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El peor verano de Morena

El oficialismo concentra en pocas semanas las críticas más duras por el dispendio en viajes y lujos de sus principales figuras, que arrastran también señalamientos de corrupción y vínculos con el crimen

Mario Delgado
Zedryk Raziel

El expresidente Andrés Manuel López Obrador insistía a sus compañeros de partido en que debían predicar con el ejemplo y vivir “en la justa medianía”, porque “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Sus palabras eran importantes en un país con escandalosos niveles de desigualdad y pobreza, y porque su formación, Morena, había nacido para luchar por los desposeídos. Las enseñanzas del líder izquierdista parecen haber rebotado en oídos sordos. Este verano, en cuestión de semanas, varios escándalos han sacudido al partido gobernante porque sus principales líderes han hecho ostentación de sus vacaciones costosas y sus bienes millonarios, sin contar que algunos arrastran señalamientos de corrupción y nexos con el crimen. Las críticas a la frivolidad de las figuras morenistas han tocado a las puertas de Palacio Nacional. La presidenta, Claudia Sheinbaum, concentrada en la tensa relación con Estados Unidos y los urgentes problemas internos —la violencia, el huachicol, la corrupción—, ha tenido que salir al paso de las críticas y pedir mesura a sus compañeros de partido.

El peor dardo al corazón de Morena ha llegado por el núcleo familiar del expresidente López Obrador. Su hijo —y heredero de su enorme capital político— Andrés López Beltrán, secretario de Organización de Morena, hizo un viaje a Japón en el que pagó 7.000 pesos por noche de hotel y gastó —según reveló Aristegui Noticias— 47.000 mil pesos en una comida. Muchas aristas de ese viaje causaron indignación, más allá del evidente problema del lujo. López Beltrán declaró que se tomó esas merecidas vacaciones tras sus “extenuantes” jornadas de trabajo como dirigente de Morena, pasando por alto que ese partido ha retrasado la aprobación de una reforma que permitiría reducir la jornada laboral para beneficio de millones de trabajadores (México es uno de los países a nivel mundial en los que se dedican más horas al trabajo). Otro motivo de crítica ha sido el hecho de que cada noche de hotel pagada por el hijo de López Obrador equivale al ingreso mensual de miles de familias.

Días antes, los reflectores apuntaron a Ricardo Monreal, líder de la fracción morenista en la Cámara de Diputados, que se fue a vacacionar a España con su familia y fue visto comiendo en un hotel de lujo. El veraneo de Monreal coincidió con el suntuoso festejo de cumpleaños en Madrid del polémico Pedro Haces, líder de la principal central sindical de México —Catem—, empresario y diputado morenista, muy adepto a los derroches. El también diputado Enrique Vázquez eligió la isla de Ibiza para dejarse ver de fiesta. La camaleónica familia Yunes, rodeada de escándalos y denuncias por corrupción, fue a vacacionar a un exclusivo club de playa en Capri, Italia. Mario Delgado, exdirigente de Morena y ahora secretario de Educación federal, se fue a veranear a Portugal, donde le vieron en un lujoso restaurante. Aunque ese sería el menor de los problemas para Delgado, pues recientemente se ha dado a conocer que es propietario de un lujoso departamento de 15 millones de pesos, del que no reportó su valor real en su declaración patrimonial.

Prácticamente todos los morenistas señalados defendieron sus dispendios con el argumento de que los cubrieron con su propio dinero. Monreal incluso habló de tener el “derecho a vacacionar”. La dirigente de la formación guinda, Luisa Alcalde, ha dicho que, en los gobiernos del PRI y el PAN, los políticos viajaban usando dinero robado al erario, y que ahora, al menos, utilizan el patrimonio propio. Alcalde, sin embargo, ha hecho un llamado a cuidar las formas. La presidenta Sheinbaum ha sido más enérgica en el reclamo a sus correligionarios. “Nosotros tenemos una responsabilidad política, una responsabilidad que tiene que ver con el movimiento y los principios que representamos”, afirmó. “Nos evalúa el pueblo, siempre”. La mandataria trajo a cuento las palabras del propio López Obrador, retirado ya de la vida pública: “El poder se ejerce con humildad”.

Sheinbaum ya había tenido que intervenir en el partido, frente a las cuestionadas conductas de varios líderes morenistas. En abril, pidió que se reformaran los estatutos internos para prohibir expresamente los viajes en helicóptero —en referencia a Monreal—, los vuelos en primera clase con cargo al erario —en alusión al senador Gerardo Fernández Noroña— y las campañas anticipadas —un dardo dirigido a los senadores Andrea Chávez y Adán Augusto López—. También pidió austeridad, nada de ropa cara ni fiestas costosas. Llama la atención que, tan solo unas semanas después, los líderes de la formación guinda estén en el ojo del huracán por esos mismos problemas, que parecen superficiales, pero dejan ver las profundas dificultades de Sheinbaum por tomar las riendas de Morena.

Las últimas semanas, el presidente de la Cámara de Diputados, el morenista Sergio Gutiérrez Luna, y su esposa, la también diputada Diana Barreras, han sido exhibidos por el periodista Jorge García Orozco por las costosas prendas que visten, desde ropa cara hasta joyería. El periodista también ha señalado los lujos de la alcaldesa de Tepic (Estado de Nayarit), Geraldine Ponce, también de Morena. El cuestionamiento de fondo, más allá de si un funcionario del oficialismo debe o no vestir ropa costosa, es si sus ingresos como servidores gubernamentales les alcanzan para costear esos lujos. Por si fuera poco, Gutiérrez Luna y Barreras protagonizaron otra polémica, luego de que la diputada ―siempre respaldada por su esposo― demandó a una ciudadana que le criticó en redes sociales y consiguió un fallo judicial para obligarla a disculparse públicamente.

El caso de la diputada Barreras se conjugó con otros ejemplos de políticos morenistas que usaron su posición para acallar las críticas por parte de la prensa. Sucedió en Campeche, donde el Gobierno de Layda Sansores obligó al cierre de un periódico; en Puebla, donde el Ejecutivo de Alejandro Armenta impulsó una ley que penalizaba con prisión los insultos en redes sociales, y en Tamaulipas, donde una funcionaria cercana al gobernador, Américo Villarreal, demandó al periodista Héctor de Mauleón e intentó que El Universal retirara uno de sus artículos. Estos casos, que levantaron las alertas por lo que suponen para la libertad de expresión, tienen tanto peso que hacen palidecer los debates sobre la frivolidad y el dispendio de los morenistas.

Otra polémica potente, en este mismo verano, fue la revelación de que Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Adán Augusto López —en sus tiempos de gobernador de Tabasco—, tenía vínculos con el crimen organizado. La prensa dio cuenta comunicaciones entre delincuentes interceptadas por el Ejército que sugerían que el hoy senador estaba al tanto de los enjuagues de su mano derecha, que se encuentra prófugo. Son muchos los huecos en el jarrón por los que se desparrama el prestigio de Morena, unos más grandes que otros. Tapar uno implica una nueva fuga por otro lado. La presidenta Sheinbaum goza de enorme popularidad y un respaldo que legitima sus políticas, pero las mil polémicas de los líderes morenistas arrastran la mirada de la opinión pública con la fuerza gravitatoria de un planeta.

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Sobre la firma

Zedryk Raziel
Reportero de EL PAÍS México, especialista en la cobertura de asuntos políticos y de corrupción. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido colaborador en el diario Reforma y el portal Animal Político. Es coautor de ‘El caso Viuda Negra’ (Grijalbo, 2022).
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