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La España que no puede vacacionar: “Con los gastos y los sueldos que tenemos, es impensable viajar”

Un 33,4% de los españoles no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año, según el INE

Vista de la playa de Ondarreta de San Sebastián, el pasado 9 de julio.
Luis Paz Villa

La última vez que Luz Lorenzo se dio una escapada de verano fue hace ocho años, un viaje a Grecia. Desde entonces, pasa los días libres y festivos en Benidorm, la ciudad en la que trabaja como camarera de piso en hoteles desde hace 15 años. “Me deben días libres del año pasado y me las están dando, pero casi nunca los pido porque económicamente no me puedo permitir ir a ningún sitio, entonces me es indiferente cuándo me los den”, dice. Luz es parte del 33,4% de los españoles que no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año. Según se desprende de los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE), que califica a tiempo de descanso como uno de los elementos necesarios para un nivel de vida adecuado. Los datos demuestran que contar con un empleo no es una garantía suficiente, dado que los ocupados que ganan el salario mínimo interprofesional (SMI), o menos, son los más expuestos a esta carencia.

“Con los gastos y los sueldos que tenemos, es impensable viajar”, afirma Luz, que tiene las pagas prorrateadas y cobra poco más del mínimo. “Entre el alquiler, los servicios, la comida que está carísima, es que no te llega para llegar a final de mes”, comenta. Un estudio de la entidad financiera especializada en soluciones de pago Oney apunta que los españoles que saldrán de vacaciones estivales en 2025 se gastarán de media 1.339 euros, cifra que a Luz le parece desorbitada. “En casa somos tres y sería imposible, no me da para ahorrar y eso que está mi pareja que cobra algo menos que yo y es jefe de mantenimiento”, describe.

El SMI ha crecido un 54% en España entre 2018 y 2024 —de 736 a 1.184 euros brutos al mes en 14 pagas—, un salto que supera con creces la evolución de los precios en el mismo periodo (19%). El presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN), Carlos Sucías, reconoce los avances en este sentido, pero asegura que “si un empleo no cumple determinadas condiciones, no permite salir de la situación de pobreza”. Detalla que ese es el caso de muchas personas que si bien nominalmente no forman parte de este grupo, “al haber aumentado tanto los costes de la vivienda, entre otros, sí que terminan viviendo en una situación real de carencia”. Y lamenta que el tiempo de descanso sea de los primeros aspectos considerados prescindibles.

El líder de EAPN, describe que el caudal de gastos lleva a las familias a “andar permanentemente eligiendo en qué gastan”. El régimen de tenencia de la vivienda ―cuyos precios de compra y alquiler suben a pasos vertiginosos― parece ser un factor vinculado. La encuesta del INE pone en relieve que mientras un 28,4% de los hogares que tienen una vivienda en propiedad se privan de las vacaciones, aquellos que viven de alquiler, tanto a precio de mercado (43,4%) como por debajo (48,7%), son los más afectados. Este último tipo, las rentas por debajo del mercado, incluye los alquileres sociales.

Sucías lamenta que estas familias pueden llegar a limitarse, no solo en sus días de asueto, sino también en otras esferas de esparcimiento. “Esto causa problemas de arraigo social, porque uno se aísla cada vez más. Es un problema que al final puede terminar en desafección hacia la sociedad en la que se está viviendo”, describe.

Roberto Mora, venezolano de 23 años, trabaja como camarero en la capital desde 2020. Percibe un salario de 900 euros por 25 horas a la semana, que complementa con otras actividades, como esporádicos empleos de figurante para series o películas. Con un margen de ahorro de 100 euros al mes, veranear lejos pasa a un segundo plano. “En teoría, ahora mismo estoy libre y luego la otra semana en agosto, pero he estado principalmente en casa”. Señala que esta limitación le impide desconectarse de verdad con el día a día. “Me la paso pensando: Vaya, tengo que ir a trabajar otra vez en breve”.

Agotamiento y culpa

No solo se privan de las vacaciones quiénes no pueden asignar grandes montos para viajes, sino también quiénes aprovechan los meses veraniegos para acceder a esos recursos económicos. Tal es el caso de Delia Servin (58 años), trabajadora del hogar y presidenta de la organización Servicio Doméstico Activo (Sedoac). “Yo estuve once años de interna y siempre viajé con las familias para atenderles en sus vacaciones; lo que hacen es pagarte el doble y luego todo el año otra vez trabajando”, relata. Ya no trabaja más en ese régimen, pero se arrepiente de haber trabajado sin descanso por tanto tiempo. “Te afecta no tener libertad; te pones mayor, y piensas cómo no aproveché el tiempo, y se aprovecharon de mi vulnerabilidad porque necesitaba”.

La culpa, es justamente uno de los sentimientos que pueden experimentar quienes no se pueden permitir vacaciones por motivos económicos, según Adrián Navalón, coordinador del grupo laboral de Psicología y Economía del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Explica que los descansos laborales no solo son oportunidades para recuperarse física y mentalmente, sino también son un “final de un ciclo necesario”. Explica que el subidón emocional empieza incluso días antes de salir: “Anticipar y planificar algo beneficioso y gratificante, ya nos produce un incremento de la percepción de bienestar y también ocurre a la inversa”, asegura. Por lo tanto, “carecer de un periodo vacacional puede ser considerado como una pérdida y suponer un incremento del estrés”.

El impacto de no irse de vacaciones trasciende la esfera personal. El especialista añade que el estrés generado por la privación del descanso puede llegar a traducirse “en una creciente desvinculación y desmotivación o incluso puede derivar, a su vez, en una reducción de la productividad, un crecimiento bajas o accidentes laborales por agotamiento, por pérdida de concentración y atención”.

Los grupos más vulnerables

Un análisis reciente de microdatos de Eurostat realizado por el Instituto Sindical Europeo (ETUI) encontró que las vacaciones de verano estaban fuera del alcance del 18% de los trabajadores españoles hasta 2023, una cifra superior a la media europea (15%). A propósito, Carlos Sucias destaca que el estado de bienestar español ha ido tradicionalmente por detrás del de las principales economías del bloque. “Es verdad que en los últimos años hemos ido mejorando, pero aún nos queda mucho por hacer”. De los datos del INE hasta 2024 se desprende que un 47,8% de las personas provenientes de hogares con un adulto y uno o más niños, así como un 36,7% de los jóvenes de 16 a 29 años, no se pueden permitir al menos una semana de vacaciones.

Sucías insiste en que la única forma de cambiar este panorama es mejorar las condiciones laborales y mejorar los salarios. Pero menciona en que el verdadero cambio está en como se concibe el periodo de descanso. “El problema es que la gente piensa que tomarse las vacaciones es un capricho, un lujo, y no es verdad, estamos hablando de algo necesario y dinamizador de la propia familia y de la propia sociedad”, sentencia. En tanto, Delia Servin, Roberto Mora y Luz Lorenzo —como más de 5 millones y medio de trabajadores en España, según el Instituto Sindical Europeo— pasarán el verano oscilando entre sus fuentes de empleo y su hogar. “Me da pena, trabajar todos los días muy duro y no poder decir que me voy a algún sitio; somos los esclavos de algo, del siglo XXI”, lamenta esta última.

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