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El atentado contra Miguel Uribe Turbay en Colombia deja un país al borde de sus emociones

Las autoridades judiciales aún no conocen el autor intelectual del crimen, mientras la rabia y el desconcierto inundan el debate público

Personas rezan frente a la clínica Fundación Santa Fe por la recuperación Miguel Uribe, en Bogotá, el 13 de junio de 2025.
Camila Osorio

Por las conversaciones colombianas esta semana se mueven emociones difíciles de digerir, como la ansiedad de no saber bien qué pasó, la rabia al entender que una gran injusticia pasó, el desconcierto por no querer creer que eso que pasó, realmente, pasó. Y sobre todo el temor de que vuelva a pasar, de que Colombia esté encerrada en una violencia circular de la que es imposible escapar. Del trágico atentado ocurrido el sábado pasado contra Miguel Uribe Turbay, senador y precandidato del partido de oposición de derecha Centro Democrático, se saben aún pocas cosas. ¿Quién fue el autor intelectual del crimen? Solo hay teorías. ¿Va a sobrevivir el precandidato? Sigue en cuidados intensivos. ¿Cómo está su familia? Su esposa, vestida primero de negro y luego de blanco, da declaraciones de esperanza a diario desde la clínica ¿Qué impacto ha tenido esto sobre la democracia colombiana? Su magnitud aún es difícil de medir.

Hay algunas certezas indiscutibles: el político recibió un disparo en su cráneo en la tarde de sábado cuando daba un discurso en un barrio de clase media que se llama Modelia, al occidente de Bogotá, un lugar donde los vecinos no han hecho más que prender velas y rezar para que sobreviva. “Me conmovió mucho que lo vi tan contento solo unos minutos antes, tomándose fotos”, recuerda la dueña de una cerrajería. Lo filmaban ese día varios ciudadanos con sus celulares, porque era un senador que visitaba una zona a la que rara vez van los políticos. Por eso mismo varios bogotanos capturaron el momento que partió la historia de Uribe Turbay: el segundo en el que un joven le disparó sin que le temblara el pulso; los minutos siguientes en los que sangraba la cabeza del político, y un grupo de personas intentaba parar la hemorragia; la voz de la mujer que gritaba “lo mataron”.

Los teléfonos móviles también grabaron al sicario: un joven, de tan solo 14 años, pelo largo y oscuro, quien fue capturado en flagrancia cuando trotaba hacia su escape. Un escolta del senador le disparó en una pierna, cayó al piso, y un grupo de hombres intentó golpearlo. Ahí el chico gritó: “Perdón, lo hice por plata, por mi familia”. Su madre falleció hace años, su padre está ausente, vivía con tía en Villas de Alcalá, un barrio de clase baja. Está ahora bajo la custodia de la Fiscalía. Usó una pistola Glock 9 milímetros, también en manos de las autoridades, un arma semiautomática que permite hacer varios disparos en muy pocos instantes. Se vendió inicialmente en Arizona, Estados Unidos, en agosto de 2020.

Ahí se prendió un doloroso flash-back: un candidato presidencial al que le disparan en una tarima bien podía ser el liberal Luis Carlos Galán, fallecido en 1989; el niño al que le pagan para asesinar podría ser el joven sicario de 15 años que mató al candidato de izquierdas Bernardo Jaramillo, en 1990. Otro viaje al pasado implicó recordar que el senador Uribe Turbay es hijo de una famosa periodista asesinada en 1991, por la mafia de Pablo Escobar, cuando él era solo un chico. El senador ahora es el padre de un niño pequeño de casi la misma edad que él tenía cuando murió su madre.

Un altar dedicado Miguel Uribe en Bogotá, Colombia, el 9 de junio de 2025.

La indignación se tomó el espacio público. La derecha pidió cambiar la ley para castigar a los menores sicarios como a los adultos; la izquierda pidió recordar que los menores son menores. “Este muchacho es apenas un ejecutor material”, dijo la fiscal general, Luz Adriana Camargo. Otra forma de explicarlo: el niño es solo la mano de obra barata de un gran criminal.

Las cámaras de seguridad del barrio Modelia grabaron que el joven de 14 años no llegó allí solo. La unidad investigativa de Noticias Caracol dio a conocer el miércoles varios videos donde se pueden identificar cinco presuntos cómplices, así como autos y motos que dejaron al joven sicario cerca del parque donde se efectuó el crimen, y que luego lo estarían esperando para la huida. Una de esas personas ya está en manos de la Fiscalía, el ciudadano Carlos Eduardo Mora González, quien reconoció el terreno del ataque dos días antes del atentado, y ese sábado le entregó el arma al joven sicario dentro de un auto, donde este último se cambió de ropa. No se conocen aún sus motivos, o para quién trabajaba Mora.

Ahí se abre el terreno de la especulación, la enorme tierra de los videos en TikTok sin verificar, y de los políticos que han lanzado hipótesis al aire sin una base sólida. La clínica que atiende a Miguel Uribe Turbay, la Fundación Santa Fe, ha tenido que informar al público que un video viral, en el que supuestamente varios médicos comentan el estado de salud del senador, es falso. Otros medios han corregido que unos supuestos chats del joven de 14 años no son del día del atentado.

Los precandidatos Vicky Dávila y Daniel Quintero, a la derecha y a la izquierda, lanzaron teorías en redes sociales sobre los autores materiales del crimen, sin pruebas o autoridades que les respalden. El presidente Gustavo Petro soltó en un discurso la posibilidad de que “el autor del atentado sería la mafia con asiento internacional”. La Fiscalía tampoco ha confirmado información por esa línea.

Miguel Uribe Turbay ha recibido la mejor atención médica del país. Al llegar a la Fundación Santa Fé, fue sometido a una operación cerebral liderada por el médico Fernando Hakim, jefe del departamento de Neurocirugía de ese centro médico. También fue operado de una herida en el muslo izquierdo, y las dos operaciones fueron exitosas. Pero su estado, repite la clínica, sigue siendo de la “la máxima gravedad” y solo el miércoles informaron sobre “indicios de mejoría neurológica”.

Miguel Uribe Turbay, en una fotografía de archivo.

La democracia también pasa por un proceso delicado. Varios precandidatos para las elecciones presidenciales el próximo año han decidido congelar sus actividades a la espera de mejores garantías de seguridad. Los partidos independientes y de oposición han dicho que no reconocen al Gobierno de Petro como garante del proceso electoral. El director de la Unidad Nacional de Protección confirmó que solo dos de los siete escoltas de Uribe Turbay lo estaban protegiendo el día del atentado. ¿Estaba el Estado involucrado? Todo sigue en investigación.

La única certeza es que hay un hombre en la UCI que es hijo de una periodista asesinada, padre de un niño muy pequeño, senador de oposición que aspiraba a la presidencia, y que ya ha sobrevivido una semana tras un atentado que transformó, no solo el mapa político, sino la estabilidad emocional de Colombia.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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