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Abascal coge fuerza entre obreros y parados y se acerca al logro de Le Pen

Vox lidera ya la intención de voto en el CIS entre los desempleados, la mitad de los grupos de asalariados más humildes y los que se consideran pobres

Abascal
Ángel Munárriz

En la campaña de las elecciones andaluzas de 2018, las que dieron lugar a la irrupción de Vox, Santiago Abascal se presentaba en un vídeo montando a caballo por el campo, con la actitud de quien prepara una cacería o supervisa una finca de su propiedad. Aunque el montaje llevaba la música de El señor de los anillos y pretendía lanzar un épico mensaje de reconquista, el clip fue utilizado por sus detractores para describir a Vox como un grupo de señoritos, de privilegiados, de pijos alejados del pueblo. De hecho, ese ha sido un ataque constante al partido de ultraderecha desde que empezó a ganar protagonismo, tanto en Andalucía como en toda España. No parece que esta acusación le haya hecho mella.

Los datos demoscópicos indican no solo que la penetración de Vox va mucho más allá de los círculos acomodados, sino que Abascal y los suyos se acercan a su vieja aspiración de convertirse en un partido con sólido anclaje entre las capas más bajas de la clase trabajadora y los sectores sociales más humildes, de forma similar a lo conseguido por Reagrupamiento Nacional en Francia o Donald Trump en Estados Unidos.

Aunque los análisis del ascenso de Abascal en las encuestas suelen poner el énfasis en su éxito entre los jóvenes, sobre todo los varones, hay un fenómeno que ha pasado más desapercibido: su creciente calado en los estratos sociales inferiores. Así lo indica la evolución de la intención de voto que muestra la serie del CIS, en cuya última encuesta electoral Vox aparece como líder en tres de las seis categorías laborales remuneradas más bajas, así como entre los desempleados y entre los que se consideran pobres.

“Es algo que se ha repetido mucho: ‘¡Vox conquista el voto obrero! ¡Vox seduce, como Marine Le Pen en Francia, a los perdedores de la globalización!’. Aunque se ha dicho demasiadas veces sin mucha base, ahora podemos afirmar que empieza a convertirse en realidad, o al menos que hay datos que apuntan a ello”, señala el politólogo Eduardo Bayón, para quien esta progresión de Vox se explica por el escaso tirón del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo (PP), que “sigue sin calar en amplios sectores sociales”, y es prueba del éxito de la combinación por parte del partido ultraderechista de “un discurso antipolítico, según el cual el Estado no funciona, con un discurso anti-inmmigración que consigue poner al penúltimo en contra del último”.

El voto de los “currantes”

La inmigración, que Vox ha conseguido poner de nuevo en el centro del debate político nacional al impulsar el veto a las celebraciones islámicas en las instalaciones deportivas en Jumilla (Murcia), está muy presente en las explicaciones sobre los porqués de su apoyo a Vox de Juan Carlos Morago (Madrid, 54 años), conductor de una empresa de limpieza en la capital de España y afiliado de Solidaridad, el sindicato de Vox. “No me sorprende que este partido crezca en los barrios obreros, que nos los han llenado de delincuencia extranjera”, afirma Morago, que atendió a EL PAÍS con el requisito de responder por escrito. Convencido de que Vox crece porque trabaja “a pie de calle en los barrios y en los polígonos”, Morago cree que tanto los sindicatos de clase como los partidos de izquierdas han abandonado a la “clase obrera”. “Los currantes estamos hartos de promesas que solo nos han llevado a la pérdida de poder adquisitivo”, afirma Morago, exafiliado a UGT.

Los actuales números de Vox entre lo que Morago llama “currantes” muestran que las proclamas del partido están calando en ese electorado. El barómetro del CIS de julio muestra a los de Abascal en cabeza en intención de voto entre los trabajadores de:

– Ocupaciones elementales. Es la escala laboral más baja, la de trabajos físicos sencillos y rutinarios. Vox suma un 20,2%, muy por delante del PP (10,2%) y el PSOE (7,9%).

– Oficiales, operarios y artesanos. La intención de voto a Vox asciende al 25,8%, frente al 23,9% del PSOE y el 16,5% del PP.

– Operadores de maquinaria y ensambladores. El partido de Abascal llega al 41,2%, arrollando a socialistas (17,3%) y populares (10,7%).

En dos de los tres restantes grupos con exigencias más bajas de competencias según la clasificación oficial que utiliza el CIS, Vox no ha llegado —al menos no todavía— al liderazgo en intención de voto, pero también exhibe músculo. Entre los dedicados al sector agroganadero, forestal y pesquero, disfruta de una intención de voto del 27,5%, solo levemente por detrás del PP (29,2%) y a años luz del PSOE (1,4%), si bien hay que tener en cuenta que el CIS de julio estuvo muy marcado por el caso Cerdán, que propició un generalizado retroceso de los socialistas. Los de Abascal son además los segundos, con un 17,7%, entre los dedicados al sector servicios y la venta comercial, donde es líder por poco el PP (18,1%) y el PSOE va tercero (13,8%). La excepción negativa para Vox está en el personal de apoyo administrativo, grupo entre las ocupaciones de baja calificación donde solo hay un 4,3% de intención de voto a Abascal.

Las buenas noticias no se agotan para Vox en las categorías laborales más bajas. Además de líder en intención de voto entre los parados (23,2%), es segundo entre técnicos de nivel medio (12,6%), por delante del PSOE.

