Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Antígona Colombia

Con las interpretaciones del Palacio de Justicia y con las desacertadas opiniones del presidente no hemos dejado enterrar a los muertos ni permitido el duelo a los vivos

Esta semana, los colombianos conmemoramos la tragedia del Palacio de Justicia, ocurrida hace 40 años. El presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, tuvo la audacia e indolencia de afirmar que la toma del palacio fue una idea “genial” del M19, movimiento guerrillero al que pertenecía.

Millones de personas tenemos en la memoria a los magistrados y a las demás víctimas, caídas en el holocausto del Palacio de Justicia. Esta tragedia guarda una similitud abrumadora con la de Antígona, de Sófocles, que trata de personas que murieron, pero no acaban de morir, no pueden descansar en su tumba, porque los vivos no paran de insultar su memoria y eso, a su vez, tiene trágicas consecuencias.

Antígona quiere enterrar a sus dos hermanos, que se dieron muerte el uno al otro en la disputa por la sucesión de Edipo. Creonte, el hombre fuerte de Tebas y tío de Antígona, prohíbe el entierro de Polinices por haber atacado a su hermano, que defendía a la ciudad. Su cuerpo debe ser devorado por los buitres, según la decisión de Creonte.

Antígona le da sepultura, una desobediencia que resulta insoportable para Creonte. La manda encerrar en una cueva, y allí Antígona se quita la vida. Luego, el hijo de Creonte la imita, pues era su prometida. Finalmente, la esposa de Creonte, ante la muerte de su hijo, sigue el mismo camino.

Cuando la razón política se impone sobre la justicia, la humanidad y el duelo por las personas queridas, sobrevienen tragedias sucesivas. El orgullo de Creonte y la “razón de Estado” lo llevan a la ruina. En esa tragedia griega, la obstinación y el abuso de poder conducen a un destino fatal.

En Colombia se mantiene, por décadas, que los muertos no puedan descansar en su tumba, que sus deudos no puedan darles sepultura ni puedan hacer su duelo con respeto y recogimiento. Se niega la dignidad y la humanidad de unos y otros. Si seguimos así, estamos condenando al país a más décadas de la misma tragedia.

No es solamente el M19 el que niega la dignidad y la humanidad de sus víctimas y perpetúa la tragedia, cuando hace una película falaz sobre lo que sucedió, y cuando su exmilitante, Petro, actúa como Creonte y exalta como una genialidad un episodio en el que se estima que murieron 98 personas, entre magistrados, empleados del Palacio, civiles, militares y guerrilleros.

A las FARC se atribuyen decenas de miles de muertos. Sus familiares aún esperan que les informen dónde quedaron sus cuerpos. En la actualidad, el ELN, el sinnúmero de grupos de disidencia de las FARC, el Clan del Golfo y otros grupos paramilitares, terroristas, narcotraficantes y criminales, mantienen la prerrogativa de asesinar, de aumentar el dolor de familias que nunca sabrán qué fue de sus seres queridos. Los militares responsables de los falsos positivos se sumaron a esta oleada de crueldad e inhumanidad, con miles de personas inocentes asesinadas a sangre fría, y cuyas familias aún viven el viacrucis de saber dónde están sus cuerpos.

La falta de justicia, que el que hace el mal no pague; que los fallos y condenas sean tan altos para unos y tan benevolentes para otros; que la justicia se haya quitado la venda de los ojos y revele sesgos evidentes; que los malos sepan que entre más maleen habrá eventualmente jurisdicciones especiales inventadas para perdonarlos; que el Creonte moderno diga que hay que quitar la i de ilegalidad y dejar de considerar crimen lo que hasta ahora es crimen, crea una cola interminable de Antígonas que esperan su turno.

Con las interpretaciones del Palacio de Justicia, con las desacertadas opiniones del propio Presidente de la República y con la prolongación de actos criminales indiscriminados por toda la geografía nacional, no hemos dejado enterrar a los muertos ni permitido el duelo a los vivos. Hay muchos Creontes para esta Antígona en la que se ha convertido Colombia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_