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Modelia, el barrio que se queda sin velas para pedir por la vida de Miguel Uribe Turbay: “Las historias de terror que nos contaban los abuelos sí pasan”

Los vecinos del sector de Bogotá donde ocurrió el atentado contra el precandidato presidencial reflexionan ante un altar improvisado. Algunos lo conocieron ese día; otros dicen que lo han visto en televisión desde que era un niño de tres o cuatro años

Un altar en el lugar del atentado que sufrió el precandidato presidencial Miguel Uribe, el 7 de junio, en Modelia, Bogotá.
Lucas Reynoso

Los vecinos de Modelia se quedan absortos ante una docena de velas flameantes en el parque El Golfito. Miran, quedan en silencio, murmuran un par de palabras. Fue acá, el sábado, donde un sicario de 14 años intentó matar al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Los habitantes de este barrio bogotano, como todo el país, siguen conmocionados. Leen un folleto de campaña pegado a una roca, rodeado por las velas, con el rostro del joven senador de derechas. “Vuelve la seguridad”, dice. Algunos se persignan y rezan para que Dios lo salve. Otros reflexionan sin pensar en ningún Dios y lamentan el regreso de la violencia política: hace 35 años que Colombia no veía un atentado contra un candidato presidencial. Luego de unos minutos, se retiran y llegan otros que repiten el mismo ritual. Sucede una y otra vez, sin pausa, toda la tarde.

El silencio solo se rompe cuando los vecinos comparten sus impresiones entre sí. Hablan de una comerciante a la que el sicario le preguntó quién era el político al que le iba a disparar, cuestionan las fallas de la custodia y señalan la dirección por la que el asesino intentó escaparse. Hay mujeres mayores que recuerdan que tuvo “una abuela solidaria”, en referencia a Nydia Quintero, una filántropa que creó la Fundación Solidaridad por Colombia y que fue esposa del presidente Julio César Turbay (1978-1982). Hay personas más jóvenes que señalan que la madre del político fue Diana Turbay, una periodista secuestrada y asesinada por el narcotraficante Pablo Escobar en 1991. “Lo veíamos en la televisión desde que era un niño de tres o cuatro años”, comenta una mujer.

Residentes del barrio Modelia y simpatizantes de Miguel Uribe rinden una oración en el lugar del atentado.

Óscar Suárez, un agente inmobiliario de 65 años, cuenta que se demoró en llegar porque fue difícil encontrar velas: se habían agotado en varios sitios y recién tuvo éxito en una papelería que se había reabastecido en la mañana. “Es verde porque es el color de la esperanza”, explica, junto a su esposa y su hija. Comenta que no tiene definido su voto, pero que el senador le simpatiza a él y a su familia porque es una de las opciones del Centro Democrático, el partido del expresidente derechista Álvaro Uribe (2002-2010). “Este peladito [joven] había recogido sus banderas. Le faltaba experiencia en el Gobierno, pero es una juventud bien preparada y hubiera funcionado con el respaldo de Uribe”, afirma.

Otros, en cambio, se desmarcan del uribismo. Sara Salgado, una mujer de 72 años, comenta que ella no tiene “un partido político definido” sino dos políticos favoritos: Uribe Turbay y David Luna, una opción más moderada entre los políticos de derechas. Manuel Reggino, un trabajador de una compañía de seguros de la zona, dice que desconfía de los manejos políticos del expresidente y que prefiere opciones más extremas, como la outsider Vicky Dávila. “Uribe Turbay es más de un sector [acomodado] y apenas está empezando, mientras que ella llega a todos los estratos”, evalúa. Todos, no obstante, muestran su cariño al senador, que construyó una imagen que interpela al electorado de derechas: un hombre joven con formación en el exterior, casado y con un hijo.

Residentes y trabajadores del barrio Modelia se acercan a rendirle una oración a Miguel Uribe Turbay o encender una vela en el lugar del atentado que sufrió el pasado 7 de junio, en el occidente de Bogotá.

Algunos vecinos afirman que sería imposible encontrar en este sitio a alguien de izquierdas o que simpatice con el presidente Gustavo Petro. Aseguran que algunos petristas incluso se han quejado de la repercusión mediática que ha tenido este atentado o han dado lugar a versiones conspirativas, sin pruebas, de que fue organizado por la propia derecha para desestabilizar al Gobierno. También señalan que es un barrio de clase media o media alta donde no abundan los apoyos al mandatario. Sin embargo, un hombre de 38 años pronto desmiente estas suposiciones.

