Prometeo y otros pirómanos
Estamos rodeados de políticos incendiarios para quienes desprestigiar al adversario es más importante que abordar de verdad posibles soluciones

Lo más lacerante de esta tórrida canícula es que estábamos avisados. Sabíamos que España se encuentra a la vanguardia de los países más afectados por el cambio climático, o que no habíamos revertido el abandono de la España vaciada. Los incendios han afectado a casi todo el territorio nacional, pero los peores han tenido lugar en los lugares menos poblados, en las provincias más pobres, en esa línea que baja de Norte a Sur paralela a la frontera con Portugal. Son los lugares ya casi desahuciados y que apenas se atreven a meter baza cuando los recursos de todos se distribuyen más por ventajismos políticos que por la atención a las necesidades reales.
Como con tantas otras cosas, estos u otros problemas desaparecen detrás de las guerras partidistas por el poder y, por tanto, la política acaba perdiendo pie ante la realidad objetiva. Son cuestiones que nunca pueden abordarse con tino, abrirse a una conversación pública sensata, porque están secuestradas por los enmarques exclusivistas de cada partido y su reticencia a todo lo que pueda significar un mínimo acuerdo entre bloques, lo que de facto equivale a un imposible entendimiento entre la mayoría de las comunidades autónomas y el Estado central. Volvemos a todos los vicios que salieron a la luz después de la dana y quedaron irresueltos porque, entre otras cosas, a quien cupo la más alta responsabilidad se fue de rositas.
Y también porque estamos rodeados de políticos pirómanos para quienes el desprestigio del adversario es más importante que hincar el diente de verdad a las posibles soluciones. La diferencia entre las declaraciones del ministro Puente ―o las posteriores de Ayuso― y las de la ministra Aagesen nos hacen concebir alguna esperanza, pero nadie duda que bajo las condiciones de la economía de la atención las que acaban calando son las primeras. Mientras los dos grandes partidos juegan a incendiarse entre sí, el Gran Pirómano de la política española, Vox, es quien sale ganando. Qué ironía; se benefician justo aquellos que niegan el cambio climático, cuando ahora ya es la cuestión inevitable, esta cocción colectiva a fuego lento que estamos sufriendo y el descontrol de los incendios, Prometeo desencadenado.
¿Alguien está pensando en algún plan para adaptar nuestro país a lo que es ya ineluctable? Porque no son situaciones de excepción; forman parte de una nueva normalidad que habrá de afectar a nuestro modo de vida y debería tener repercusiones sobre casi todas las áreas de la organización social: desde la introducción de la sensibilidad ecológica en las escuelas hasta la planificación natural y urbana, la arquitectura y la disposición de nuestras ciudades para hacerlas más hospitalarias ante las olas de calor; desde el modelo de turismo hasta un reajuste vacacional y de horarios laborales; desde el rediseño de nuestros bosques y un uso más racional de nuestros recursos hídricos hasta una adecuada redefinición de la escisión entre campo y ciudad.
La lista es casi interminable, y seguro que habría propuestas acertadas si lográramos buscar acuerdos a partir de un debate no viciado por los automatismos de la confrontación partidista. Nadie consigue apagar un fuego con retenes de bomberos pirómanos, pero tampoco sin una implicación directa, directísima, de la política.
Hemos conseguido avances increíbles en la transición energética; ¿por qué no extenderlos a toda esta amplia lista de deberes que ya no cabe ignorar? Somos mucho más resilientes de lo que nos creemos. Lo que pasa es que somos incapaces de vertebrar una discusión pública verdaderamente inclusiva; siempre tiene que haber alguien que pueda presentarse como ganador en la disputa, cuando en un tema como este o ganamos o perdemos todos.
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