‘Superestar’, una mirada surrealista, lynchiana y tierna al ‘tamarismo’
La serie de Nacho Vigalondo que estrena Netflix pone el foco en un grupo de inesperados y esperpénticos personajes que poblaron la televisión española en los primeros 2000

“Vueltas y vueltas la vida da. A veces p’alante, a veces p’atrás”. Los versos que un ilustre vecino de San Vicente de Alcántara dedica a Leonardo Dantés en el segundo episodio de Superestar (Netflix) sirven para describir cualquier existencia, pero más aún la de los protagonistas de esta historia. Como relata el personaje que interpreta Nacho Vigalondo —creador y director de la serie y que da vida a un trasunto de Xavier Sardà (con otro nombre para evitar problemas legales, igual que Crónicas marcianas aquí será Tiempo de Marte)—, Tamara, Leonardo Dantés, Loly Álvarez, Arlequín, Paco Porras y Tony Genil asaltaron la fama masiva y se hicieron omnipresentes en la televisión a principios de los 2000 de la forma más inesperada. No tenían ninguna habilidad, no eran jóvenes, ni guapos, ni graciosos. No tenían nada que les hicieran especiales. Y pese a todo ello, cualquiera que viviera aquellos años los recordará.
El tamarismo fue un fenómeno tan inesperado como difícilmente explicable. Por eso Vigalondo, a partir de la idea de los Javis, productores de la ficción, se ha llevado a su terreno aquel trocito de la historia pop más friki de España. En su serie, reimagina aquellas vidas desde una mirada surrealista, en muchos momentos lynchiana, para retratar personajes esperpénticos con una buena carga de patetismo que, al final y aunque nos cueste reconocerlo, dicen mucho sobre cómo España.

Superestar se divide en seis capítulos, cada uno centrado en uno de los personajes principales de esta historia: Margarita Seisdedos, Leonardo Dantés, Loly Álvarez y Arlequín, Paco Porras, Tony Genil y, por último, Tamara. La serie está llena de pasadizos, de juegos de espejos, de guiños, dobleces, recovecos, referencias, lugares que se repiten transformados, constantes que cambian, realidades alternativas. Un laberinto en el que puede costar entrar pero, una vez dentro, es imposible escapar de él.
Desconcierta el primer capítulo, que muestra la concepción y el nacimiento de María del Mar Cuena Seisdedos de la forma más extraña posible y sigue a una Margarita (interpretada por Rocío Ibáñez) constantemente asombrada ante el camino que tomará la vida de su hija, y la suya propia. La literalidad extrema es un recurso habitual en la serie desde este primer episodio, en el que la mirada maternal de Margarita, que ve a su hija como una niña eterna, se refleja en pantalla como eso precisamente: una niña con peluca, maquillaje y zapatos de tacón interpreta a Tamara adulta porque su madre sigue viéndola así.

Pese al brilli brilli del que se rodearon estos personajes, en la serie predomina la oscuridad tanto en la imagen como en el fondo que se cuenta. El ejemplo más claro es el capítulo dedicado a Leonardo Dantés, que se adentra en su carácter de personaje tragicómico y aborda su dualidad interna: el cantante melódico que ha compuesto para los Chunguitos o Manolo Escobar frente al friki televisivo del Baile del pañuelo, Tiene nombres mil y Futbolistas naturistas. Dos Leonardo Dantés luchan por salir a la luz hasta que encuentran la forma de reconciliarse. La interpretación de Secun de la Rosa añade ternura al tratamiento del personaje en uno de los mejores capítulos de la serie.
El tercer capítulo, centrado en Loly Álvarez (Natalia de Molina) y Arlequín (Juan Villagrán), representante y nexo común de todos estos personajes, arranca en 1996 para imaginar la relación entre los dos y las circunstancias que pudieron terminar en uno de los incidentes más pintorescos y recordados protagonizados por este peculiar grupo: su accidente en la fuente de la Cibeles. El episodio centrado en Paco Porras lleva al extremo la parapsicología más cutre (dentro de lo cutre que es ya de por sí la parapsicología) que representa este personaje. La trama es un desvarío absurdo en la línea del susodicho, que aquí interpreta Carlos Areces. No obstante, la historia de Paco Porras la narra el propio personaje.

Más interesante es la noche de desfase lamentable que viven los protagonistas en la noche de 2016 en que Tamara, ahora conocida como Yurena, se convierte en la primera expulsada de Supervivientes. La historia imagina cómo se reencuentran Tony Genil (encarnado por Pepón Nieto), Paco Porras, Leonardo Dantés y Arlequín en la noche madrileña. “Sois cochambrosos, pero sois graciosos”, soltará Leonardo Dantés, resumiendo este episodio que imagina un reencuentro cuando los hombres ya están de vuelta de todo, con diálogos que se amontonan y aluvión de recuerdos y chascarrillos, como un reencuentro de viejos amigos. El episodio más esperpéntico y divertido sirve para mostrar el choque de personalidades que se produjo en ese círculo y guarda un giro en el tramo final que ahonda en el surrealismo extremo de la serie.

Así hasta que, por fin, Tamara (una Ingrid García-Jonsson con expresión asombrada y acento vasco) pasa de ser personaje secundario a principal en la serie sobre el fenómeno que giró en torno a ella. O más bien, lo hace María del Mar Cuena. Porque en el sexto y último capítulo vemos cómo habría sido la vida de María del Mar si no hubiera sido Tamara y cómo esa mujer que no ha salido de Santurtzi descubre —viajando a través de un misterioso pasadizo— que, en una vida paralela (la auténtica, en realidad), toda España la conoce. La serie remata con un final emotivo y tierno, un homenaje a aquellos juguetes rotos que trataron de surfear una ola de la que algunos decidieron bajarse a tiempo y que a otros casi les devora. “Vueltas y vueltas la vida da. A veces p’alante, a veces p’atrás”.
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