Un fuerte avance y dos obstáculos

El liderazgo de Vox en intención de voto en las tres citadas ocupaciones de la parte baja de la clasificación oficial ―trabajadores con tareas elementales; oficiales, operarios y artesanos; y operadores de maquinaria y ensambladores— y entre los parados es un logro recién alcanzado. Aunque la tendencia venía siendo ascendente para Vox, en junio el partido no era todavía primero en ninguna de estas categorías. Así que julio ha supuesto para Vox un salto adelante que también ha incluido un avance en intención de voto entre los trabajadores de servicios y de venta comercial y entre los agricultores, ganaderos, forestales y pescadores, en ambos casos adelantando al PSOE y quedándose solo por detrás del PP. Y todo ello sin perder su tradicional solidez entre policías, guardias civiles y militares, donde su posición es segunda tras el PP.

Algunas subidas en intención de voto a Vox son llamativamente altas para un solo mes. ¿Ejemplos? Del 2,7% al 27,5% entre los trabajadores del campo y el mar. O del 9,7% al 23,2% entre los parados. Dado que en las estimaciones para grupos concretos el margen de error crece, los especialistas aconsejan mirar ciclos amplios para ver la tendencia. Con altibajos y excepciones como en todas las series largas, el ascenso de Vox entre los trabajadores que realizan tareas peor remuneradas y entre los parados es más pronunciado que el que se produce entre los que se dedican a las ocupaciones que exigen mayor competencia técnica tanto comparando los datos de julio de 2025 con los de julio de 2024, hace un año, como con los de julio de 2021, hace cuatro.

A diferencia de lo que ocurre entre las ocupaciones con menor cualificación, Vox no encabeza la intención de voto entre los directores y gerentes, el escalafón la laboral más alto, donde es tercero con un 11,3%. Entre los profesionales, científicos e intelectuales, la siguiente categoría por competencias, también es tercero, con un 7,8%.

No obstante, el principal obstáculo para Vox, el freno que hace que aún no compita de tú a tú con el PP y el PSOE en intención de voto —menos aún en estimación de voto, tras aplicar lo que se conoce como cocina de los datos—, hay que buscarlo en otra parte. ¿Dónde? En sus pobres números entre quienes se dedican al trabajo doméstico no remunerado, la gran mayoría mujeres (6,8% de intención de voto a la ultraderecha, frente al 14,6% al PP y el 29,2% al PSOE), y entre los pensionistas (7% de Vox, frente a un 21,5% del PP y un 27,8% del PSOE).

Si Abascal y los suyos logran cerrar las brechas de los jubilados y de las mujeres, les quedará ya bien poco por envidiar de Le Pen. Más aún cuando las tablas del CIS de julio ofrecen un nuevo dato prometedor para Abascal y sus seguidores: tras pasar en solo un mes de la tercera posición con un 12% a la primera con un 24,6%, Vox lidera la intención de voto entre quienes se ven a sí mismos como “clase baja/pobre”.

A diferencia de lo que ocurre con las ocupaciones y las clases sociales, Vox no va en cabeza en intención de voto en ningún grupo según nivel de estudios. Pero también en este apartado se observan avances del partido en la población con menos recursos, en este caso educativos. Los mejores registros de Vox se producen entre votantes sin formación universitaria. Entre los que solo tienen primaria (14,6%), secundaria (entre 15% y 19%) y FP (15%), el partido está a menos de cinco puntos del primero, sea el PP o el PSOE. Sus principales asignaturas pendientes son los trabajadores con titulación superior (7,7%) y los que no tienen estudios (9,9%), que al igual que los pensionistas son principalmente mayores.

El “martilleo” anti-inmigración

Eduardo Bayón, autor de Lucha de tribus. Mitos y verdades de la batalla política y la radicalización identitaria entre la izquierda y la derecha (La Esfera de los Libros, 2024), ve a Vox en un “momento de expansión” que es “muy intenso” en sectores donde “muchos pensaban que no lograría entrar con tanta fuerza”. “Hay que ser prudentes. Una cosa es la intención de voto y otra el voto real cuando toque. Pero parece evidente que Vox se está beneficiando de la desafección política y del control del debate migratorio para acercarse a lo que han conseguido las extremas derechas más exitosas“, afirma.

El presidente de Vox en la Región de Murcia, José Ángel Antelo, en un acto para vincular inmigración y delincuencia en Torre Pacheco el mes pasado.

Autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa. El caso del Frente Nacional (Lengua de Trapo, 2019), Guillermo Fernández ve “paralelismos” entre la penetración lograda por el lepenismo en sectores sociales humildes y antiguos votantes de la izquierda en el país galo desde finales de los 80 y lo que empieza ahora a conseguir Vox. Aunque cree que sería precipitado asumir que Abascal tendrá el mismo éxito que Le Pen, sí cree que el tiempo ha demostrado que cuando Vox rompió con el PP en las comunidades autónomas en julio del año pasado y pasó a una estrategia de “martilleo” con “la inmigración, la identidad y la seguridad”, hizo una apuesta fuerte por una estrategia que está demostrando “capacidad de penetración en el electorado obrero”.

Hay estudios que avalan la idea de que el discurso xenófobo es una provechosa vía de penetración para la extrema derecha entre sectores sociales humildes. “Parece que las desventajas socioeconómicas crean una mayor permeabilidad hacia las narrativas negativas sobre la inmigración y las que la presentan como una amenaza”, afirma Keire Murphy, responsable de Políticas del Instituto de Investigación Económica y Social, en Irlanda, y una de las autoras del reciente informe El contexto comunitario influye en las actitudes hacia la inmigración, que concluye que quienes viven “en comunidades más desfavorecidas” son más proclives a desarrollar “actitudes más negativas” hacia la población extranjera.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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