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Los aranceles de Trump reconfiguran el comercio mundial mientras dan los primeros golpes a los socios de EE UU

Las tarifas impuestas por Washington buscaban reducir el déficit comercial y recuperar la pujanza industrial, pero hasta ahora los datos reflejan más distorsiones que avances

Contenedores en el puerto de Los Ángeles, en julio.
Pablo Sempere

El mundo baila al ritmo de la imprevisibilidad que resuena desde Washington. La guerra arancelaria iniciada por Donald Trump ha traído de vuelta viejos fantasmas de tensión e incertidumbre que, al menos en el plano comercial, parecían superados. El presidente estadounidense ha puesto en marcha una batería de aranceles que golpean indistintamente a socios y rivales, con la promesa de reducir el déficit comercial, devolver músculo a la maltrecha industria nacional y que el Cinturón del Óxido vuelva a brillar. Pero, al menos a la vista de los datos disponibles hasta ahora, la batalla está lejos de lograr su objetivo. Los efectos se traducen más bien en un cóctel de ruido, incertidumbre y movimientos estratégicos que empiezan a azotar de manera desigual a cada país, pero sin terminar de afinar la sacudida. Aunque ya se hacen notar, apuntan a una reconfiguración de las relaciones comerciales globales, de las que previsiblemente nadie saldrá como claro ganador.

El balance comercial entre enero y junio, que muchos países han difundido durante este mes de agosto, es el primer gran termómetro a examinar desde que se anunciaron las tarifas. Por el momento, refleja un doble efecto distorsionador: el adelanto de exportaciones en el primer trimestre, cuando las empresas intentaron colocar sus productos por el temor a los mal llamados aranceles recíprocos; y el parón posterior, en el segundo trimestre, cuando los vaivenes estadounidenses congelaron decisiones y generaron un clima de espera.

“La evolución de los datos de comercio exterior a Estados Unidos aún no refleja plenamente los efectos de los aranceles”, advierte Judith Arnal, investigadora principal para Asuntos Económicos del Real Instituto Elcano. “Durante los tres primeros meses del año hubo un aumento considerable de las exportaciones a Estados Unidos, para evitar de manera estratégica los aranceles que iban a ser introducidos posteriormente”. A partir de abril, sin embargo, “ha habido un fuerte predominio de la incertidumbre”, añade.

Los números confirman esta paradoja. El déficit comercial de EE UU alcanzó los 465.000 millones de dólares entre enero y marzo de 2025 ―frente a los 278.000 millones de un año antes―, producto de la avalancha de importaciones adelantadas. Entre abril y junio, las compras a Europa y Asia sí se redujeron. Pero, al computar el semestre en su conjunto, el déficit acumulado ascendió a 735.000 millones frente a los 577.000 millones del mismo periodo de 2024, según los datos oficiales. Por eso, resume Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, “no se puede decir que EE UU esté consiguiendo su objetivo de reducir su déficit comercial con el resto del mundo, por lo menos con los datos que tenemos disponibles hasta ahora”.

Por el momento, la indecisión domina. “Uno de los efectos inmediatos de los aranceles ha sido el incremento de la incertidumbre experimentado por todos los agentes económicos”, explica Carles Mañó Cabello, investigador del departamento de Económicas de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). La inconsistencia de los anuncios y los cambios repentinos de planes y amenazas han congelado inversiones y frenado decisiones estratégicas: “Este aumento de la incertidumbre, unido a la expectativa de mayores costes, ha provocado una fuerte pausa en la inversión de ciertas empresas”.

En esta mezcla de caos y cálculo, la tregua de 90 días anunciada por Washington en abril apenas alivió la tensión. Trump amenazó con aumentos si la UE no avanzaba en las negociaciones. Y exportadores y productores se encontraron atrapados entre la urgencia de adelantar operaciones, asumir sobrecostes o buscar mercados alternativos.

Eso, aunque con efectos desiguales, ha golpeado a los socios tradicionales de EE UU. Alemania, que mantiene históricamente un superávit elevado con Washington, vio cómo este se reducía un 12,8% en el primer semestre de 2025, según los datos publicados la semana pasada. De acuerdo con el informe mensual del Bundesbank, tras el aumento de los aranceles estadounidenses, la primera economía europea experimentó un retroceso en la producción industrial y las exportaciones. El pasado viernes, la oficina estadística del país revisó el dato de evolución del PIB durante el segundo trimestre: retrocedió un 0,3%, frente a la caída del 0,1% que se esperaba inicialmente.

