La vida sabe peor sin Azucarera en La Bañeza
El cierre de la histórica fábrica sume en la desesperanza de una crisis sin solución a la población leonesa


Tocan a muerte empresarial en La Bañeza (León, 10.000 habitantes). Varias cruces de madera cuelgan junto al acceso a la planta de La Azucarera; en el pueblo los carteles llamando a defender la fábrica del cierre copan viejas fachadas históricamente dominadas por las esquelas, carteles de verbenas o de espectáculos taurinos. El enorme silo de la factoría exhibe un amargo lema tras conocerse que el grupo propietario de La Azucarera, el gigante británico Associated British Foods, planea recortar en España y cerrar directamente estas instalaciones. “Azucarera. La vida sabe mejor”, lee quien alce la mirada, práctica poco común estos días en La Bañeza, hundida porque de allí depende un centenar de puestos directos y numerosos indirectos, particularmente de la remolacha, fuente del dulce. Los sindicatos pelean por el mejor entierro posible mientras los lugareños se preguntan cómo sobrevivir.

La explanada contigua a las verjas de acceso a la fábrica presenta varias señales del drama laboral incipiente. “La Azucarera endulzando la vida. ¡No nos la amarguéis!”, clama una pancarta entre varios carteles sindicales reivindicativos. La plantilla ha utilizado cinta negra de carrocero para, en el rótulo donde pone “aparcamiento para trabajadores”, añadir un demoledor “ex”. Cruzar la carretera donde tantos camiones dejarán de circular conduce a una promoción de varias casas construidas antaño para los empleados de las primeras azucareras, sin mayúscula en el nombre pero sí en las condiciones laborales.

Las recurrentes olas de calor y la afianzada ola de despoblación provocan una inmensa mayoría de persianas blancas bajadas; por detrás, solo la ropa tendida revela vida. Celia Toral, de 84 años, pasea a sus perros con el pesar de qué será de su hijo y de su nieto, y de tantas familias jóvenes con hipotecas y críos, y de veteranos demasiado jóvenes para jubilarse y demasiado mayores para reciclarse: “Es un problema bestial”. Jesús Brímez, de 70, trajina en una cochera tras haberse retirado hace unos años. “¿Esta zona? Muerta. Si en vez de invertir, quitamos…”, despacha el leonés, cerca de las herrumbrosas traviesas de la ferroviaria Ruta de la Plata, cuyo cierre lastró sin remedio a la industria del oeste español. Tampoco el adiós de la minería y el cuestionado uso de los fondos de regeneración asociados trajeron dichas a León.

El matrimonio de Fernando Lagarejo y de Isabel Ortega, de 69 años, ofrece refrigerio e información a los forasteros. En algunos buzones del bloque se lee “Azu”, evidencia de qué tipo de correspondencia entraba en ellos. Esta pareja trabajó en la hoy Azucarera bajo sus distintos propietarios previos y fue percibiendo el declive. Él sigue sin entender que dentro de unos meses, cuando vuelva la campaña, las chimeneas ya no escupirán la fumata blanca del ajetreo laboral; ella “ya quisiera” para sus hijos un trabajo como el suyo: a un minuto andando, bien pagado, mimando al asalariado: “Nunca pagamos los libros de texto de nuestros hijos, el dentista, el oculista… era una empresa modelo”. Lagarejo, hijo y nieto de azucareros, brama contra los últimos propietarios. “Los ingleses vinieron a por el dinero”, acusa el extrabajador, otrora presidente del comité de empresa durante ocho años, indignado por la gestión y el desentendimiento británico, una estocada extra sobre el castigado campo leonés: “He hablado con los trabajadores jóvenes y están de ‘¿Y qué hago ahora?’. Yo nunca quise marcharme de aquí”.
Yo nunca quise marcharme de aquí. La frase resuena en el salón familiar, antítesis del futuro que le espera a los cada vez menos jóvenes de la provincia leonesa. La Bañeza aún boquea gracias a un matadero que ha traído algo de actividad, pero, como recuerda la mujer, la zona no ofrece apenas atractivo turístico, mal menor e insuficiente en muchos parajes despoblados, o en proceso, o víctimas de la desindustrialización. Su marido se despide con otro mantra ligado a recorrerse informativamente Castilla y León: “Hablan de la España abandonada pero pasan de ella”. Muchos trabajadores activos, de momento, prefieren callar. No anda la cosa para inmolarse. Una empleada, encogida de hombros, sentencia: “Esto se acabó ya”.

El anuncio llegó sorpresivamente hace unas semanas. La entidad lo achacó a “la volatilidad del precio del azúcar, intensificada por las importaciones procedentes de terceros países en condiciones de mayor ventaja [por Ucrania]” y “la caída de las producciones de remolacha debido a la prohibición del uso de sustancias activas”. “La decisión de concentrar toda la molturación en un único centro es la única manera de garantizar nuestra sostenibilidad y el futuro. La hemos tomado tras un profundo análisis de todos los escenarios posibles”, precisaron.

La Azucarera mantendrá las sedes de Miranda de Ebro (Burgos), Toro (Zamora) y Jerez (Cádiz), sacrificando así La Bañeza: de los 251 despidos, la mayoría serán leoneses. Los sindicatos han instado a la compañía a revertir su decisión o, de ejecutarla, mantener las mejores condiciones para los afectados o para quienes sean reubicados. UGT y CC OO han presentado en el Parlamento Europeo una propuesta para regular deslocalizaciones como estas en “zonas geográficas sensibles” para “salvar la producción industrial y agroalimentaria en el ámbito rural”. “La regulación es voluntaria, pero es necesario que sea obligatoria”, creen los representantes de los trabajadores, fajados en casos similares donde grandes corporaciones trasladan su producción.

La consejera de Agricultura de Castilla y León, María González Corral (PP), ha recordado que La Azucarera se ha comprometido a que los remolacheros seguirán igual y que pagarán los costes de trasladar la hortaliza a Toro, a 120 kilómetros. “Vamos a realizar un seguimiento del cumplimiento de los compromisos adquiridos por la empresa con los cultivadores, vamos a estar pendientes de los hechos y no de las palabras”, ha asegurado Corral. El portavoz de la Junta, Carlos Fernández Carriedo, les ha emplazado a que pongan “condiciones favorables” para vender las instalaciones y que otros inversores puedan afincarse en La Bañeza. El ministro de Agricultura, Luis Planas (PSOE), se ha comprometido a mantener “el tejido” vinculado al edulcorante.

De momento, palabras. Pasear por la localidad revela la pesadumbre en las conversaciones y cómo muchos negocios han pegado carteles en su escaparate solidarizándose con sus vecinos afectados y temerosos de correr el mismo destino. Junto a ellos, papeles reclamando pediatra: difícil mantenerse allí donde se reducen las vías de empleo y no hay médico infantil. Una camarera joven espeta “¡Pa’ algo que hay!”; un cliente exclama “¡Es lamentable!”. Sara Serrán y Héctor Rebordinos, de 30 y 40 años, resumen así la sensación de su generación: “¿De qué trabajo yo aquí?”. Teresa González, de 55, anuncia que pronto cerrará la tienda de moda donde subsiste: “Es una cadena y lo vamos a notar todos”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
