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Ernesto Samper: “Nadie en Colombia cree ese cuento de que Petro sea un narcotraficante”

El expresidente colombiano advierte que la relación de Estados Unidos con América Latina “se está convirtiendo en un infierno”

Santiago Torrado

A pesar de su origen liberal, Ernesto Samper (Bogotá, 75 años) es ampliamente considerado un socialdemócrata. Es también el expresidente de Colombia que más sintonía ha mostrado con Gustavo Petro, el primer gobernante nítidamente de izquierdas en la historia reciente del país. El periodo de Samper, entre 1994 y 1998, estuvo muy marcado por las acusaciones del ingreso de aportes del Cartel de Cali a su campaña. Su Gobierno sufrió la temida descertificación de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, el mismo estigma que acaba de encajar el de Petro por parte de la Administración de Donald Trump. Es una decisión de la Casa Blanca que en ambos casos tilda de “política” en esta entrevista, concedida en su despacho del centro de Bogotá, un piso 27 con unas vistas soberbias sobre los cerros orientales. Samper también ha trabajado por la integración latinoamericana, desde Unasur o el Grupo de Puebla, y últimamente ha estado involucrado en las discusiones para conformar una versión colombiana de un Frente Amplio, que convoque a las distintas fuerzas progresistas.

Pregunta. La izquierda reunida en torno al Gobierno de Gustavo Petro ya tiene candidato presidencial propio. El senador Iván Cepeda ganó el domingo la consulta del Pacto Histórico, con más de un millón y medio de votos. ¿Cómo interpreta ese resultado?

Respuesta. Es una demostración de que hay una voluntad real de cambio en el país. De alguna manera refrenda el proyecto político de Petro, con ciertas reformas sociales que hizo el presidente. Especialmente la que tiene que ver con el sistema de pensiones, por ejemplo, los subsidios que ha venido dándole a los ancianos y el apoyo a los jóvenes.

P. Tanto usted como Petro han insistido en la necesidad ahora de un Frente Amplio, al estilo de Uruguay.

R. Hemos venido trabajando desde hace algún tiempo en una idea que nos vendió el presidente [José Pepe] Mujica, antes de dejarnos, que es utilizar algunos elementos del Frente Amplio de Uruguay para crear uno aquí en Colombia. El de allí fue el experimento más exitoso de un Frente Amplio, definido como una reunión de fuerzas progresistas, pero han existido experiencias parecidas en Brasil; en Chile, durante la época de la Concertación; recientemente en México, con el proyecto de [Andrés Manuel] López Obrador que ha seguido la presidente [Claudia] Sheinbaum…

P. ¿En qué consiste un Frente Amplio?

R. En convocar las fuerzas progresistas –no solamente los partidos políticos, sino también las organizaciones sociales y los movimientos populares– alrededor de un programa único. Manteniendo cada uno de los participantes su autonomía, pero trabajando con una unidad de base, unos comités de base tanto territorial como social. Esto podría llevarnos en el mes de marzo, cuando son las elecciones parlamentarias, a hacer una consulta entre las personas que hoy están de alguna forma representando estas fuerzas progresistas, como es el caso del Pacto Histórico, que reunía originalmente cinco fuerzas.

P. ¿Qué otros movimientos deberían participar en ese Frente Amplio?

R. También está el movimiento de Roy Barreras, que está en alianza con Unitarios, que a su vez está acompañando a Clara López. Es muy probable que antes de terminar el año se concrete el ingreso del Poder Popular, el movimiento que yo tenía como una tendencia del Partido Liberal, y que podría ser el comienzo de un partido socialdemócrata para Colombia. Es lo que ha sido el liberalismo en su tendencia progresista, una expresión socialdemócrata. Queda por definir el tema de los Verdes, que creo que se va a dar; podrían participar con o sin candidato en esta alianza. La idea es que, a partir de la conformación de una bancada en marzo y de la escogencia de un candidato que llegue a la primera vuelta, el progresismo tenga la oportunidad de pasar a la segunda vuelta. A mi juicio, la única posibilidad de lograrlo es que llegue con un solo candidato a la primera vuelta.

P. Después de los 2,7 millones de votos que sacó la consulta popular, y ante los escollos jurídicos, ¿el Pacto Histórico podría sentir la tentación de ir con candidato propio a la primera vuelta?

