Roblox, ¿patio de juegos de depredadores sexuales?
La plataforma se enfrenta a varias denuncias que señalan que no protege a los jugadores menores de edad


Roblox es uno de esos nombres que dividen a la población de forma violenta entre los que lo conocen y los que no. Plataforma de entretenimiento digital que combina videojuegos, creación de contenido y red social, los que tienen hijos pequeños conocen bien esta especie de LEGO virtual que más de 80 millones de chavales (el 40% de ellos, menores de 13 años) convierten a diario en su patio de juegos digital.
Sobre el papel, la idea de Roblox es sencillamente genial. Creada en 2003, convertida en masiva con la pandemia y valorada hoy en 90.000 millones de dólares, a diferencia de un juego tradicional con una historia cerrada, Roblox apostó por ser un ecosistema online donde los usuarios podían diseñar sus propios juegos y experiencias interactivas. Los niños, como ovejas despreocupadas, experimentaban con la creatividad sin límites de ese experimento digital, comenzaban a programar, creaban comunidades y hasta daban sus primeros y tímidos pasos de movilización política. Pero, como todo lugar en el que las ovejas son felices, no tardaron en acechar los lobos.
Desde 2017 la prensa lleva advirtiendo de que el juego se iba volviendo en un entorno proclive a la aparición de depredadores sexuales, y denunciando casos de grooming. Los expertos señalaban que la plataforma no hacía los deberes para proteger a los más vulnerables y la plataforma esgrimía una excusa con cierta lógica: lo que hacía atractivo al juego —la libertad creativa y la comunidad— es justo lo que lo volvía más difícil de controlar y de moderar. Pero los casos han ido creciendo. Una de las mayores polémicas tiene que ver con el creador de contenido Schlep, que se dedicaba a descubrir, mediante vídeos estilo “cazador de depredadores”, a adultos sospechosos de acosar menores dentro de la plataforma. En vez de darle las gracias, Roblox lo expulsó permanentemente de la plataforma hace unos días, lo que inmediatamente desató una ola de críticas y una campaña pública en su defensa que suma cientos de miles de firmas.
La proyección pública del caso Schelp hizo a las autoridades estadounidenses tomar cartas en el asunto. La fiscal general de Luisiana presentó el 14 de agosto una demanda contra Roblox Corporación, acusando a la plataforma de permitir que los depredadores infantiles prosperaran debido a la ausencia de medidas de seguridad como verificación de edad o consentimiento parental. El texto judicial, ojo, describe la plataforma como “coto de caza para pederastas”. Y no es el único Estado: en Georgia hay varias demandas contra la plataforma, y hay abierta una investigación en Florida.
Pero la de Luisiana es la más dura. Según el expediente, el juego permite a los adultos hacerse pasar por niños y a los menores de edad eludir los controles destinados a proteger a menores de 13 años. La demanda apunta a experiencias de juego sexualmente explícitas y con títulos tan macabros como Escape to Epstein Island (Escapar a la isla Epstein), o decenas de juegos relacionados con Sean Combs. Otra experiencia llamada Duchas públicas invitaba a los usuarios a “actuar y relajarse” juntos. “Todos los padres deberían ser conscientes del peligro que supone Roblox para sus hijos, para que puedan evitar que ocurra lo impensable en su propia casa”, dice la demanda.
Al ser consultado por NBC News, un portavoz de la plataforma se negó a hacer comentarios, pero hace dos días anunció que impondría nuevos controles digitales. Está claro que Roblox debe reinventarse si quiere sobrevivir a esta crisis, y está claro también que los usuarios deben exigir más transparencia y protección. Porque sería una pena que una idea tan fantástica y creativa como la de este juego se fuera por el sumidero de la historia por culpa de un puñado de malnacidos. La encrucijada es inevitable: Roblox puede convertirse en un referente de seguridad en el gaming infantil, o en un ejemplo de negligencia corporativa. En su colorido tejado está la pelota.
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