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Sandía y brócoli en el menú diario de los campeones del Tour de Francia

Los ciclistas toman compuestos derivados de la fruta y la verdura para mejorar la contracción muscular y reducir la subida del lactato en esfuerzo

Pogacar, en el centro del pelotón, durante la segunda etapa del Tour.
Carlos Arribas

Bahamontes no comía espinacas como Popeye para estar tan fuerte sino que bebía cerveza negra en la que disolvía y removía un huevo crudo. Eso es, al menos, lo que la madre del director de cine belga Luc Dardenne, cine social falsamente documental a lo Ken Loach a medias con su hermano Jean Pierre, le aseguraba a su hijo cuando niño enfermaba. “Bébete esto, que es lo que hace que Bahamontes gane siempre en la montaña”, recuerda Dardenne en L’Équipe, y, seguramente, si él quisiera tonificar a la ciclista a su hijo en estos tiempos le recomendaría que comiera sandía y zumo de brócoli. No sería tan fantástico ni gozoso como trasegar una buena cerveza stout pero, seguro, estará más cerca de la realidad del ciclismo ahora, que encuentra en las huertas alternativas sanas y permitidas a tantos años de química sin freno. Y ello sin olvidar el uso del vinagre de encurtir pepinillos para prevenir calambres por deshidratación y del bicarbonato para tamponar el lactato.

Después de una época de excitación en la década pasada con avances casi disruptivos en la ciencia del entrenamiento y en la instrumentación para calcularla —potenciómetros, parches para medir glucosa, lactato, temperatura, volumen tidal del aire respirado…—, entrenamientos de calor para aumentar el volumen de hemoglobina que se mide respirando monóxido de carbono, y en la nutrición, con entrenamientos digestivos que permiten que un ciclista trasiegue sin diarrea 200 gramos de carbohidratos a la hora, la fisiología ha entrado en una fase de meseta, con pocas novedades, aburrida, según los investigadores. Todas las novedades son pequeñas variables que suman un poquito, exceptuando las mejoras aerodinámicas de bicicletas, ruedas, vestimenta, cascos, que pasan por un periodo de apogeo. La mejora del rendimiento ha sido exponencial. Se suben puertos a 28 por hora, se alcanzan tranquilamente medias de más de 45 en etapas largas y reviradas, y los ciclistas están como nuevos a la mañana de la siguiente etapa.

La sandía y el brócoli son algunas de esas pequeñas variables.

Alrededor de las virtudes para el metabolismo del deportista de elite de la sandía, o, más precisamente, de su compuesto principal, el aminoácido citrulina, combinada con nitrato ha escrito su tesis doctoral el investigador vasco Aitor Viribay, que trabajó hasta el año pasado en el Ineos. “Investigué con remeros durante seis meses la suplementación con ambos compuestos y demuestro que la citrulina de la sandía potencia el efecto del nitrato en la mejora de la contracción muscular, la madre del movimiento y de la eficacia”, explica Viribay, que actualmente es el director de rendimiento del equipo de trail de Salomon. “Con tres semanas de suplementación ya se notan los efectos. Ya se elaboran geles con la mezcla y se usa mucho”. Es tan importante la ruta del óxido nítrico en la vasodilatación, aparte de sus efectos en la contracción muscular, añade Viribay, que los geles tienen sentido para tratar un problema de salud pública como es la hipertensión aparte de la de movilidad en ancianos.

Más novedosa es la llegada al pelotón y al deporte de alto rendimiento del Nomio, el extracto de brócoli producido en Suecia que ataca al principal limitante y productor, a la vez, del rendimiento, el lactato que se dispara en la sangre después de los esfuerzos máximos, como sprints en carreras de 400m u 800m, o un repecho de dos minutos a tutta en una carrera. Alcanza tales niveles el residuo de quemar glucógeno para producir energía que el organismo es incapaz de volverlo a utilizar como combustible y su acumulación es fatal para el movimiento. Y para contrarrestarlo, aquí están las ampollas bebibles de Nomio, que reducen un 12% la acumulación de lactato y un 10% el estrés oxidativo de las células, aparte de ser buenísimo para proteger el hígado de los efectos deletéreos del alcohol.

Lo aseguran sus promotores, fisiólogos del Instituto Karolinska que estudiaron durante siete años los efectos de los isotiocianatos, los antioxidantes presentes en coles, brócolis y demás verduras crucíferas. Se lo explican en correos con muestras a los mejores atletas y ciclistas del mundo. Y lo proclaman en su web campeones como Mads Pedersen, el danés que rivaliza con Pogacar y Van der Poel en las clásicas de primavera (y les ganó a los mejores sprinters en la Gante-Wevelgem en el Giro) o el atleta sueco Andreas Almgren, que acaba de batir el récord de Europa. “La bebida monstruo [así denomina Pedersen al Nomio] es mi secreto”, decía en marzo, cuando brillaba en la París-Niza. “Me bebo uno tres horas antes de terminar la carrera y me da una energía nunca vista”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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