R. Sería una decisión suicida. Creo que la votación de Cepeda, sumada a la de Carolina Corcho y a lo que alcanzó a poner Daniel Quintero, son un buen case [piso o cuota inicial], pero no es suficiente para conseguir una candidatura. Se necesita que lleguen otras fuerzas, entre otras la de Roy Barreras, que de alguna manera está recogiendo muchos sectores de lo que se puede llamar el centroizquierda. Solamente sumando todo esto podríamos ser una opción viable en la segunda vuelta.

P. Usted fue el primer presidente de Colombia que sufrió la descertificación de Estados Unidos en la lucha antinarcóticos, ¿cómo califica la del Gobierno de Petro?

R. Como la mía, es el resultado de una decisión política. Colombia, a partir de los años noventa, de la época de Pablo Escobar, del asesinato de cuatro candidatos presidenciales, tomó la decisión a de que las políticas de lucha contra las drogas no fueran de Gobierno sino de Estado. Esa política de Estado se ha ido completando a lo largo de los años. El pecado de la Administración Trump es que nos ha devuelto 30 años. Prácticamente ha renunciado a una alianza estratégica, por cuenta de lo que creo que ha sido una nefasta innovación: el ejercicio de una diplomacia ideológica. Entonces, la relación no se da entre Estados, sino entre gobiernos. Y el que no es afín a la ideología del presidente de los Estados Unidos, es un gobierno considerado enemigo. Eso genera medidas unilaterales, no solamente en la certificación, también en las visas o el control de las cuentas corrientes. Los países descertificados –tanto en mi caso como ahora–, son los que los Estados Unidos consideran como enemigos, ideológicos o políticos.

P. Después de la descertificación, vino la lista Clinton. ¿A qué atribuye que Petro haya sido incluido sin pruebas en una lista negra asociada al narcotráfico?

R. Es un hecho atípico, incomprensible. Ese cuento de que Petro sea un narcotraficante no se lo cree nadie en Colombia, ni siquiera los peores enemigos de Petro. Tiene una trayectoria como senador y en su vida pública, a través de debates y pronunciamientos, de combate no solamente contra el narcotráfico, también contra la asociación del narcotráfico con los sectores paramilitares y la corrupción pública.

P. ¿Qué consecuencias tuvo para usted que Estados Unidos en su día le revocara la visa?

R. Desde el punto de vista personal, ninguna, pues no necesitaba visa para gobernar en Colombia. Internacionalmente estuve en una lista en la cual había personas muy respetables, como Gabriel García Márquez. Se puede vivir sin visa. La descertificación no es el fin del mundo. Esta política de vigilancia permanente, de intimidación, de coerción, es lo que está llevando a que haga aguas la política exterior de los Estados Unidos. Es una política de una agresividad que no vivíamos desde los años sesenta. El aumento de los aranceles, la supresión de todos los programas de USAID en países como Colombia, el tratamiento como criminales a los migrantes latinoamericanos, la reivindicación del canal de Panamá, que hace mucho tiempo es una nación soberana…

P. En ese contexto, Sheinbaum o Lula parecen haber encontrado mejores fórmulas para relacionarse con Trump que el presidente Petro.

R. Cada uno tiene su forma de gobernar. Claudia, que es una mujer muy inteligente, tiene mucho que perder. Para ellos la relación con Estados Unidos pasa por una frontera muy extensa y una fuerte dependencia de México respecto a las exportaciones a Estados Unidos. Y Brasil es el país más grande de Suramérica. Ahora, hay estilos de gobernar, y el de Lula o el de Claudia es menos confrontacional que el de Petro. Eso es verdad, pero no quiere decir que los temas por los cuales están reaccionando no sean dolorosos, aquí y allá. Simple y sencillamente, no hay una buena relación de Estados Unidos con América Latina. Se está convirtiendo en un infierno.

P. ¿Habla con frecuencia con el presidente Petro?

R. No mucho. No soy petrista, pero comparto el proyecto de cambio en su esencia.

P. Más allá de los choques con Trump, ¿cómo evalúa el Gobierno de Petro?

R. Como todos los gobiernos, va a dejar claroscuros. Entre las cosas positivas que registro, ha logrado llevar al gobierno a una gente que jamás hubiera tenido la oportunidad de asomarse al poder. Me parece que en materia de paz hay temas que se podrían reivindicar como avances, por ejemplo, el concepto de territorialidad de la paz. No es un problema de Bogotá, tiene que ver con lo que están sufriendo 16 o 18 territorios en los cuales viven 10 millones de colombianos. Y todo esto lo ha hecho sin romper la institucionalidad. Aquí no se ha expropiado ni se ha perseguido a nadie.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.
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