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El Cortijo de Jeannette Jara, la población de Conchalí donde creció la candidata presidencial de la izquierda chilena

Durante la campaña, la militante del Partido Comunista remarcó su origen humilde para diferenciarse de sus competidores. EL PAÍS reconstruye su infancia y adolescencia en la comuna popular al norte de Santiago

Un pasaje del barrio 'El Cortijo' en Santiago, Chile, el 3 de julio de 2025.
Antonia Laborde

Las primeras palabras que se escucharon en la franja electoral de Jeannette Jara, del Partido Comunista, eran las de una niña que la representaba. Contaba que era hija de un mecánico y una dueña de casa, que estudió en el colegio 402 del popular municipio de Conchalí, en el norte de Santiago: “No vengo de la élite, sino de un Chile que se levanta temprano para trabajar”. Durante toda la campaña que la llevó a ser electa el domingo pasado con el 60% de los votos en las primarias del oficialismo como la candidata presidencial de la izquierda, Jara remarcó su origen humilde, y admitió que era un valor agregado frente a los otros candidatos de su sector. La noche del triunfo, volvió a repasar su infancia de allegada en su discurso político, y de cómo el esfuerzo y las oportunidades la habían llevado hasta ese podio. “Desde Conchalí a La Moneda”, afirmó. Para los analistas, un factor clave de su contundente victoria fue que su biografía es la de millones de chilenos, para los que el poder muchas veces parece algo inalcanzable.

Cuando Jeannette Román, de 17 años, y Sergio Jara, de 22, tuvieron a su primera hija, en abril de 1974, vivían en una mediagua de dos dormitorios sin alcantarillado. La vivienda estaba en el patio trasero de los padres de Román, ubicada en un pasaje de tierra en la población El Cortijo, en Conchalí. Habían transcurrido siete meses del Golpe de Estado que lideró Augusto Pinochet y la urbanización se extendía entre viviendas de interés social construidas por la Corporación de la Vivienda (CORVI) y tomas de terrenos. Era una zona pobre, donde en la plaza en que hoy se ven juegos para niños, los pobladores fabricaban los paneles con que levantarían sus hogares. Para los Román Jara la llegada de Jeannette supuso un desafío que compartieron medio a medio con los abuelos de la pequeña, a la que se abocaron intensamente.

Jeannette Román, madre de Jeannette Jara, el 3 de julio de 2025.

Sergio Jara había estudiado en una escuela industrial, donde luego impartió clases en la comuna de Recoleta. Era un hombre con inquietudes políticas de izquierda, cercano al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU), que se había armado una pequeña biblioteca en la mediagua. Su faceta docente la continuaba en la casa, donde le enseñaba a leer y a escribir a su hija Jeannette desde los tres años, cuenta su madre. Como el salario de profesor era bajo, se trasladó a la industria mecánica, donde fue dirigente sindical. Román, por su parte, era dueña de casa y trabajaba esporádicamente como garzona en restaurantes y hoteles o atendiendo en comercios. Le preocupaba que su hija estuviera siempre bien vestida, que se viera “distinguida”, así que con el dinero que juntaba le mandaba a confeccionar vestidos largos, botas y abrigos, un tipo de atuendos que no se veían en las niñas de la población. De la alimentación se encargaba el abuelo, que trabajaba como cargador en el mercado de La Vega.

Desde muy temprano, Jeannette Jara tuvo una personalidad puntuda [atrevida, contestataria], cuentan sus cercanos. No era de muchas amistades, pero las que tenía son las mismas que conserva hasta hoy. Le gustaba liderar los juegos y tenía un carácter fuerte. Cuando cumplió cuatro años, nacieron sus hermanas gemelas -una falleció a los dos meses-, luego vino Sergio, y más tarde dos hermanos más. Se las arreglaban con camarotes y bacinicas para que no tuvieran que salir a la intemperie en mitad de la noche a la casa de los abuelos para usar el baño. A la madre no le gustaba que anduvieran en la calle, tenían delimitado hasta qué casa podían jugar y siempre estaban comunicados con las vecinas para saber dónde andaban. El pasaje, de una quincena de casas, era una zona tranquila en medio de la población. En las navidades armaban una mesa larga en las que dejaban bolsas de dulces para la treintena de niños del barrio, y compraban bebidas para festejar. En verano jugaban a manguerearse y en invierno a chapotear en las pozas que se formaban. Esas ropas tan cuidadas de su madre quedaban completamente embarradas.

