‘La droite plus bête du monde’, o la derecha más estúpida del mundo
En un escenario de consultas internas y decenas de candidatos para las próximas elecciones presidenciales en Colombia, las variables son muchas y complejas. Lo importante es que los egos no se impongan sobre el interés nacional
“La derecha más estúpida del mundo”, titulaba el periódico Libération de Francia en mayo de 1988, días antes de la ya predecible segunda victoria consecutiva del socialista François Mitterrand. Claro, este diario siendo de izquierda, se mofaba sarcásticamente de Jacques Chirac y de las divisiones dentro de su propio partido: los enfrentamientos con su copartidario Raymond Barre y su pobre desempeño como primer ministro durante la cohabitación con el socialismo francés habían allanado el camino para su derrota. Pero tampoco contaba la derecha con la enorme habilidad política del presidente en ejercicio.
Así debió titular Vanguardia Liberal en mayo de 2022, cuando pasaron Petro y Rodolfo Hernández a segunda vuelta. Pero más agudo aún, ¿así titulará críticamente Semana en junio de 2026?
La verdad es que en Colombia el debate no se debe centrar únicamente en la derecha, es una forma de decir, sino en la necesidad de la centro izquierda, del centro, de la centro derecha y de la derecha de ponerse de acuerdo. La reciente visita del expresidente César Gaviria al expresidente Uribe en Rionegro, donde dejaron atrás duros debates, algo normal en la política, denota un buen inicio.
En paralelo, Mauricio Cárdenas, Juan Manuel Galán y David Luna anunciaron otra unión, aunque sin fecha definida de una eventual encuesta, ni si se sumarán otros nombres. En esa “autopista”, como las han llamado algunos, aparece y desaparece entre telones Sergio Fajardo, que, después de su pésima experiencia en 2022 con candidatos del centro, claramente no quiere volver a perder su identidad. Es un candidato valioso por su credibilidad y su moderación, que son dos características fundamentales y altamente deseables en la Colombia de hoy. Sin contar que tiene hoy la mejor intención de voto en las elecciones de mayo/junio.
También toma forma el grupo de las regiones, liderado por el exgobernador de Antioquia dos veces Aníbal Gaviria, quien encabeza las encuestas internas. Este equipo muestra fortaleza, coherencia y capacidad de llegar a acuerdos, cualidades clave para gobernar. El 30 de noviembre se publicará la encuesta que definirá a su representante en la consulta popular de marzo.
Por su parte, Claudia López afirmó que no participará en el Frente Amplio y que competirá en primera vuelta con firmas propias. No le vendría mal, sin embargo, sumarse a los centristas en su consulta.
En el otro extremo, el Centro Democrático prepara su propia encuesta, prevista para el 28 de noviembre, en la que Miguel Uribe (padre) aparece como favorito, pero con Paloma Valencia creciéndole aparentemente rápido. Este proceso también refleja organización y disciplina partidista, aunque en la derecha las fronteras se difuminan entre figuras como Vicky Dávila, Enrique Peñalosa y Abelardo De La Espriella. Será clave que logren un acuerdo para presentar un solo candidato en marzo.
Falta por definir el rumbo de Juan Carlos Pinzón, ya con aval de Oxígeno, el partido de Ingrid Betancourt, y con gran campaña en redes sociales; él quisiera una gran convergencia a una sola consulta. Los partidos tradicionales —Liberal, Cambio Radical y Conservador— deberán decidir pronto si se suman a la consulta de centro o si realizan una propia, pero podrían estar dentro del mismo hilo de Pinzón.
En el escenario actual podrían entonces converger al menos seis candidatos en la consulta de marzo: Fajardo, el de las regiones, el de Cárdenas-Luna-Galán, el de la derecha, el de los partidos y Pinzón. O quizás dos consultas distintas, además de la del Frente Amplio: una del centro y otra de la derecha.
Lo que sí parece unánime es el deseo de evitar otro salto al vacío como el de 2022, cuando un candidato impredecible como Rodolfo Hernández terminó siendo el caballo de Troya del Pacto Histórico.
Pero las variables son muchas y complejas. La primera, las viejas enemistades: la principal, Uribe-Santos, y otra, Santos-Pinzón. La segunda, la eterna tensión entre el ego y el país: demasiados líderes con ambición legítima, pero con un ego que a menudo termina imponiéndose sobre el interés nacional.
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