Ir al contenido
_
_
_
_

El cambio climático amenaza los rendimientos agrícolas y la alimentación

Para 2050 se estima una reducción de los cultivos del 8%, que podría dispararse por encima del 20% si no se reducen las emisiones de dióxido de carbono

Una cosechadora en un campo de trigo de Ucrania.

Los rendimientos de los cultivos están bajo amenaza. Se reducirán un 8% de aquí a 2050 debido al cambio climático y al calentamiento global generado por las emisiones de dióxido de carbono. Ese recorte se dispararía en los años siguientes, hasta superar el 20%, si las mismas siguen aumentando sin control en todo el mundo. Los más afectados serán los países en vías de desarrollo, donde no existen los mismos controles que en las economías avanzadas, según las estimaciones de la FAO y otros organismos internacionales.

El futuro es sombrío y hay posiciones encontradas sobre quiénes son los responsables de esta situación y deberían, en consecuencia, realizar los mayores esfuerzos para evitar un ulterior deterioro. Las naciones desarrolladas, donde ya se han implementado objetivos y controles más estrictos para frenar el cambio climático, exigen más medidas a las economías en vías de desarrollo. Sin embargo, estas últimas se resisten a aplicar ajustes. Argumentan que la introducción de medidas más severas podría ralentizar su crecimiento y evidencian que los países industrializados son los principales culpables del escenario actual, puesto que en el pasado priorizaron su avance económico a costa del clima.

Los estudios científicos coinciden en señalar que la futura subida media de las temperaturas en varios grados se traducirá en una menor capacidad, en todo el mundo, para producir en las mismas circunstancias que en la situación actual. El nuevo escenario supondrá una disminución generalizada de los rendimientos por hectárea, lo que golpeará fundamentalmente a cultivos claves para la alimentación. La reducción afectará a todos los territorios del mundo, al margen de los esfuerzos que se puedan llevar a cabo en los próximos años para intentar remitir esta situación de calentamiento.

Los análisis que estudian la caída de los rendimientos agrícolas se han llevado a cabo en más de 12.000 regiones de 55 países, y se han centrado en seis cultivos fundamentales para el sustento de la población: trigo, maíz, arroz, cebada, soja o mandioca. Existe entre un 70% y un 90% de probabilidades de que a finales de siglo disminuyan los rendimientos de esa medias docena de alimentos.

Debido a las elevadas emisiones de gases contaminantes y su impacto sobre el calentamiento global, se estima que la producción de maíz podría caer hasta un 40% en Estados Unidos, China oriental, China central, África meridional y oriente medio. En el caso del trigo, las pérdidas se hallarían entre un 15% y un 25% en Europa, Asia y Sudamérica, y entre un 30% y un 40% en Estados Unidos, China, Rusia o Canadá.

Todo ello en un contexto ya de por sí desafiante. A pesar de los importantes avances científicos en los cultivos en materia de genética, la introducción de nuevas variedades más productivas y resistentes a diferentes enfermedades o las nuevas tecnologías de laboreo, la producción de alimentos en el mundo se halla hoy bajo nuevas amenazas. Tiene que proporcionar una oferta alimentaria suficiente para una población en constante aumento en número de personas, además de atender la demanda creciente de las sociedades avanzadas o en desarrollo.

La oferta alimentaria mundial también está ligada a la situación de salud de las superficies de cultivo. En este escenario entra en juego el tratamiento que se haya dado en los años precedentes ―que puede haber causado pérdida de biodiversidad― y, muy especialmente, a las prácticas para el mantenimiento productivo de los suelos. Frente a lo que sucedía en el pasado, donde sin las exigencias comunitarias dominaban técnicas de laboreo tradicionales basadas en la diversificación de cultivos, rotación y alternancia, en muchos casos se han producido abusos sobreexplotando las tierras cada campaña. Todo ello se ha llevado a cabo a base del uso elevado de fertilizantes, que a su vez se ha traducido en una mineralización de los suelos, con mayores costes cada año en abonados y, a medio plazo, con la tierra agotada.

Frente a uso y abuso año tras año de los suelos, las decisiones se hallan en manos de cada agricultor. La tierra, advierte la FAO, no es un patrimonio de un propietario o de una generación, sino algo heredado que hay que conservar y garantizar que pueda seguir produciendo para su utilización por parte de las próximas generaciones.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_