Jeannette tenía ocho años cuando su padre se quedó sin trabajo y se fue por dos años a Brasil. En esa época, su madre se trasladó unos meses a Iquique a trabajar en un restaurante para enviar dinero a la casa y su hija mayor quedó a cargo de sus hermanos pequeños junto a sus abuelos. Cuando el matrimonio se volvió a reunir nació el cuarto hijo y se mudaron a una calle aledaña del pasaje, al primer piso de un bloque, con tres dormitorios, que tenía patio. Luego tuvieron que volver a achicarse y se cambiaron a un departamento del bloque de al lado que tenía dos habitaciones: una para la pareja y otra para los cuatro niños.

Jeannette ya estaba en su temprana adolescencia y era común ver circular en la madrugada tanques militares o que carabineros fuera a buscar por las noches a jóvenes contrarios a la dictadura. En primero medio la actual candidata se cambió del Liceo A-33 al Valentín Letelier, donde conoció estudiantes inmersos en la política. Participó de una reunión con un partido de la centroizquierda, pero cuando su padre se enteró, le dijo que si se quería meter a uno, tenía que ser a las Juventudes del Partido Comunista (JJ CC). Y así lo hizo a los 14 años, en 1988. Era el año del plebiscito sobre la continuidad de Pinochet en el poder. Para molestia del rector del colegio, Jeannette iba a clases de educación física con una camiseta del NO [la opción en la papeleta; la otra era SÍ, la continuidad de Pinochet]. Junto con su mejor amiga del barrio, Angelina Arraño, también militante de las JJ CC, formó el taller Nueva Esperanza en una sede vecinal, donde impartían clases, juegos para niños y, por idea de Jeannette, un curso de derechos humanos. No era extraño verla cargando libros sobre la filosofía de Marx y Lenin. De hecho, el PC chileno se sigue definiendo como marxista-leninista, y su doctrina no ha sacado el concepto de dictadura del proletariado.

En una ocasión, la instrucción para participar de una manifestación era acudir con la mitad del rostro cubierto por un pañuelo rojo, pero ni Jeannette ni Angelina Arraño, -la Jenny y la Yely, como llamaban a las amigas-, tenía dinero para comprar uno. Arraño recordó una enorme bandera chilena que su abuelo exponía en la fachada de su casa en septiembre, el mes de la patria, y decidieron recortar dos rectángulos de la tela roja para hacerse sus pañuelos. El abuelo nunca supo quién había arruinado su estandarte.

En las juventudes comunistas les enseñaban a lanzar panfletos, a rayar rápido los muros, les explicaban las noticias que ocurrían y los conceptos que no entendían. En las murallas desnudas de El Cortijo, rayaban los mensajes antipinochetistas con carbón. Sergio, el hermano de Jeannette, era el responsable de conseguirlo y de avisar cuando se asomaban los carabineros para salir corriendo. En varias oportunidades fueron a pintar mensajes de protesta con la Brigada Ramona Parra, un grupo organizado de jóvenes muralistas ligados a la izquierda, en especial, al PC.

Cuando Jeannette ya estaba dentro en ese mundo, una amiga de su madre le dijo que la llevara al restaurante en el que trabajaba porque estaba el Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE) “llevándose a todos los cabros [jóvenes ] que andan pintando”. Román, asustada por la violencia de la que era testigo en la población, le advirtió a su hija que se saliera de lo que anduviese metida. Confiaba en la sensatez de su hija, pero temía que se la llevaran detenida. Jeannette, que desde pequeña era hábil para salirse con la suya, continuó involucrada en la política.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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