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Colombia, un país de huérfanos de la violencia política

El magnicidio de Miguel Uribe Turbay descabeza una familia. Los padres de Juan Manuel Galán, María José Pizarro, Iván Cepeda o Juan Fernando Cristo también fueron víctimas de atentados

Velada en el parque El Golfito del barrio Modelia, lugar del atentado contra Miguel Uribe este lunes.
Santiago Torrado

Miguel Uribe Turbay lanzó su campaña presidencial hace apenas nueve meses desde el mismo lugar de Colombia donde su madre, la periodista Diana Turbay, fue asesinada a comienzos de 1991 durante un frustrado intento de rescate, después de haber pasado un semestre secuestrada por órdenes del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. “Sufrí en carne propia el mismo dolor que le ha tocado vivir a millones de colombianos, a quienes la violencia les ha robado su vida, sus sueños y su esperanza”, decía el joven político en el impactante video en el que aseguraba poner en marcha su aspiración para honrar a su mamá y a su legado, con las montañas antioqueñas en el fondo. “Pude haber crecido buscando venganza, pero decidí hacer lo correcto. Decidí perdonar, pero nunca olvidar. Perdonar me hizo fuerte. Recordar me mantiene firme”, añadía al enarbolar la bandera de la seguridad.

El senador y candidato del Centro Democrático, el partido de derecha fundado por el expresidente Álvaro Uribe, falleció la madrugada de este lunes en la Fundación Santa Fe de Bogotá, la misma clínica en la que pasó algo más de dos meses intentando recuperarse de los disparos en la cabeza de un sicario adolescente el pasado 7 de junio. Miguel Uribe Turbay deja a su esposa, María Claudia Tarazona, tres hijas de ella que había acogido como propias y un hijo de cinco años. Esa era aproximadamente la misma edad que tenía él cuando su mamá fue secuestrada, bajo el engaño de obtener una entrevista con un falso líder de la guerrilla del ELN. Con cerca de 10 millones de víctimas registradas a consecuencia de un conflicto armado de más de medio siglo, Colombia es también un país de huérfanos de la violencia política.

La zozobra se ha apoderado de la incipiente carrera presidencial. A pocos meses de las elecciones de 2026, el asesinato de Miguel Uribe Turbay ha traído de vuelta los peores recuerdos en una tierra acostumbrada a los magnicidios, cuando parecía que semejante práctica por fin había sido erradicada. Los atentados se hicieron particularmente habituales en la sangrienta campaña de 1990, en la que fueron asesinados tres candidatos presidenciales. Entre ellos el amplio favorito para llegar a la Casa de Nariño, Luis Carlos Galán Sarmiento, y el líder de la guerrilla del M-19 que acababa de firmar la paz, Carlos Pizarro Leongómez. Eran épocas de extrema violencia que se creían superadas. Hoy, sus hijos aspiran a llegar a la Presidencia.

Galán padre fue baleado el 18 de agosto de 1989 por sicarios de Pablo Escobar sobre la tarima en la que se disponía a dar un mitin en el municipio de Soacha, al sur de Bogotá, la misma capital que ahora gobierna Carlos Fernando, el menor de sus tres hijos, que apenas tenía 12 años cuando ocurrió el magnicidio. “A pesar de su propia tragedia, Miguel dedicó su vida a luchar por un país en paz y así será recordado”, ha señalado el alcalde de Bogotá. “Su asesinato debe ser un punto de quiebre para Colombia. No podemos aceptar la violencia en nuestro país. No podemos permitir que los violentos, una vez más, pongan en riesgo lo más profundo de nuestra democracia, que tanto tiempo y esfuerzo nos ha costado construir y mantener. No solo acaban una vida y destruyen una familia, sino que atentan contra la democracia misma”.

El mayor de sus hermanos, el exsenador Juan Manuel Galán, ahora aspira por el Nuevo Liberalismo, el histórico partido que revivió gracias a un fallo de la Corte Constitucional. “No hay causa ni ideología que justifique silenciar una vida con balas. Colombia no puede seguir normalizando el horror”, manifestó este lunes. “La partida de un precandidato como Miguel Uribe nos debe llamar a una reflexión sobre la forma como quieren que se adelante esta campaña y cómo la estamos haciendo quienes no estamos con los extremos”, añadió al anunciar que se proponía hacer una pausa en su agenda y sus actividades proselitistas.

“Colombia le exige a justicia que avance en las investigaciones, que no permita que regrese la impunidad. Solo con verdad y justicia será erradicada la violencia política que ha acabado con la vida de Miguel Uribe Turbay y tantos dirigentes políticos que tenían mucho que aportar a esta sociedad”, valoró otra de las aspirantes para suceder al presidente Gustavo Petro, la senadora oficialista María José Pizarro, precandidata del Pacto Histórico e hija de Carlos Pizarro. El último comandante del M-19, quien firmó un histórico acuerdo de paz con el Estado, fue acribillado en un vuelo entre Bogotá y Barranquilla en abril de 1990 cuando era candidato, apenas mes y medio después de haber entregado su arma envuelta en una bandera de Colombia. Ella tenía 12 años, como recuerda en su libro El camino hacia mi nombre. El eme, como se conocía a la guerrilla en la que también militó Petro, persistió en la palabra empeñada y fue protagonista de la Asamblea que redactó la celebrada Constitución de 1991.

Galán y Pizarro no son las únicas víctimas golpeadas directamente por la violencia que aspiran a tener algo que decir en la carrera presidencial. “Espero que los autores de su asesinato sean sancionados penalmente, y que en Colombia desaparezca la violencia de la política”, manifestó el senador Iván Cepeda Castro, que todavía medita una candidatura dentro del Pacto Histórico. Su padre, el senador de la Unión Patriótica Manuel Cepeda Vargas, fue asesinado por militares y paramilitares el 9 de agosto de 1994, en lo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha considerado un plan sistemático de exterminio político.

Tampoco descarta buscar la Presidencia Juan Fernando Cristo, ministro del Interior hasta comienzos de este año, un cargo que ya había ocupado en el Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018). En la primera semana de agosto, el político de origen liberal dedica sin falta su columna en el periódico La Opinión de Cúcuta a contarle el acontecer político y familiar a su padre, el congresista y médico Jorge Cristo Sahium, asesinado por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional el 8 de agosto de 1997 cuando llegaba a su consultorio. “Ni un solo día dejo de pensarlo, de extrañarlo y de lamentar que estos señores del ELN, que siguen en las mismas 28 años después, nos hubieran arrebatado su sonrisa, su cultura, su cariño, su presencia que llenaba todos los espacios”, le escribe en su carta de este mes. “Veintiocho años después seguimos con la misma violencia, los mismos problemas, a pesar de los acuerdos de paz y los innegables avances. Contando víctimas de una guerra que no termina”.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.
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