La persistencia de Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno opta por no apuntarse al destino inexorable que marca el actual ‘modelo Trump’ de la política


1. Pedro Sánchez irrumpió en escena casi por sorpresa. Aprovechó la primera oportunidad para hacerse con el poder, ante el desconcierto de nombres referenciales del PP y del propio PSOE que se consideraban propietarios del régimen. Ahora, siete años después, los jueces han pisado el acelerador con el encarcelamiento de Santos Cerdán, y parece que se da por hecho que es el empujón definitivo para la salida del presidente. Él, sin embargo, sigue en enigmática resistencia, como si su lógica tuviera claves diferenciales respecto a la presunta ortodoxia del sistema.
Desde el primer momento hemos asistido a un ejercicio ritual: Un crescendo de voces que en nombre de los principios proclamaban, por encima de cualquier otra consideración, la obligación de Sánchez de dimitir y convocar elecciones. Estaban en ello obviamente, la competencia –los demás partidos- aunque con intensidad variable, pero también los resentidos, con Felipe González a la cabeza, los que no soportan al outsider que les envío al baúl de la historia, y figuras reconocidas del mundo judicial, cultural, social siempre dispuestas al atajo, que exigen la salida del presidente por una cuestión de principios. No hay matices para los que ejercen de sacerdotes del régimen: si te engañan, si no te das cuenta, si permites, aunque sea porque no te enteraste, determinados atropellos, solo tienes una salida: irte. Y es cierto que no es fácil dar por buena la presunción de inocencia del presidente, con el reiterado trato que Sánchez ha tenido con los inculpados.
El despliegue coral de esta apelación con acento moral no ha sido suficiente —hasta el día de hoy― para que Sánchez se vaya. Es más, las especulaciones sobre un posible adelanto electoral vienen acompañadas de una sospecha: la posibilidad de que el presidente piense en volver a presentarse. Y es indudable que su comportamiento abona esta idea. Al pie del cañón, con iniciativas para seguir marcando su perfil diferencial, ahí está el penúltimo socialdemócrata europeo, que no se arruga ante Donald Trump y que se resiste a claudicar ante el desmantelamiento del estado social al que parece que los Estados Unidos están arrastrando a Europa.
¿Un empeño imposible? La torpeza del PP le está facilitando el trabajo. Encerrado en su juguete, Alberto Núñez Feijóo ha sido incapaz de construir un liderazgo alternativo. Acosado por la extrema derecha, desbordado por Santiago Abascal que despliega día a día su proyecto político desde el desdén con el PP, Feijóo se encuentra sin capacidad para construir ahora mismo una alternativa parlamentaria. Tanto PNV como Junts le cierran la puerta. Ni siquiera le conceden la opción de una moción de censura. La derecha paga caro un liderazgo político sin carisma y con pocas ideas propias, entregado a la repetición de los tópicos sobre la criminalidad del adversario. Nada más que ofrecer. Y por si había alguna duda, asciende a Miguel Tellado, el más gritón de la familia, para que dé color a la pelea.
2. La actitud de Feijóo no es casual: el desborde de las derechas liberales es cada vez más manifiesto en toda Europa, entregadas a Trump, el hombre que homenajea a los caimanes que amenazan a los emigrantes. Feijóo es ejemplo de una desorientación que otros aparentemente más fuertes —Emmanuel Macron, por ejemplo— también sufren. Pedro Sánchez, por lo menos, opta por marcar distancias, y no apuntarse al destino inexorable. Y, de momento, le permite alargar su agonía, pensando que ante la claudicación de los demás, puede avistar la salida del túnel. ¿Intuición o fuga hacia adelante? Sigue y persiste, sin que la derecha consiga acorralarlo. Y en todo caso, insisto, mientras no aflore cualquier revelación que le comprometa, tiene a Feijóo atrapado.
Como dice la filósofa Anne Alombert, el espacio de control que tiene la política, desde la revolución de 2010, la que marca la hegemonía de la comunicación digital, es limitado: “lejos de ser actores de horizontalidad, las redes sociales actuales, presentan, en realidad, un funcionamiento extraordinariamente vertical. Cierto, todos podemos publicar, pero la empresa define el perímetro del pluralismo: la expresión está al servicio de los intereses privados, sean económicos o políticos”
Estamos en un momento de profundas transformaciones en la economía, en la tecnología, en la comunicación, en el poder. Dice Ramon López de Mantaras “la conciencia y la inteligencia solo se pueden dar en los seres vivos” y, sin embargo, los que mandan quieren que nos entreguemos a la inteligencia artificial. Y Fred Turner precisa: “no es la tecnología lo que me inquieta, sino el estado de las instituciones democráticas: debemos reforzarlas para poder estar gracias a ellas en condiciones de poner límites humanos a las máquinas que desarrollamos”. Y, sin embargo, ahora mismo quien marca el paso a la derecha es el modelo Trump, que está poniendo la democracia en almoneda, al servicio de quienes le auparon.
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