El bello y complejo arte de los pies sobre hierba: “El cabrón de Alcaraz se mueve como nadie”
Los tenistas coinciden en apuntar a la movilidad como el factor diferencial sobre césped, por encima incluso del golpeo. El murciano es el último gran ‘bailarín’


No es ningún misterio: en el tenis, un buen golpe comienza con un buen paso. Y así es, pero sobre hierba, el dicho se magnifica. Tan importante o más que los tiros son la movilidad y esa capacidad de los y las más fuertes para hacer los ajustes necesarios en el contexto más complejo de todos, que requiere de una especial destreza en los desplazamientos porque una maniobra mal ejecutada ensucia definitivamente el impacto. A lo resbaladizo, el césped añade un bote completamente diferente y engañoso, porque la bola rasea y sale disparada sin apenas coger vuelo. Es, pues, uno de los grandes desafíos, coinciden técnicos y jugadores. Wimbledon, el territorio de los microtacos, del paso corto, de las rectificaciones. El de los grandes bailarines.
Ninguno, seguramente, como el gran Roger Federer, espejo pero inimitable: un ejército ha intentado copiar sus movimientos y seguirle los pasos, dándose de bruces con la realidad. Lo comentaba el joven João Fonseca, ya eliminado: “Antes de la gira estuve viendo vídeos suyos en Halle y aquí. Parece que es fácil moverse así, pero no lo es”. Y corrobora Carlos Alcaraz, preguntado por este periódico: “Roger es la elegancia. Parecía que estaba flotando, una mariposa. Es una obra de arte que se debería poner en un museo. Lo hacía tan fácil que hasta parecía que no se moviera bien, pero luego, te enfocabas en sus pies y se movían a la velocidad de la luz. Era brillante”.
Habla el murciano —citado este domingo en los octavos con Andrey Rublev, hacia las 18.00, Movistar+— y el mundo del tenis coincide, precisamente, en señalarle a él como heredero. Ningún tenista posterior a la generación de oro, ni siquiera el propio Jannik Sinner, ha demostrado hasta ahora mayor naturalidad, técnica ni adaptación a la hora de maniobrar sobre el verde, registro sobre el que disfruta sobremanera el de El Palmar. Cuenta que se ha inspirado fundamentalmente en Federer y que también observa detalles en los pasos de Novak Djokovic y Sinner, “porque tienen un juego de pies brutal”. No le ha ido del todo mal. Dos trofeos de Wimbledon y otros dos de Queen’s relucen en su vitrina.
“Es algo que he trabajado desde pequeño, a partir de los 13, 14 o 15 años. Y no era ni un desastre ni muy bueno. Hubo un gran cambio cuando empecé con Juanki [Ferrero]”, precisa, “cuando empecé a hacer trabajo de coordinación porque, al principio, era un poco caótico; luego, poco a poco fui mejorándolo y perfeccionándolo. Ahora mismo me siento muy cómodo y confío mucho en mi físico y en mi movilidad, y eso es importante”, amplía, con un espectacular recuento —32 triunfos en 35 encuentros— que demuestra su habilidad para descifrar unos códigos especialmente singulares.

“Es algo que se puede entrenar y mejorar, pero que los grandes jugadores tienen de forma natural”, concede Feliciano López, que se acuerda de la “intensidad” y la “coordinación increíble” de Rafael Nadal a la hora de “tocar y ajustar con la derecha”, así como de la excepcionalidad de Federer. En contra de la teoría, el suizo era capaz de llegar al punto correcto y en la posición adecuada para el golpeo “con dos o tres pasos más largos, cuando los demás necesitaban siete u ocho”. Así que, “cuando le veías”, apunta Alejandro Davidovich, “decías: joder, qué bien se mueve”. Coincide Jaume Munar: “Roger se movía que te cagas y Murray también, aunque a mí me gusta fijarme jugadores dentro de un rango más cercano al que yo me muevo”.
El contrapié
El mallorquín cita a Lorenzo Musetti y Álex de Miñaur, y especifica que “son clave el centro de gravedad y los pasitos de ajuste postgolpe, que no existen en otra superficie porque no hay esos frenazos tan bruscos”. El dichoso contrapié, cuando al tenista se le clavan las zapatillas en la hierba. “Es muy difícil, porque tú pegas y sigues y, al tener que volver, tienes que dar esos dos pasos de más que en las otras superficies no los necesitas. Si das un par de pasos y te cambian de dirección, compensar eso es muy complicado”, prosigue Munar, al tiempo que Feliciano subraya a la ATP: “Hay que diferenciar la movilidad lateral de la vertical. Lateralmente hay mayor igualdad, pero hacia delante se marcan diferencias”.

“Moverse aquí es muy complicado. Cuesta unos días acostumbrarse, e incluso una semana. Los pies están mucho más pegados al suelo por los tacos”, agrega el toledano, que incide en “cómo se agachan” y “coordinan” en el instante del impacto Alcaraz y Sinner, en otra esfera respecto a las demás —sin incluir lógicamente a Djokovic— en lo que a desplazamientos se refiere. Mientras, Cristina Bucsa incide en “la dificultad del proceso”, que constata el discreto rendimiento sobre césped mostrado hasta ahora por la prestigiosa Iga Swiatek. La polaca no ha logrado extrapolar su sobresaliente baile en la arena de París al tapete de Londres, como sí lo ha hecho Alcaraz.
Martina Navratilova o Steffi Graf también dejaron huella por su motricidad, mientras otras campeonas y campeones edificaron sus éxitos a partir de los tiros. En todo caso, Wimbledon exige de un superlativo ejercicio de adaptación. “Personalmente, a mí me ha costado mucho”, admite Munar, quien agrega la conversación el matiz de que hoy día, en el All England Club se pelotea mucho más que antes, como así lo constatan las métricas. “Antes”, recuerda Davidovich, “la bola iba más rápida”. El malagueño, vencedor en categoría júnior en 2017, remata refiriéndose a Alcaraz, virtuoso de la danza: “El cabrón de Charly se mueve igual de bien en hierba que en tierra”.
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