Congreso, a secas
Eliminar ‘de los Diputados’ de la denominación de la Cámara Baja es un gesto que trata de reconocer la paridad parlamentaria


Si prospera la reforma —apoyada por la mayoría parlamentaria— que se vota hoy en el último pleno del curso —PP, Vox y UPN ya han anunciado su rechazo—, en adelante el reglamento de la Cámara Baja se referirá al “Congreso” sin el tradicional “de los Diputados”. El 44% de los escaños de la presente legislatura corresponde a mujeres: son 154 por 196 hombres. Se cumple pues la obligación legal de la paridad. Ahora además se pretende que esta se refleje en algo tan simbólico como el nombre.
En la misma reforma reglamentaria se aborda la ampliación del voto telemático para permitirlo en circunstancias que ahora no se contemplan, como los cuidados a familiares, la asistencia a reuniones internacionales autorizadas por el Congreso o situaciones personales excepcionales (que estudiará la Mesa). También, se regulan las normas de comportamiento y las sanciones para los periodistas acreditados que incumplan las reglas de respeto.
El cambio de nombre de la Cámara Baja se planteó ya cuando el lenguaje inclusivo empezó a ser objeto de debate. En 2004 Convergència i Unió —antecedente parcial de la actual Junts— presentó una proposición no de ley para pedir que una futura reforma de la Constitución incluyera que el Congreso lo fuera a secas. Izquierda Unida apostó por el desdoblamiento de género y llegó a plantear incluso que se denominara Congreso de los Diputados y de las Diputadas. No prosperó. Finalmente, en una votación no vinculante, la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y la Igualdad de Oportunidades aprobó por unanimidad la propuesta de CiU, que se quedó en el cajón. Hace más de un año PSOE y Sumar lanzaron la suya.
Pese a que el lenguaje inclusivo sigue siendo objeto de polémica, la Administración y las instituciones llevan años tratando de adaptarse a la inclusión. En ocasiones, recurriendo a sustantivos colectivos —usar magistratura o justicia en lugar de jueces y juezas— o cambiando la denominación de una norma: así, la Ley de Soldados y Marineros se convirtió en Ley de Tropa y Marinería. Además, muchos documentos tratan hoy de evitar el uso exclusivo de fórmulas como “el titular” o “el que suscribe”. Los propios diccionarios —incluido el de la Real Academia Española, contraria a que se confundan corrección política y corrección gramatical—recurren a emplear en sus definiciones “persona que” en lugar de, como antaño, “el que”.
Suprimir “de los Diputados” del nombre de la Cámara Baja no terminará, por supuesto, con el machismo —ni siquiera dentro de ella—. Tampoco impedirá que quien quiera siga usando esa fórmula. Pero si una lengua evoluciona con el uso, una sociedad lo hace, en parte, cuando cuida sus símbolos. En especial, los de la democracia. Como el Congreso.
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