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Una semana fatal aturde al Gobierno de Gustavo Petro

Al asesinato del opositor Miguel Uribe Turbay se le suman los roces del presidente con su excanciller, el empresariado y con Estados Unidos

Gustavo Petro, en Colombia, el 23 de julio de 2025.
Santiago Torrado

A un año de dejar el poder, el presidente Gustavo Petro atraviesa, una vez más, días de vértigo y confrontación. La misma semana que comenzó con la muerte del senador y precandidato de oposición Miguel Uribe Turbay, un magnicidio como los que Colombia no había sufrido en lo que va de este siglo, acabó con diversos frentes abiertos, que incluyen peleas públicas con su excanciller y con el empresariado reunido en Cartagena de Indias, además de una descertificación de la Administración de Donald Trump en la lucha antinarcoticos que se antoja cercana. Incendios políticos y diplomáticos aquí y allá que configuran un momento crítico para el primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea, volcado en la búsqueda de un heredero que pueda darle continuidad a un proyecto que de momento no ha podido concretar el gran cambio que prometía.

“Nos duele la muerte de Miguel, como si fuera de los nuestros. Es una derrota. Cada vez que cae un colombiano asesinado, es una derrota de Colombia y de la Vida”, concedió el lunes Petro, al lamentar el fallecimiento del político de 39 años, que agonizó durante más de dos meses en la Fundación Santa Fe, la clínica de Bogotá a la que había sido trasladado desde el 7 de junio, cuando un sicario adolescente le disparó en la cabeza. De inmediato reaparecieron los fantasmas de una violencia política que se creía superada, en medio de un preocupante clima de polarización. Desde distintas orillas se multiplicaron los llamados para que el Gobierno se tome en serio su responsabilidad de proteger a los líderes de oposición y ofrecer garantías de seguridad para todos los candidatos de una campaña incipiente, marcada por la zozobra.

La Fiscalía ha avanzado en capturar al sicario que le disparó de Miguel Uribe y a la red que le prestó apoyo directo. Por lo pronto no descarta ninguna hipótesis, en medio del clamor para dar con los autores intelectuales. Otras autoridades han apuntado a la Segunda Marquetalia, la disidencia de Iván Márquez, el otrora jefe negociador de la extinta guerrilla de las FARC que retomó las armas. De confirmarse, dejaría aún más en evidencia las grietas de la política de paz total, con la que Petro pretendía negociar en simultáneo con todos los grupos armados.

Al entierro del miércoles, en el centro de Bogotá, no acudieron ni el presidente ni sus funcionarios, por petición de la familia. Las declaraciones del saliente jefe de gabinete presidencial, Alfredo Saade, quien se refirió a los “riesgos” propios de la actividad política, acabaron de caldear los ánimos. “Petro asesino”, se escuchó gritar a algunos opositores de base a las afueras de la catedral en la que se realizaron las exequias. Entre tanto, ese mismo día se conoció que el abogado del presidente denunció por varios delitos a su excanciller y ahora feroz crítico, Álvaro Leyva. Por cuenta de los audios que reveló EL PAÍS, en los que se escucha al veterano político complotar para derrocar a su exjefe, Petro ha pedido a la justicia investigarlo por varios delitos. Entre ellos, el de instigación a delinquir en relación con el asesinato de Uribe Turbay, un señalamiento que escaló la crispación.

En ese clima enrarecido, la tensión política se trasladó a partir de ese día desde la capital hasta Cartagena de Indias, sede del Congreso Empresarial Colombiano, el encuentro anual del mayor gremio privado del país, la ANDI. El luto nacional atravesó el evento, impregnado de principio a fin con un tono muy crítico con el Gobierno. La agenda fue modificada, se cancelaron los eventos sociales, se transmitió la misa del entierro y se realizó otra eucaristía en su memoria. Ningún orador dejó de expresar sus condolencias. El papá del político asesinado, Miguel Uribe Londoño, dio un discurso a distancia, en el que reivindicó que el expresidente Álvaro Uribe Vélez, fundador del Centro Democrático, el partido de referencia de la derecha, “reconoció en Miguel el liderazgo del futuro”, y que su causa “siempre fue la seguridad”.

La brecha entre el empresariado y el presidente se agrandó. En esta ocasión, no fue invitado. Si en 2022 asistió, se ausentó los siguientes dos años. En 2024 le manifestó a Bruce Mac Master, la cabeza de la ANDI, que los eventos gremiales no le interesaban. “Por eso, de común acuerdo, no lo volvimos a invitar”, explicó a este periódico el dirigente gremial. Los ministros de su Gabinete cancelaron sobre la hora. Su ausencia en Cartagena no le impidió a Petro cargar el jueves contra los empresarios, después de que Daniel Quintero, exalcalde de Medellín y precandidato presidencial que busca el apoyo de la izquierda, intentó boicotear un primer debate de aspirantes durante el Congreso Empresarial Colombiano. “Solo quieren gente que se arrodille y se ponga ella misma las cadenas. La ANDI rompe la constitución al no permitir una organización democrática”, escribió el mandatario en sus redes sociales, en lo que fue interpretado también como un guiño al exalcalde.

En al auditorio del Centro de Convenciones de Cartagena, Quintero saltó a la tarima con una bandera palestina. Su puesta en escena provocó una rechifla sonora y unánime de un público que le exigía respeto. “Así no es”, le reclamaba el exministro conservador Mauricio Cárdenas sobre el escenario. “Daniel Quintero representa todo lo malo que está pasando en Colombia en este momento”, le fustigó Cárdenas después del incidente. El provocador exalcalde de Medellín no solo despierta resistencias en los sectores conservadores, también en parte de la izquierda, en la que carece de un historial de militancia. Otra de las aspirantes del Pacto Histórico, la exministra de Ambiente, Susana Muhamad, descendiente de palestinos, reaccionó esa misma noche. “Pido que nadie mercadee electoralmente con el dolor del pueblo palestino”, declaró la que ha sido considerada una de las funcionarias estrellas del petrismo.

También fue una semana de nuevos roces nada diplomáticos con los Estados Unidos de Donald Trump. “Estamos muy preocupados por Colombia. Por desgracia, el actual presidente, ese tal Petro, es, en nuestra opinión, alguien que ha sido bastante errático en su toma de decisiones”, dijo el secretario de Estado, Marco Rubio, en una entrevista con un programa radial de Nueva York. “No soy tan errático como para apoyar un Gobierno que hace un genocidio donde mueren 20.000 bebés”, le respondió Petro en sus redes sociales.

El presidente de Colombia se enganchó con el jefe de la diplomacia estadounidense justamente la semana en la que visitaron el país dos senadores de Estados Unidos con origen colombiano, el republicano Bernie Moreno y el demócrata Rubén Gallego, quienes se reunieron el viernes con Petro y parte de su gabinete. En sus declaraciones públicas no despejaron los crecientes temores de que la Casa Blanca opte por descertificar a Colombia en la lucha antinarcóticos en septiembre, lo que puede provocar una reducción en la ayuda policial y otras sanciones. Moreno fue un paso más allá. El primer senador hispano del estado de Ohio, la tierra de su amigo, el vicepresidente JD Vance, asistió al entierro de Miguel Uribe y visitó también al expresidente Álvaro Uribe, que cumple una pena de prisión domiciliaria en una reciente condena por soborno de testigos, que ha apelado y atribuye a una persecución política del Gobierno Petro. Un espaldarazo que presagia nuevas tempestades.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.
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