España, que parte de la situación contraria porque su relación comercial con Washington es deficitaria, vio retroceder las exportaciones a la primera potencia en un 5,1%. Esto amplió el desequilibrio en la relación comercial, pero no impidió un crecimiento trimestral del PIB del 0,7%, un porcentaje que sobresale entre las economías europeas, por la menor dependencia del mercado estadounidense y el tirón de la demanda interna.

Camilo Ulloa, economista principal de la unidad de España y Portugal en BBVA Research, apunta que “a nivel europeo hay mucha divergencia de impacto por la coyuntura de cada país”. Alemania e Italia, por ejemplo, están más expuestos que España o Francia. Lo mismo ocurre por sectores. No hay un patrón claro. “Las cadenas comerciales globales apuntan a una reconfiguración, pero todavía es pronto para saber quiénes son los perdedores y ganadores”. Agustín García, economista líder también en BBVA Research, subraya que “un país que impone tarifas muy altas puede tener un impacto positivo a corto plazo sobre la balanza comercial, pero en el medio y largo plazo es claramente negativo”.

Las réplicas de la guerra arancelaria no solo alcanzan al Viejo Continente. El superávit bilateral de Japón descendió un 23,9% interanual en julio y sus exportaciones hacia la primera economía mundial cayeron un 10,1%. El mismo día en que se publicaban esos datos, el primer ministro del país, Shigeru Ishiba, propuso estrechar lazos con los países del Índico y África para construir “una zona económica libre y justa”. Tokio mira con recelo la influencia regional (y global) de China y ya no puede contar como antes con EE UU, su segundo mayor socio comercial. Ishiba ha visitado este fin de semana Seúl y recibirá el próximo viernes al primer ministro indio, Narendra Modi.

Un tiro en el pie

La gran paradoja es que EE UU, lejos de salir reforzado con la guerra comercial que ha declarado, podría ser uno de los principales perjudicados. La inflación se dispara por el encarecimiento de insumos y bienes, y el consumidor paga el precio de la política arancelaria. Como resume Mañó Cabello: “Afecta negativamente a todos los consumidores del país, pero beneficia solo a unos pocos productores y trabajadores del Cinturón de Óxido (el Rust Belt, el tradicional polo industrial que forman varios Estados del medio Oeste)“. Por eso considera que es como ”pegarse un tiro en el pie, ya que los precios serán mayores, haciendo que quede menos renta disponible para consumir en otros bienes o servicios, y no gastando en otras industrias que podrían haber crecido”.

Los analistas de BBVA Research también incorporan a la ecuación el papel de la política monetaria y de la deuda. La Reserva Federal mantiene por ahora tipos restrictivos para contener presiones inflacionarias, aunque su presidente, Jerome Powell, ha abierto la puerta a un recorte de los tipos de interés en septiembre. Así, la política monetaria se convierte en un segundo frente de tensión, paralelo al comercial, con efectos que amplifican la incertidumbre global.

El largo plazo, aunque incierto, apunta hacia la reconfiguración del comercio mundial. Mañó Cabello explica que la pérdida de confianza en un socio que hasta la fecha era fiable puede conllevar un cambio de paradigma, presionando a los países a intentar sellar alianzas con actores que, a priori, podrían parecer rivales sistémicos en lo político, pero de fiar en lo comercial. Europa, de hecho, ya ha visto hasta junio crecer sus importaciones desde China (aunque no sus exportaciones). Ulloa y García también abren la puerta a que la espiral de decisiones erráticas y órdagos de Trump aceleren negociaciones pasadas entre distintos bloques para sellar nuevas alianzas; y Torres habla de un cierto reordenamiento global con un incremento de los intercambios, principalmente dentro de Asia.

El tiempo dirá. Arnal recuerda que los efectos empezarán a hacerse más palpables “en los próximos meses”, máxime cuando la mayoría de lo que Trump denomina “aranceles recíprocos” han entrado en vigor este verano. Al respecto, no solo hay que tener en cuenta que los productos del resto del mundo serán menos competitivos en EE UU por el aumento de los precios, “sino que también hay que prestar atención a los precios relativos resultado de los aranceles”. Y pone como ejemplo los bienes de la UE, con un arancel del 15%, que pasarán a ganar competitividad frente a los productos suizos, sometidos a una tarifa del 39%. “Aún tardaremos meses en ver cómo se redibujan los flujos comerciales”, señala la experta. Mientras tanto, los datos macroeconómicos de algunos socios tradicionales de Washington ya han comenzado a tambalearse.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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