El nuevo Real Madrid, tan superado como el antiguo en las citas exigentes: falto de intensidad y de amenaza ofensiva
El equipo blanco, que creó en el derbi tan poco peligro como ante el PSG y Arsenal, amplía su lista de derrotas contra rivales de colmillo


El Madrid se embarcó este domingo a mediodía en un vuelo de ocho horas y media hasta Almaty (Kazajistán), mucho tiempo para rumiar la tunda que sufrió en el Metropolitano y con el castigo añadido de la baja de entre cuatro y cinco semanas de Dani Carvajal, lesionado en el sóleo de la pierna derecha. Tampoco viajó Militão, que necesita un mínimo de dos o tres días de recuperación por una fuerte contusión en el tobillo izquierdo.
Un mes y medio después de regresar a la actividad tras las breves vacaciones, el equipo de Xabi Alonso comprobó para su desgracia que sigue donde se quedó a mediados de julio, cuando el PSG le metió el 4-0 en las semifinales del Mundial de Clubes, que en realidad fue la continuación de los correctivos que había recibido en los meses anteriores del Barcelona (varios), Arsenal y Liverpool.
Si el nivel real de un grande solo cabe medirse ante un rival con un colmillo igual o parecido, como asumió el técnico vasco, el derbi tuvo efectos devastadores para los blancos después de la corriente de esperanza generada con los siete triunfos previos, logrados en citas mucho más amables (Osasuna, Oviedo, Mallorca, Real, Marsella, Espanyol y Levante). El equipo de Xabi terminó tan desnudo como solía quedar el curso pasado el de Carlo Ancelotti en un compromiso exigente, penalizado por males similares en el juego y el ánimo. El tolosarra, como el italiano, volvió a referirse a la cacareada falta de “intensidad” como lo más preocupante del varapalo y lamentó la pérdida de duelos. “No hemos competido al nivel que requieren estos partidos”, sentenció.
La acumulación de derrotas inapelables frente a rivales de peso ha abierto un agujero en la credibilidad de una escuadra que, precisamente, destacaba por su capacidad competitiva en las grandes citas. Desde que alzó la 15ª Copa de Europa en 2024 (a los mandos de Toni Kroos), el Barcelona le ha ganado 0-4 en Liga, 5-2 en la Supercopa con un jugador menos la última media hora, le metió cuatro goles en 25 minutos en Montjuïc (4-3) y le derrotó 3-2 en la prórroga de la final de Copa, el único clásico reciente parejo. El Arsenal lo redujo sin alardes en los cuartos de Champions (3-0 y 1-2), el Liverpool lo superó con holgura (2-0), y el PSG lo fulminó en media hora (4-0), ya con Alonso en el banquillo. De todos los choques ante sus pares en el último año, solo salió victorioso contra un City muy agrietado atrás y en la polémica tanda de penaltis frente al Atlético en Europa.
En el global del derbi más estos ocho últimos choques con el Barça, Arsenal, Liverpool, PSG, el Madrid ha encajado 32 dianas y solo ha metido 10, la traducción de una producción ofensiva que siempre fue inferior a su oponente en tiros a puerta y goles esperados, el termómetro para medir cuánto peligro crea un equipo. Este sábado, los blancos apenas dispararon dos veces entre los tres palos (sus dos dianas), una cifra tan baja como ante los parisinos en el Mundial de Clubes; y el dato de goles esperados se quedó en 0,58, similar a la que alcanzaron en la ida con el Arsenal.
Estatus de Bellingham
“Cómo reaccionamos va a ser lo importante, en el siguiente partido y cuando tengamos enfrente un equipo potente como el Atlético. Eso nos va a decir mucho de cómo somos capaces de crecer”, analizó Xabi Alonso, que recurrió de inicio al estatus de Jude Bellingham pese al poco rodaje del inglés tras su operación de hombro.
La primera respuesta del entrenador tolosarra tras el 4-0 del PSG en julio fue tratar de marcar cierta distancia. Aseguró que ese resultado era el final de la temporada, de la que él solo había formado parte el último mes, y que su etapa comenzaría al 100% a partir de agosto. Un mes y medio después, le toca gestionar de forma plena el 5-2 del Metropolitano. “No hay excusas”, admitió el sábado.
El fallo sistémico del Madrid en el derbi mostró errores viejos con y sin balón, y añadió un nuevo motivo de inquietud: el bajón de alguna de las nuevas adquisiciones. A Huijsen y Carreras, símbolos de la revitalización del Madrid en el inicio de curso, se les vio sobrepasados en varios momentos. El central, de 1,97 de altura, perdió el duelo con Sorloth en el balón colgado del 2-2, una acción aérea precedida de otra pelota por arriba que Le Normand le ganó a Tchouameni (1,88). Dos episodios que abren una brecha en una zaga de nuevo azotada por las lesiones (Rüdiger, Carvajal, Trent Alexander-Arnold, Mendy y las molestias de Militão). En la tercera jornada, el mallorquista Muriqi ya anotó por alto rodeado de madridistas.
La cacareada intensidad
Mientras, el centro del campo, sin refuerzos en verano, se quebró donde solía, sin capacidad natural para intentar amainar a través del pase las embestidas atléticas. Esa carta a la que siempre podía recurrir con Kroos. Las peticiones de Xabi, muy preocupado por tener el control de los partidos, para contratar un centrocampista con dotes organizativas recibieron la misma respuesta que Ancelotti. Además, en el Metropolitano, el técnico recurrió a un Bellingham escaso de kilometraje y llevó a Güler a la banda del sacrificado Mastantuono. Las apariciones del turco desde su orilla, sustituido a la hora, resultaron clínicas en los dos goles blancos, pero el juego del equipo nunca tuvo ligazón.
La quiebra del Madrid afectó a todos los rincones de su fútbol, y de nuevo también a la intensidad, la palabra estrella en tiempos de Carletto.
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