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Acoso sexual
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Repitamos otra vez: yo sí te creo

Las denuncias de las mujeres abusadas no pueden contra los muros de silencio

Marcha por el Día Internacional de la Mujer, en Ciudad de México, el 8 de marzo de 2025.
Carmen Morán Breña

Esta es una entrega de la newsletter semanal de México, que puede seguirse gratuitamente en este enlace

En su relación con los machos abusadores, las mujeres se han topado siempre con un enorme muro de silencios: el de un cuarto en el que no hay testigos; el de la sociedad que no quiere inmiscuirse en asuntos espinosos; el de la policía y la justicia que hacen oídos sordos; y el de ellas mismas, las víctimas, que tantos siglos se han guardado para sí su pesar por las razones anteriores. Es difícil que una mujer, cualquiera, no haya sido alguna vez el objetivo de unas manazas con afán depredador, de tocamientos o asertos que repugnan, incluso en la inocencia de la infancia, cuando la vileza es todavía una palabra que se desconoce, pero cuyo efecto se adivina. Pobres caperucitas. Ante ese muro se alzó un día la voz colectiva de millones de mujeres que grabaron en piedra una frase: “Yo sí te creo”. La policía no te protege, pero yo te creo; la justicia no te defiende, pero yo te creo; la familia mira para otro lado, pero yo te creo. Dar crédito a la voz de una víctima, a la despreciada voz pública de las mujeres, es la única cobija todavía para miles de ellas.

Contra ese cuarto sin testigos en el que extendió sus manos y sus frases viscosas Néstor Vargas Solano contra Tania Castillo los primeros días de abril de 2022, golpea hoy el eco de la verdad: “Oye, estás maciza. ¿Te han dicho que tienes unos labios muy ricos?”, le dijo el susodicho con la mirada puesta donde no debía. La víctima grabó y recabó las pruebas que pudo, sin éxito. Silencio. Ahora solo queda creer. Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México, no la ha creído. De otro modo no puede entenderse que quien fue su consejero jurídico en la jefatura de Ciudad de México por aquellos ayeres nauseabundos de los que ella tuvo noticias, haya sido nombrado ahora para el Órgano de Administración Judicial, el poderoso OAJ que administrará el millonario presupuesto del Poder Judicial. ¿Debe confiar la ciudadanía en la honestidad de una persona de dudosa catadura moral? Creer o no creer, esa es la cuestión cuando la justicia no hace los deberes. “Yo sí te creo”, retumba la voz colectiva.

Cuántas veces se les pide a las mujeres que rompan el silencio y denuncien. Cuántas que salten la barrera de la vergüenza social, cuántas que no tengan miedo, cuántas que confíen en los tribunales. Y cuántas han respondido ellas con coraje para después escuchar sandeces de minifaldas en las comisarías, de falta de pruebas en el juicio, de maledicencia en sus declaraciones. Tania Castillo pasó por un proceso similar para encontrarse hoy con que la presidenta califica a Vargas Solano como “un hombre recto”. Los hombres siempre son rectos y las víctimas (re)torcidas.

La altísima popularidad que Sheinbaum recaba en las encuestas descansa en dos pilares, las ayudas sociales y los derechos de la mujer, que la ciudadanía parece conceder solo porque ella, la presidenta, también lo es. Pero se necesita algo más que discursos, bien lo sabe el feminismo, para llegar a la igualdad sustantiva, esa que no solo imprime un papel legal sino la práctica diaria. Y esa está muy lejos todavía de lograrse cuando a un hombre acusado se le califica de “recto” mientras quien denuncia enfrenta un proceso sin las mínimas garantías.

Hace unos días se conoció que Silvia Delgado García, quien fue abogada de uno de los grandes narcotraficantes de todos los tiempos, el Chapo Guzmán, ha utilizado la figura de la Violencia Política de Género para defenderse de las críticas que organizaciones y medios de comunicación levantaron contra ella por el riesgo que suponía tenerla como jueza, cargo al que aspiraba en las pasadas elecciones judiciales y que ganó. Qué poco duran las conquistas feministas. Qué bajo ha caído esa figura diseñada para proteger a las mujeres de tantas ignominias a las que se enfrentan. Ahora resulta que señalar en un país como México lo inquietante que resulta que alguien que ha defendido a un criminal como ese se erija en juez es una agresión en razón de género. A otro perro con ese hueso. Digan mejor que lo logrado un día sobre el papel se ha trocado en un cuchillo ciego para apuñalar a cualquiera que critique. Adiós a la igualdad sustantiva. México no es un país falto de leyes que protejan a sus mujeres, tiene muchas y bien armadas. Pero hay que creer en ellas y no dejar que duerman en un cajón el silencio de los justos. Creer.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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