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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ayuda global sin EE UU

La Conferencia de Sevilla tiene que alumbrar nuevos principios de cooperación al desarrollo tras la catástrofe del cierre de USAID

Preparativos para en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla para la cumbre de la ONU, el pasado viernes.
El País

Mitigar el daño causado a la comunidad internacional por Donald Trump tras su decisión de desmantelar la mayor agencia de cooperación gubernamental del mundo, USAID, es realmente lo que van a discutir desde hoy y hasta el jueves en Sevilla los representantes de más de 150 países —entre ellos medio centenar de jefes de Estado—en la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas (FFD4, por sus siglas en inglés). La reunión se produce en medio de un panorama global con cifras récord de personas afectadas por los conflictos y catástrofes naturales y la creciente brecha de desigualdad en el desarrollo humano. El presidente de EE UU ha segado con una firma la sostenibilidad de un sistema de redistribución global que no solo es una cuestión de justicia, sino también de seguridad.

Desde que en enero accedió en su segundo mandato a la Casa Blanca, el presidente estadounidense ha adoptado numerosas medidas polémicas, pero, como aseguró el viernes Josep Borell, ex alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, “abolir USAID es la decisión más dramática de Trump”. No resulta ninguna exageración. La agencia norteamericana suponía el 40% de la ayuda global. Lo que Trump veía como un gasto un innecesario servía, desde los años sesenta, para combatir la pobreza, la erradicación de enfermedades, la lucha contra el tráfico de personas o la promoción de la democracia liberal a nivel internacional.

La magnitud de las cifras habla por sí misma. Solo en 2023, Washington destinó a cooperación internacional 43.400 millones de dólares, que fueron invertidos en una larga lista de países entre los que destacaban Ucrania —ya entonces agredida e invadida por Rusia—, Egipto o la República Democrática del Congo, entre otros. En Latinoamérica, por ejemplo, la ayuda de USAID era fundamental para Haití, el país más pobre de un continente donde únicamente Argentina y Uruguay no recibían fondos. También para la existencia de pequeños medios independientes. Fue el multimillonario Elon Musk, el hasta hace poco consejero privilegiado de Trump, el ejecutor del cierre en febrero de la agencia estadounidense. Como dijo Borrell el viernes en el foro World in Progress, “el hombre más rico del mundo ha firmado la condena de los niños más pobres del mundo”.

Ahora de lo que se trata de es reformar el sistema de financiación de un mecanismo muchas veces considerado políticamente de perfil secundario, pero que se ha revelado crucial en las relaciones internacionales. No es una tarea fácil en medio de la progresiva degradación de la gobernanza global y la generalización de un ambiente de incertidumbre en las relaciones internacionales. A ello se suma que el vacío dejado por Estados Unidos está siendo rápidamente ocupado por China, convertida ya en el principal financiador bilateral del Sur Global. y que condiciona su ayuda al acceso a minerales estratégicos para su desarrollo industrial. No es el camino deseable, porque vuelve a dejar de lado la multilateralidad y supedita el legítimo desarrollo de los países a otros intereses.

Sevilla es la oportunidad para sentar las bases de un sistema de ayuda internacional que ya no puede contar con Estados Unidos. La cooperación no es una forma de limosna o un arma de presión, como entiende Trump, sino una obligación moral que, además, beneficia a todos. Los desesperados de hoy son los migrantes o los combatientes armados de mañana.

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