Venezuela, otro año de represión
El aniversario de las elecciones presidenciales cuya victoria se atribuyó sin pruebas Maduro debe servir para unir de nuevo a la oposición


Este lunes hace un año Venezuela celebró unas elecciones presidenciales que para millones de ciudadanos representaban una oportunidad sin precedentes de cambio político. La oposición concurría unida por primera vez en años bajo el liderazgo de María Corina Machado, quien no pudo presentarse debido a una inhabilitación impuesta por el chavismo, pero promovió como candidato al diplomático Edmundo González Urrutia. Según las actas electorales difundidas por su equipo, la votación se resolvió con su triunfo rotundo: más del 70% de los votos. Sin embargo, Nicolás Maduro se proclamó ganador sin presentar ninguna prueba del escrutinio. La indignación popular y el repudio de la inmensa mayoría de la comunidad internacional no movieron ni un ápice su posición y el chavismo sigue, un año después, atrincherado en el poder.
Los comicios del 28 de julio de 2024 marcaron un antes y un después en la disputa entre el Gobierno bolivariano y la oposición. El sucesor de Hugo Chávez ha logrado imponer con puño de hierro su control absoluto en todos los resquicios del Estado. Al mismo tiempo, la oposición que hace un año dio su mayor muestra de unidad y fortaleza está acorralada por el régimen. La persecución de la policía política obligó a González Urrutia a exiliarse en Madrid mientras Machado tuvo que buscar refugio en un lugar secreto, desde donde mantiene las riendas de la organización en condiciones de clandestinidad. La represión no ha cesado desde la oleada de movilizaciones opositoras convocadas tras las presidenciales. Al menos 1.900 personas fueron apresadas en esas protestas (de las cuales solo 900 han sido liberadas en los últimos meses). Activistas, periodistas, dirigentes sindicales, defensores de los derechos humanos y políticos relevantes como Pablo Guanipa o Enrique Márquez han seguido corriendo el mismo destino.
Los presos políticos son, desde hace años, la moneda de cambio favorita del régimen y su principal activo en las negociaciones. El último canje de prisioneros acordado a tres bandas entre Venezuela, Estados Unidos y El Salvador permitió la salida de prisión de un grupo de opositores. Sin embargo, al mismo tiempo las fuerzas de seguridad detuvieron a decenas de personas acusadas, como siempre, de conspirar contra Maduro. A eso se añaden las maniobras internacionales del chavismo. Caracas tiene hoy, a pesar de su aislamiento en el tablero global, mayor interlocución con Washington de la que tuvo en el pasado. Lo demuestra la reciente devolución a EE UU de 10 presos, entre los que se coló el autor de un triple asesinato perpetrado en Madrid en 2016.
También ha habido otros gestos, a primera vista contradictorios, que muestran el doble rasero de la Administración de Donald Trump. Así, la semana pasada volvió a abrir, aunque parcialmente, la puerta a las operaciones de la petrolera Chevron en Venezuela, lo que supondría un balón de oxígeno para Maduro. A la vez, declaró al llamado Cartel de los Soles, a cuya cabeza sitúa al propio mandatario, como organización terrorista internacional.
En este aciago panorama, la oposición trata de resistir y sigue apelando al espíritu de las elecciones presidenciales del 28 de julio y a su mandato popular. En la práctica, no obstante, la coalición de fuerzas democráticas sufrió algunas bajas en mayo cuando un sector, representado entre otros por Henrique Capriles, decidió concurrir a las elecciones legislativas y regionales. Entre tanto, el chavismo busca atornillarse en todos los ámbitos de poder con convocatorias electorales como los comicios municipales de este domingo, una contienda sin competencia ni adversarios reales. Con estas premisas, la reivindicación de las presidenciales es probablemente insuficiente para desbloquear la situación. Los dirigentes opositores están llamados a elaborar un plan unitario que vuelva a ilusionar a millones de personas, como hace un año. Con todo, el responsable de la deriva de Venezuela es Nicolás Maduro, que debe cesar de inmediato en su estrategia represora para no degradar todavía más la vida de los venezolanos.
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