patrimonio religioso se completa con la iglesia gótico-mudéjar de Santiago.

Y quedan los palacios de Écija. Se puede empezar por el de los marqueses de Peñaflor, obra maestra del barroco civil; seguir por el de Justicia, con un pintoresco patio de resonancias granadinas; y acabar con el de Benamejí, sede del Museo Histórico Municipal, donde no faltan restos romanos —alberga unos fabulosos mosaicos—. De todos ellos, tal vez el más simbólico es el de Peñaflor, llamado el “palacio de los balcones largos”. Fue mandado a construir por una de las grandes fortunas de España a finales del siglo XVIII y conserva una espectacular fachada decorada con pinturas al fresco y paisajes enmarcados. Desde el mirador de este palacio se contempla una de las mejores vistas de Écija. Y no nos podemos ir sin fijarnos en la Casa del Gremio de la Seda, que es uno de los edificios más bellos de la ciudad, barroco, del siglo XVIII, con frescos en su fachada y arquerías.

Si hacemos pausa gastronómica aquí, una buena opción es Ágora, uno de los bares de tapas y restaurante más frecuentados del lugar. Tiene una terraza sombreada y prepara especialidades como la carrillada estofada al fino de Montilla, el bacalao confitado y otras delicias.
Puente Genil, la ciudad del membrillo
A solo 42 kilómetros de Écija, en la provincia de Córdoba pero limitando con la de Sevilla, hay un lugar que se merece una parada. A horcajadas del río Genil y con sus dos barrios unidos por un puente proyectado a finales del siglo XVI, Puente Genil cuenta con un Museo Histórico Municipal y algunas iglesias interesantes, pero la villa es famosa por la carne de membrillo que venden sus confiterías. La mejor de España, según sus vecinos. Si se quiere conocer el proceso de elaboración hay que acercarse a La Góndola, una empresa familiar con más de un siglo de vida que, previa reserva, organiza visitas guiadas.

También merece la pena visitar la villa romana de Fuente Álamo, en las afueras, fundada en el siglo III y compuesta por varias dependencias, algunas de ellas con excepcionales mosaicos.
Más información en la guía En ruta por España y Portugal de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.
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Mantecados y polvorones entre iglesias y palacios en Estepa
A Estepa, en la provincia de Sevilla, se la conoce como “el balcón de Andalucía” porque desde lo alto del cerro de San Cristóbal —actualmente solo quedan la torre del homenaje y algunos tramos de muralla— se divisan Sevilla, Granada y Málaga. En el casco histórico, de trazado árabe, se alza la torre de la Victoria, una obra maestra del barroco andaluz, edificada con mucha ornamentación como campanario de la desaparecida iglesia de la Victoria. No muy lejos, en el Museo Arqueológico Padre Martín Regio podemos remontarnos a la larga historia de la localidad a través de los hallazgos prehistóricos, romanos y medievales de los yacimientos alrededor de la villa.

Esta es ciudad de iglesias y conventos monumentales, pero tal vez su principal edificio sea el palacio barroco del Marqués de Cerverales, fácil de localizar por su portada flanqueada por columnas salomónicas. Organizado alrededor de un patio, el edificio conserva los muebles y la decoración originales.
Sin embargo, no es su patrimonio lo que ha dado fama a Estepa, sino su repostería, en especial sus mantecados y polvorones navideños, elaborados de manera artesanal en varios obradores. Entre otros, destaca el convento de Santa Clara, un cenobio fundado en la cima del cerro en 1599.
Osuna: una ciudad íbera, romana, renacentista y barroca
Apenas 25 kilómetros separan Estepa de Osuna, dos ciudades con historias y encantos similares, pero cada una con su personalidad. Osuna fue fundada en torno al siglo X antes de Cristo por los turdetanos y después llegaron los íberos, griegos y romanos. Todos dejaron allí sus huellas. El resultado es un lugar donde la historia ha ido tejiendo una villa de sorprendente belleza. Salpicada por palacios nobiliarios, iglesias, monumentos y museos, vivió su auge durante el siglo XVI, cuando gracias al mecenazgo de los duques locales se enriqueció con sus mejores edificios, que son los que hoy se alzan alrededor de la plaza Mayor.

