Hacia 2026: La izquierda tiene un candidato, la derecha se junta, el centro perdido
Así como a la democracia le conviene tener una izquierda y una derecha organizadas y con vocación de poder, cuánto bien le haría a Colombia tener alguna opción moderada que reflejara a un país cansado de las peleas y las balas

Las fotografías de la política electoral de estos días muestran que la carrera por la presidencia sigue abierta y nada está escrito todavía. El Pacto Histórico mostró un capital político importante en la consulta, la derecha comienza a aglutinarse y el centro sigue perdido sin que aún se tenga claro si le quedará espacio para tener un candidato moderado en la contienda. Después de la veda de encuestas, los primeros sondeos que se conozcan estos días serán importantes para saber hacia dónde se mueve el péndulo de preferencias, y eso ayudará a decantar esa masiva presencia de precandidatos que confunden el ambiente.
Los análisis sobre la consulta del Pacto Histórico van desde la celebración de la izquierda como triunfo histórico hasta la declaratoria de fracaso rotundo desde la derecha. Cada quien usa los datos de anteriores elecciones para justificar su relato. Lo cierto es que la consulta es difícil de comparar con anteriores votaciones porque es la primera vez que se hace incluyendo la pregunta por candidatos a Congreso además de candidatos presidenciales. Que en la campaña los aspirantes a las listas a Cámara y Senado estuvieran moviendo sus feudos grandes o pequeños contribuyó a movilizar una parte del electorado. Eso no había pasado. No se puede entonces afirmar que se perdieron votos o se ganaron con respecto a elecciones anteriores de consulta, de Congreso o de presidencia. Lo innegable es que la votación fue importante y puso a Iván Cepeda en la carrera formal por la presidencia.
Más allá de simpatías o antipatías políticas, para la democracia es sano que haya sectores de izquierda organizados que puedan participar con opción en las distintas elecciones. Cabe decir lo mismo de la derecha. En un país en el cual la política ha sido motivo constante de violencia, no es menor poder debatir las diferencias en las urnas. Queda todavía la carta de la consulta del Frente Amplio que busca sumar a la izquierda sectores de centro, pero estos últimos están hoy en la encrucijada porque algunos ya se instalaron en la derecha o caminan hacia allá.
En ese otro lado del espectro político, la fotografía de los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria Trujillo muestra una eventual fortaleza política, pero también tiene un tufillo añejo. Es la imagen de la política tradicional, esa que va cargada de triquiñuelas y mañas. Mucho va del César Gaviria que en su discurso de posesión en 1990 lanzó una bocanada de esperanza y dijo “bienvenidos al futuro” a este personaje que ha pasado a simbolizar lo más criticado de la politiquería. Parece que hoy nos dice “bienvenidos al pasado”, como acertadamente tituló su columna el periodista Daniel Coronell.
El Partido Liberal, en otros tiempos promotor de las transformaciones sociales y los cambios históricos, hoy hace alianza con la derecha que, en ideología (si creyéramos que existe), estaría en el otro extremo como en alguna época lo estuvo el Partido Conservador. Un Partido Liberal que tiene por dentro petristas y antipetristas dice mucho de lo que es hoy la política. Quienes han sido contendores en distintas batallas se abrazan. Gaviria y Uribe, viejos zorros que conocen cómo se hacen las elecciones, pueden marcar la ruta en un sentido o en otro. Pueden ser los portavoces de la inconformidad frente al Gobierno de izquierda, una tarea que el presidente Gustavo Petro ha facilitado con tantos errores, o pueden espantar a sectores que buscan dejar atrás el clientelismo y encontrar líderes frescos.
Aunque se dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo también es cierto que de tanto en tanto la historia se sacude y busca relevos. No es cuestión de edad porque varios de los líderes buenos y perversos en el mundo están hoy en la setentañez, es cuestión de capacidad para conectar con las necesidades y retos que hoy enfrentamos y que no se veían hace 30 o 40 años. No es claro aún cuál de los candidatos puede encarnar algo de esperanza colectiva en un mundo sacudido por diversos terremotos.
Falta ver si el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien llama de manera insistente a la unidad contra la izquierda, llegará a la coalición de derecha con Uribe y Gaviria o intentará otra fórmula. También juega en política, aunque había dicho que no lo haría, el expresidente y Nobel de Paz Juan Manuel Santos. No tiene un partido para endosar, pero su voz pesa en la contienda y es cercano a algunos dirigentes que tienen votos. Aunque digan que no existe, el santismo ayudó a elegir a Gustavo Petro y podría ayudar a elegir al sucesor. ¿Frente amplio o coalición uribista? Muchos dilemas en el alma por estos días. Tampoco es claro lo que saldrá de la alianza de los exgobernadores y exalcaldes que pueden quebrar el exceso de centralismo en un debate electoral con excesivo bogotanismo.
El centro, por su parte, no logra salir de su enredo y en la fotografía de este comienzo de noviembre pareciera que terminará dividido y acomodado en los dos lados de la polarización. Algunos dicen que es cuestión de pragmatismo porque es difícil tener opción si se llega solo a la primera vuelta. Así como a la democracia le conviene tener una izquierda y una derecha organizadas con vocación de poder y ofreciendo distintas alternativas para elegir, cuánto bien le haría al país tener alguna opción moderada que planteara los debates de otra manera, que no demonizara a los contrarios y que pudiera reflejar a un sector importante del país cansado de peleas y de balas. Las encuestas que comiencen a conocerse nos dirán cómo cambia la fotografía. Lo único cierto es que a menos de siete meses de la primera vuelta presidencial todo está por verse. Hagan sus apuestas.
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