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Corrupción
Columna
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Petro no luchó contra la corrupción

El caso de la Unidad de Gestión del Riesgo demuestra que el presidente colombiano, siempre tan altivo, no tuvo el valor para parársele a los corruptos, sino que se hizo funcional a ellos

Gustavo Petro en Bogotá, el 4 de agosto.
Juan Pablo Calvás

A un año del cierre del gobierno de Petro y con las recientes novedades que han surgido sobre el caso de la Unidad de Gestión del Riesgo (UNGRD) resulta pertinente preguntar una vez más: ¿dónde quedó el compromiso de lucha contra la corrupción que Gustavo Petro promovió, cuando era candidato, y anunció una vez fue electo presidente?

No es una pregunta inocente. Y no acepto esa respuesta genérica según la cual “todos los políticos roban”. Porque, aunque es un hecho que la mayoría de los políticos terminan sacando algún tipo de ganancia por el mero hecho de dedicarse a ese oficio, una cosa es que el gerente de alguna entidad pública saque beneficio de la misma a espaldas de sus jefes y otra muy distinta es que haya existido una coordinación al más alto nivel para garantizarle unos contratos de la UNGRD a unos congresistas quienes, en consonancia, actuarían de manera favorable a las necesidades del Gobierno.

Cuando se habla de que el ministro del Interior, el ministro de Hacienda, la ministra de Trabajo, el director del Departamento Administrativo de la Presidencia (DAPRE) y el director de la UNGRD estaban todos trabajando de manera conjunta para dar gusto a los congresistas, la pregunta inicial alcanza todo su valor. Si Petro era abanderado de la lucha contra la corrupción, ¿cómo terminó rodeado de personas tan alejadas de sus convicciones? ¿Cómo es que el ministro de Comercio hace la observación sobre el asunto en un Consejo de Ministros y termina siendo censurado?

Es hora de decirlo sin ambages: el presidente, de haberlo querido, podría haber sido una sorprendente e inesperada talanquera para la corrupción. Estaba en sus manos y en las de su círculo más cercano (en donde caben el director del DAPRE, el ministro del Interior, la ministra de Trabajo y el ministro de Hacienda) haber hecho un poderoso y hasta novedoso muro de contención a los corruptos. Era fácil, pero no fueron capaces de hacerlo.

Si Petro hubiera querido luchar contra la corrupción, desde el primer día de Gobierno debería haber apagado el tal “computador” en el que se definen los nombramientos, cruzando cargos a proveer con políticos que quieren que les asignen tal o cual entidad del orden nacional. El presidente podría haber cerrado ese grifo por donde se nos van millones y millones, dejando a todos los políticos sedientos de recursos malhabidos. ¿Habría ganado enemigos? Sí. Pero para empezar a enderezar a Colombia ese era el primer paso. Ahogar a los corruptos.

¿Qué habría sido un comienzo muy difícil para el Gobierno? Bueno, entonces Petro podría haber esperado unos meses y cuando ya el país se hubiese estabilizado tras su llegada, podría haber comenzado a aventar uno a uno a partidos y políticos corruptos. Con nombre y apellido: “La congresista tal me pidió esta entidad, el senador aquel me pidió tal despacho”. Habría sido glorioso y al menos por una vez en la vida esos políticos, que erosionan no las arcas de la nación, sino que corroen a Colombia, habrían sentido un poquito de vergüenza. Habrían quedado expuestos como lo que son: delincuentes.

Pero no. Petro no fue capaz. Él, que siempre se muestra tan bravito contra algunos opositores, no tuvo el valor para parársele a los corruptos. Se hizo funcional a ellos.

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