Es un placer callejear sin rumbo por el casco histórico de Osuna entre mansiones barrocas magníficamente conservadas. Si preferimos ir a tiro hecho, las joyas imprescindibles son su Museo Arqueológico, cuya pieza estrella es el Toro de Osuna, una escultura íbera del siglo X a.C.; el convento de la Encarnación, con su museo de arte sacro; el palacio de la Antigua Universidad, fundada en 1548; y la colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, un templo renacentista que tras sus sobrias líneas exteriores guarda magníficos retablos y cobija el panteón Ducal, en forma de llamativa cripta barroca. Además, sus salas albergan el patrimonio artístico de los duques de Osuna, con pinturas de José de Ribera, el Españoleto y obras esculpidas por Juan Pascual de Mena.
Pero lo más llamativo de Osuna son sus palacios. Aunque la mayoría no se pueden visitar, sus fachadas son increíbles. Uno de los más impresionantes es el de los Cepeda, de finales del siglo XVIII, que llama la atención con su balcón encima de la portada coronado por dos alabarderos de piedra de tamaño natural sosteniendo el escudo de la casa. Está en la calle de la Huerta, detrás del Ayuntamiento, y es la actual sede de los juzgados de Osuna. También llama mucho la atención el portal del palacio de Govantes y Herdara, en la calle Sevilla, del siglo XVIII, con pilares retorcidos con incrustaciones de uvas y hojas de parra. El palacio Marqués de la Gomera es más fácil de ver: actualmente es un hotel.

Para hacer un alto y tomar algo típico, Casa Curro es un legendario bar, siempre lleno de lugareños. Un matrimonio lleva décadas manteniendo una infinita carta de tapas, bocadillos y raciones. Y para los que prefieran el dulce, el lugar es la Pastelería Santo Domingo, una pequeña panadería de la calle principal famosa por sus aldeanas, unos dulces alargados espolvoreados de azúcar lustre y rellenos de crema.
Los amantes de los mitos del cine no se olvidarán de que Osuna fue escenario de algunos episodios de la quinta temporada de Juego de tronos. Concretamente su centenaria plaza de toros se utilizó como Fosa de Daznak, la arena de Meereen, y unos 600 extras de la ciudad figuraron como esclavos luchadores y nobles espectadores.
Marchena, la bella desconocida
A 35 kilómetros al oeste de Osuna aparece otra de las ciudades del Guadalquivir: Marchena. Es sorprendente como una villa como esta, de enraizada tradición rural y rodeada por olivares, mantiene uno de los mejores legados artísticos y arquitectónicos de toda la Campiña sevillana. Y aún sorprende más que solo unos pocos viajeros la incluyan en sus rutas por la provincia de Sevilla. En esta ciudad son de obligada visita la iglesia de San Juan Bautista y la iglesia de Santa María de la Mota.
Fuentes de Andalucía, un plácido lugar
Menos conocida que el resto de las localidades de la Campiña sevillana, Fuentes de Andalucía es solo un plácido pueblo que custodia la iglesia de Santa María la Blanca. Ha sido reformada varias veces a lo largo de su historia y presume, sobre todo, de su retablo mayor barroco y de un excelente artesanado del siglo XVII. Para comprender la Campiña y lo que significa, es interesante el centro de interpretación instalado en un viejo silo del pueblo.
Otra parada curiosa a pocos kilómetros de Fuentes es el castillo de Monclova, del siglo XIV, que incluye un pequeño museo del aceite.
La historia de Carmona y sus tesoros
En una estratégica posición sobre un cerro a menos de 30 kilómetros de la ciudad de Sevilla, Carmona es uno de los municipios más sugerentes de Andalucía, salpicado de antiguos palacios y de monumentos antiguos. La mejor manera de acceder al casco antiguo, cercado por una muralla romana, es a través de la puerta de Sevilla, el más representativo de los monumentos locales. Tras esta, se alza el alcázar romano. En Carmona es obligatorio callejear por el centro, extendido alrededor de la plaza de San Fernando. Así descubriremos la iglesia gótica de Santa María, erigida sobre la antigua mezquita, a la que se entra pasando por el Patio de los Naranjos. También destaca el Museo de la Ciudad, con su exposición arqueológica en un palacio del siglo XVI; o la puerta de Córdoba, de tres arcos.

Este ya era un lugar importante en tiempos de los cartagineses, pero parte de su trazado principal, que aún perdura, fue realizado por los romanos. La Vía Augusta, que discurría de Roma a Cádiz, entraba en Carmona por la puerta de Córdoba, al este, y abandonaba la localidad por la puerta de Sevilla, al oeste. Años más tarde, los musulmanes la rodearon con un robusto muro defensivo, lo que no impidió que Fernando III tomase la ciudad en 1247. Posteriormente, los artesanos mudéjares y cristianos levantaron iglesias, conventos y mansiones que hoy son su seña de identidad. De todo ello nos va hablando Carmona mientras paseamos por sus calles.

La Taberna Mingalario (calle el Salvador, 7) es toda una referencia para sibaritas y una parada tradicional. Aquí, tanto los vinos como las tapas son excelentes. Otra opción es comer en Molino de la Romera, un molino del siglo XV reformado. Desde él se contempla la vega que rodea Carmona mientras se prueba la cocina local con toques modernos. No hay que dejar de probar la especialidad de la casa: la alboronia, un guiso de verduras con huevo duro picado y picatostes.
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