Ir al contenido
_
_
_
_
Elecciones en Colombia
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Demasiados candidatos?

Más de 90 personas quieren ser presidentes de Colombia. Respetémoslos: es una labor dura, solitaria y desagradecida

Elecciones en Colombia

Celebro que haya más de 90 candidatos a la presidencia. Podría ser un producto de exportación, pues hay muchos con las cualidades necesarias para hacer un buen trabajo al frente de los destinos del país. Sin embargo, se han levantado voces en contra de que esa cantidad de personas aspire a ser presidente. Les piden que sacrifiquen el ego. No concuerdo con ese enfoque.

Si no fuera por el ego de esas personas, no dirían algo que, a todas luces, es una insensatez: “Quiero ser presidente de Colombia.” Alguien en sus cabales dice eso y en algún momento piensa: “Debo estar loco”.

Sin embargo, más de 90 personas quieren ser presidentes. Los felicito y les agradezco. Tienen el coraje de decirlo, el arrojo de proponer soluciones, la convicción de salir por la calle y de tratar de convencer a la gente en una reunión tras otra. Tienen la disciplina para dedicar, ya sea durante uno o muchos años, su vida a esa tarea. Respetémoslos. Se lo merecen. Sé de qué hablo, pues hice el ejercicio hace cuatro años. Es una labor dura, solitaria y desagradecida, aunque haya mucha gente generosa que lo acompañe. Cuando se busca millones de votos, el cariño no basta: se necesitan las masas.

Dicho lo cual, solo uno ganará. De manera que, a partir de aquí, el proceso consiste en filtrar candidatos. Nadie lo sabe más que los precandidatos. Los filtros no son, como se cree, el que tenga más experiencia ni el que proponga más ideas sensatas. Al contrario, en los tiempos que corren la gente ve mal a los expertos. Al que trabajó con Uribe o con Santos lo odia la mitad del electorado: los de Santos al primero y los de Uribe al segundo, más casi toda la izquierda. Al que trabajó con Petro lo odia más de la mitad del electorado: los que votaron por el ingeniero y los desencantados, que son legión.

Un primer filtro es el reconocimiento. Si al empezar solo uno de cada cinco colombianos sabe quién eres, será muy difícil alcanzar el 50% en pocos meses. Para ser competitivo, hay que tener un 75 % en marzo. No es imposible. Una tremenda campaña puede lograrlo. Eso es fácil de decir y difícil de hacer. La recordación de un exministro no supera el 20 %, lo cual es muy bajo para una contienda electoral. La de anteriores candidatos es mayor al 50 %; por eso se premia estar en la política durante muchos años.

El segundo filtro es la mesa familiar o el almuerzo con la gente del trabajo. La calidad de una campaña se mide por el hecho de que, en la mesa de millones de familias colombianas o en el sitio de almuerzo de millones de trabajadores o empleados, alguien mencione tu nombre. Eso requiere que hayas hecho algo memorable recientemente. Algo que merezca que los chicos o adolescentes lo muestren en la pantalla del celular o que los papás lo resalten, porque les causó impacto.

Ahí entran las redes sociales. Candidato que no logra, sistemáticamente, pegar allí no sube en reconocimiento, no forma parte de la conversación en los almuerzos o en las comidas y no crece. Será un cedazo frívolo, pero la política también lo es. Quien piense que la política es profunda se equivoca. La política tiene que ver con la imagen y el carisma, no con la profundidad filosófica. Más TikTok y menos Maquiavelo.

Luego vienen las encuestas. Podrán ser de mala calidad o amañadas, pero, quiérase o no, son un árbitro aceptado por casi todos. Hay algunas burdamente manipuladas. En la campaña de 2022, un encuestador me dijo: “Nosotros solucionamos su problema de reconocimiento. Primero le contamos al encuestado quién es y luego le preguntamos si lo conoce”. Si alguna vez se publicara la historia secreta de las encuestas, veríamos que varias son como los árbitros de la FIFA cuando Colombia juega contra Brasil o contra Argentina. Malas o buenas, si para fin de año o para febrero uno no pasa del 2% en las encuestas, es un lastre demasiado pesado.

Tercero viene la plata. La labor peregrina de ir de mesa en mesa, entre la gente adinerada, a solicitar aportes, es tal vez la parte más lúgubre de la campaña.

Luego, viene lo más divertido: recorrer el país, escuchar a la gente, echar un discurso, ver sus caras, convencerlas o no, y seguir al siguiente barrio, municipio o ciudad. Suena lo más duro, pero es lo más reconfortante. La energía de la gente, así te crea o no, es grata, pues reconoce que uno está ahí para algo, que ellos importan y que sus historias cuentan. Así le griten a uno desde una ventana: ¡Buena esa, Peñalosa! Como me pasó en Tumaco.

Lo quinto es la prensa. Una portada de Semana, o los comentarios en los periódicos y la radio, y, especialmente, lograr una nota en los noticieros de la noche, que ven cada día ocho millones de personas, es inestimable. Allí también hay agendas. En todo hay agendas. Es el poder más grande de un país y sería ingenuo pensar que las cosas son transparentes.

Por último, viene el apoyo de líderes de barrio, ediles, consejales, representantes, senadores, expresidentes y demás. Personas esquivas que se mueven en manada. Sin la manada se agolpa alrededor de otro candidato, ya sabes cuál es la decisión más sensata

Los más de 90 candidatos saben que, pronto, por falta de reconocimiento, de pegada en TikTok, de intención de voto en las encuestas, de que en la mesa familiar se hable de otros, de falta de plata o de apoyo, el país les dirá que llegó el momento de la salida.

No los insultemos diciéndoles que, por exceso de ego, aún persisten. Cada uno, en su fuero interno, sabrá leer las señales del destino. Aún estamos en la fase de conocer a los candidatos. Lentamente, migraremos a construir consensos y alianzas. Por ahora, nos nutrimos de un gran volumen de candidatos, muchos de los cuales critican este desastre de gobierno. Tenemos una democracia vibrante, mucho mejor que la de El Salvador o de Paraguay, donde, de hecho, solo hay un candidato.

En los próximos 60 días, no pasará nada crucial. El momento de las renuncias y la unión llegará. En ese momento no podemos repetir los errores del pasado. Les deseo lo mejor a todos. Bueno, sinceramente, les deseo lo mejor a los opositores a este gobierno, pero mis respetos van para todos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_