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Isabella Espinosa creó una marca sostenible y versátil que conquista al mundo

Su marca, Baobab, empezó con vestidos de baño, y hoy hace la diferencia en el universo resort. Sus prendas se venden en 52 países y en 450 puntos, incluyendo almacenes propios en Bogotá y Nueva York

Isabella Espinosa

Isabella Espinosa es obstinada, perseverante y firme para hacer realidad las ideas que quiere materializar, ya sea el diseño de una prenda, la apertura de una tienda o la llegada a un nuevo mercado. Así ha sido desde que, a los 22 años, siendo estudiante de Derecho en la Universidad de los Andes, de la que se graduó como cum laude, a esta bogotana se le metió en la cabeza ser emprendedora con una idea muy clara: crear una marca de vestidos de baño sostenible, innovadora y versátil.

La bautizó Baobab, como los legendarios árboles que crecen silvestres en Madagascar. “Significa ‘árbol de la vida’. Duran miles de años y en su tronco acumulan tanta agua que pueden surtir a un pueblo entero. Eso quería yo: un producto que diera vida a otros”, dice Espinosa, que lanzó la marca en 2017 y es su creativa y directora administrativa.

Hoy, Baobab tiene presencia en 52 países y 450 puntos de venta entre grandes almacenes y tiendas multimarca, entre ellas Saks Fifth Avenue, Bloomingdale’s, El Corte Inglés y Galeries Lafayette. Además, tiene puntos propios en Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Cali, Miami y Nueva York, y el año pasado facturó 13 millones de dólares.

Su primera producción fueron 150 trajes de baño, que comenzó a vender por Instagram. “Como no tenía un punto de venta físico –recuerda–, cargaba todo en el baúl del carro. Tuve que maletear mucho mientras la marca se consolidaba en Colombia, para así poder hablarle al mercado internacional, que era una de mis metas desde el principio”.

Lograr ese objetivo no fue fácil. Como una outsider de la moda, no siguió –y sigue sin hacerlo– las tendencias del momento. Mientras la oferta colombiana en beachwear estaba marcada por boleros y estampados tropicales con pájaros, frutas, flores y follajes, Espinosa prefirió utilizar los colores de los atardeceres que tanto le gustan e inspiran. “Hicimos unos tonos degradé para la tela y con ella confeccionamos”, relata.

A su venta por Instagram le sumó la participación en las ferias de fin de año de Bogotá y de ahí, a las ferias especializadas en Miami y París. Comenzó a buscar a los compradores de las grandes tiendas multimarca de lujo para hablarles de Baobab. Y llegó la pandemia. “Las marcas de vestidos de baño que estaban más consolidadas hicieron una pausa en la presentación de las colecciones en el mercado internacional. Fue la oportunidad perfecta, yo estaba lista”.

Para entonces, su catálogo ya ofrecía mucho más que vestidos de baño, con prendas del mundo resort: vestidos, faldas, tops. “Se trata de la capacidad de transformar una pieza de vestir en lo que permita la imaginación del consumidor. Es cumplir con la promesa de valor de la sostenibilidad por medio de la versatilidad: en vez de comprar 10 vestidos para ir de viaje, compras Baobab, que te permite transitar coherentemente de la playa al bar, del día a la noche, de la ciudad a un lugar costero“, explica.

Aunque hubo muchos “no, gracias”, la obstinación de esta empresaria de 29 años, recién casada y que habla con mucha seguridad de lo que quiere, comenzó a dar resultados. Hoy las cifras lo dicen todo sobre su convicción, esfuerzo y tenacidad.

Compra insumos en Italia, Bulgaria y China, principalmente, y confecciona en talleres en Bogotá y Medellín. Un gran porcentaje de las prendas se elaboran con poliéster reciclado y exporta el 70% de su producción, con Estados Unidos como su primer mercado, seguido de México y Oriente Medio. La marca lanza cuatro colecciones al año, y dos cápsulas (una de verano y una para Navidad), para un total de 160.000 unidades al año.

Hoy, Baobab cuenta con 124 empleados entre administrativos y de producción, más unas 650 personas vinculadas a los talleres satélites que confeccionan las prendas, y ella está en todo. “Contamos con un equipo creativo y no tenemos dirección de mercadeo porque nos gusta que todos se involucren en el proyecto de narración de la marca. Estamos orientados a la consecución de metas por medio de la lluvia de ideas de distintos colaboradores”, afirma Espinosa.

Pensar en grande parece su mantra. No temerle a sus sueños y ambiciones podría ser otro. Para llegar a los mercados de Oriente Medio y Europa, por ejemplo, Espinosa ha diseñado estrategias rompedoras, como lanzar sus colecciones montando pasarelas en el río Sena, en Francia; en las dunas de Dubai; en los Alpes suizos, para una temporada de invierno; y hasta en el Valle de los Baobabs, en Madagascar.

Desde hace tres años, realiza el Cascade Challenge, una convocatoria anual para que artistas, creativos y emprendedores tomen la tela sobrante que deja la producción de Baobab y la conviertan en materia prima para nuevos productos o ideas de negocio. “Al ganador le damos un capital semilla de 15 millones de pesos [unos 4.000 dólares] para emprender y acompañamiento para hacer escalable su negocio. Cascade Challenge tiene presencia en México, Argentina y Colombia, con más de 250 marcas que concursan para convertir en nuevos productos lo que se iba a convertir en basura”, apunta. Otra forma de cumplir con la filosofía de que un producto de Baobab dé vida a otro.

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