Oscar Beltrán, un sociólogo que también es vecino del barrio, comenta que “está en las antípodas” ideológicas de Uribe Turbay. Aun así, parece consternado mientras mira las velas en silencio. Dice que “la humanidad” trasciende la ideología. “Es supremamente grave lo que pasó, es volver atrás 30 años. Y pienso en cómo los esfuerzos que hacemos desde la academia no sirven de mucho”, explica. “Es la primera vez que muchos jóvenes ven un intento de magnicidio de un candidato presidencial. Es ver que las historias de terror que contaban los abuelos sí pasan”, añade. “Si llega a fallecer, sería desastroso, mandaría el mensaje de que la violencia puede ejercer el poder por encima del Estado”.

Parque El Golfito, en Modelia, Bogotá.

Ni Beltrán ni los otros vecinos entienden cómo un sicario disparó contra Uribe Turbay, un precandidato que aún no se perfilaba como ganador, a diferencia de otras víctimas de violencia política del pasado. Algunos se lamentan “de lo polarizado que está el país”. Otros adoptan el discurso de la derecha de que este sector político en específico está en peligro, en sintonía con mensajes del expresidente Uribe sobre un presunto plan para también atentar contra él. Beltrán expresa su preocupación sobre esta interpretación que se empieza a ver frente a las velas: “Pese a que la mayoría de los muertos políticos han sido de la izquierda, esto parece mandar un mensaje de que la derecha es la que está en riesgo, de que un Gobierno de izquierda no puede proteger a los candidatos”.

Los comerciantes

Esperanza Bociga, dueña de una cerrajería a unos 50 metros, no conocía a Uribe Turbay antes de que el político se apareciera por el barrio para repartir folletos, escuchar a los vecinos y promover sus políticas de seguridad. “Ni sabía que habían empezado las campañas”, afirma. Sin embargo, se estremece cuando se le pregunta por el impacto del atentado. Se le aguan los ojos, se retira un minuto a la parte de atrás de su tienda, y vuelve tras recomponerse: “Me conmovió mucho que lo vi tan contento solo unos minutos antes, tomándose fotos. Me saludó y yo lo saludé. Me pareció buena gente”.

Mallelyn Bracho, de un restaurante de pollo asado frente al parque, señala que los vecinos se sienten consternados porque apreciaron que el senador los visitara y escuchara sus preocupaciones sobre la inseguridad en el barrio —unos ladrones habían asaltado una farmacia unas horas antes—. “Uno no suele ver a los políticos así, por estos barrios. La gente valora que miren las necesidades que uno tiene en su casa, en su sector”, apunta. En su caso, ni siquiera sabía quién era y nunca había visto un político antes. Dice que al verlo caminando por la cuadra se acordó de un documental que había visto hace poco sobre Luis Carlos Galán y su asesinato en 1989. Minutos después, vio cómo la historia se repetía: disparos, gritos, vecinos que se refugiaban en su local.

Gladys Gamboa, una mujer de 81 años, vivió esa conmoción desde su casa, mientras veía televisión. Escuchó los gritos: “¡Mataron a Miguel, mataron a Miguel!”. Salió a la calle y le subió la presión, hasta el punto de que tuvo que tomarse unas pastillas para tranquilizarse. Le impactó, además de la violencia, que fuera un político que le gustaba porque “la juventud tiene más que ofrecer”. “Yo no sabía que él iba a venir. Si no, hasta salía”, comenta.

Gladys Gamboa, habitante del sector de Modelia, Bogotá.

Ya más recuperada de la conmoción, Gamboa le cuenta todo al zapatero Carlos Santos, que tiene su negocio a unos metros del sitio del atentado. “Ay, vecino, qué cosa lo que pasó”, comienza. “Ay, dios mío”, “ay, dios mío”, agrega. Él, mientras tanto, mantiene cierta indiferencia. Dice que siempre vota en blanco, que no ve noticias y que no cree en los políticos. Sin embargo, expresa sus deseos por la vida de Uribe Turbay: “No tenía idea de quién era ese señor. O es, porque Dios quiera que lo proteja y no se lo lleve”.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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