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Luis Gilberto Murillo y Juan Carlos Pinzón apuestan a la Presidencia de Colombia con sus credenciales diplomáticas

Tanto el excanciller como el exministro de Defensa fueron embajadores en Washington y ofrecen recuperar las maltrechas relaciones con los Estados Unidos de Trump

Santiago Torrado

En medio de la colisión permanente entre los presidentes Gustavo Petro y Donald Trump, dos antiguos embajadores en Estados Unidos han sacado a relucir sus credenciales diplomáticas como una baza en la larga carrera por la Presidencia de Colombia. Lo hacen desde orillas ideológicas distintas, con trayectorias divergentes y perfiles opuestos. Tanto el excanciller Luis Gilberto Murillo como el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón han aparecido en entrevistas, debates y foros para ofrecer su experiencia, conexiones y buenos oficios con el propósito de superar el peor momento de las relaciones entre Bogotá y Washington, dos aliados tradicionales.

La embajada en Washington suele ser uno de los puestos más apetecidos de la política colombiana, por encima incluso de la mayoría de los ministerios y con acceso directo al presidente de turno. Los dos países son estrechos aliados desde el año 2000, cuando el demócrata Bill Clinton tuvo apoyo bipartidista para crear el Plan Colombia. Más recientemente, Estados Unidos ha apoyado la implementación del acuerdo de paz con la extinta guerrilla de las FARC. Esa cercanía está sometida a una prueba de fuego en momentos que Petro ha sufrido la temida descertificación en la lucha antinarcóticos, perdió su visa y ahora es blanco de sanciones del Tesoro norteamericano.

Murillo (Andagoya, Chocó, 58 años), había sido ministro de Ambiente de Juan Manuel Santos y fue una de las figuras del fracturado centro político que apoyó al izquierdista Petro de cara a la segunda vuelta presidencial del 2022, luego de haber sido la fórmula de Sergio Fajardo en la primera. Poco después, renunció a su ciudadanía estadounidense para aceptar la Embajada en Estados Unidos. Como diplomático, demostró su eficacia al conseguir, entre otras, que Petro se reuniera en la Casa Blanca con el antecesor de Trump, el demócrata Joe Biden, en abril del 2023. Tuvo una gestión destacada y discreta de las neurálgicas relaciones con el principal socio comercial y militar de Colombia en tiempos de Biden. En esa capital también tejió por décadas relaciones con la bancada demócrata en el Capitolio.

Ya desde la Cancillería, a donde llegó en mayo de 2024, Murillo debió lidiar con la delicada crisis de la vecina Venezuela. Tras el fraude electoral de Nicolás Maduro, intentó mediar por una salida negociada, sin demasiados resultados. A pesar de ese desgaste, consiguió en sus últimos días en el Palacio de San Carlos desactivar el primer choque de la recién posesionada Administración Trump con cualquier otro país en el mundo. El republicano amenazó en enero con imponer aranceles del 25% que serían devastadores para la economía colombiana, después de que Petro devolvió dos aviones con deportados. El saliente canciller, con línea directa con Marco Rubio y Mauricio Claver-Carone –entonces enviado especial para América Latina–, lideró las conversaciones con Washington para desactivar la situación en menos de 24 horas. Esa victoria lo distanció del presidente. Con fama de conciliador, Murillo se postuló como un antídoto a la polarización cuando confirmó en mayo que lanzaba su campaña presidencial como independiente, a través de la recolección de firmas.

“Recomponer la relación requiere desescalar la confrontación, la provocación, hay que apartarse de eso”, subraya Murillo en diálogo con EL PAÍS. Pide hacer un esfuerzo por encontrar puntos comunes. “Lo hice en enero, dejamos una hoja de ruta, una agenda de construcción de confianza, pero no se implementó”, se lamenta. La gran lección que extrae de esa crisis es que la actual Administración en los Estados Unidos es “muy sensible a las provocaciones, hay que evitarlas a toda costa. Es una fórmula para el desastre”. Colombia necesita facilitadores, mediadores, que tengan cierto nivel de interlocución efectiva con el Gobierno de Trump, propone: “Puede ser Brasil, Qatar, Egipto o Francia con Macron. Hay que apoyarse en un grupo de países para abrir la interlocución al más alto nivel”. Advierte también los riesgos de utilizar la actual crisis con fines electorales. “Habíamos logrado que la relación entre Colombia y Estados Unidos superara los ciclos electorales, las diferencias políticas e ideológicas. Cuando lo planteas como instrumento de campaña, profundizas el desafío, que le va a quedar al próximo Gobierno”.

Pinzón (Bogotá, 53 años), con pasado militar, un discurso de mano dura y simpatías entre los empresarios, oficializó esta semana su campaña presidencial por Oxígeno, el partido de Ingrid Betancourt. Lo hizo después de varias semanas de acercamientos con los sectores más conservadores, entre otros el Centro Democrático, el partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe, referente de la derecha más dura donde su figura todavía encuentra resistencias. Venía también de haberse grabado en varios videos de redes sociales desde Washington, a donde asegura haber viajado para evitar la imposición de aranceles a Colombia, en medio de feroces críticas a Petro. “El destino del país lo manejan personas cuyo objetivo es la destrucción. Es incendiar el país, con tesis utópicas, por no decir criminales”, dijo durante la presentación de su candidatura.

En tiempos de la cinematográfica Operación Jaque, que permitió el rescate de Betancourt y otros secuestrados de las FARC, el ministro de Defensa era Juan Manuel Santos, y Pinzón su viceministro. El economista luego ocupó por varios años esa misma cartera en el Gobierno de Santos, que lo nombró más adelante embajador en Washington. Un cargo que repitió, ya distanciado irremediablemente de Santos por cuenta de su oposición tardía al acuerdo de paz, en el último año del cuatrienio del conservador Iván Duque (2018-2022). De manera que le entregó la posta a Murillo con el cambio de Gobierno.

Pinzón, quien no respondió las solicitudes de declaraciones de EL PAÍS, es el representante por excelencia del viejo formato de relacionamiento con Estados Unidos, apunta la internacionalista Sandra Borda, profesora de la Universidad de Los Andes, en Bogotá. “Un formato de alineamiento profundo, en donde el objetivo era conseguir la mayor cantidad de dividendos y la prebendas a punta de no separarnos ni un milímetro, que se sometió en todos los temas de seguridad y de guerra contra las drogas a las reglas de juego que ellos impusieron”, apunta. Murillo, por contraste, entiende la relación de otra forma, tiene una idea clara de lo que necesita transformarse, alcanza a ser crítico y es hijo de otra época, agrega la autora del libro ¿Por qué somos tan parroquiales?. “Es una versión intermedia, entiende la importancia de la negociación, pero también que hay unos espacios en los que es preciso tener conversaciones difíciles, la necesidad de que Colombia empiece a construir autonomía”.

Los dos también son hijos del rompimiento del consenso bipartidista en Estados Unidos, que la diplomacia colombiana cultivó por décadas. Mientras Pinzón tiene un nivel de interlocución importante con los republicanos, Murillo lo tiene con los demócratas. “Tienen dos públicos distintos”, concluye Borda. “Ese consenso bipartidista sobre Colombia ya no existe, lo rompió el presidente Petro”, señala Sergio Guzmán, de la consultora Colombia Risk Analysis. “La relación pasa por una situación tan delicada, que es bienvenido que dos personas que la conocen íntimamente sean opcionados”, valora.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.
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