Pasado mañana tal vez sea ya demasiado tarde
Es hora de movilizarse en favor de la Europa unida, de generar una ola emocional que se contraponga a la que hábilmente espolean nacionalistas, imperialistas y autoritarios


Recapitulemos.
Rusia es una potencia imperialista desatada en una campaña cargada de violencia ciega y sabotajes contra democracias para reconstruir una esfera de influencia.
China es una superpotencia autoritaria que reprime sin contemplaciones la libertad de opinión, incumple la justicia internacional cuando le conviene, busca relativizar los conceptos de democracia y derechos humanos. No protagoniza invasiones y sabotajes como Rusia, pero no es un agente neutral e inmaculado en el devenir de la vida de otros países. ¿Por qué un 44% de su inversión extranjera en Europa en 2023 fue a parar a Hungría (más que Alemania, Francia y Reino Unido juntos)? Ustedes decidirán si eso tiene una lógica económica o de interferencia.
EE UU es una superpotencia entregada a una lógica de uso descarnado de su poder y tiene visos de convertirse en una fuerza desestabilizadora de las democracias, incluso de sus antiguos aliados.
Los grandes conglomerados tecnoimperiales buscan arrollar regulaciones que protegen a la ciudadanía para maximizar sus beneficios, siendo a menudo conductores —y a veces descarados promotores— de narrativas que agitan, radicalizan, engañan.
Grupos ultranacionalistas, a menudo inquietantemente tibios y ambiguos ante pasados y presentes autoritarios, galopan en muchas democracias con agendas retrógradas.
El cambio climático avanza causando estragos. El despegue de la inteligencia artificial promete grandes progresos, pero también fortísimas turbulencias, sea en los mercados laborales o en la manipulación de las mentes.
Ante todo esto, la única manera que tienen los europeos de articular una respuesta eficaz que garantice su independencia, seguridad, libertad y cohesión social es un salto adelante en el proyecto de integración. No hace falta una vista de halcón para darse cuenta de que, separados, seremos parte del menú de actores que muestran apetitos obscenos. En cambio, unidos no solo tendremos opciones de garantizar esos valores para nosotros, sino también de ser la principal fuerza motriz de la construcción de otras dinámicas internacionales, sea en materia de derechos, de defensa del medio ambiente, de estándares tecnológicos o de comercio. Quienes viajan o tienen contactos con personas de otras partes del mundo saben que son tantos, ahí, aquellos que desean y nos piden que asumamos ese papel motor, mientras observan con espanto la feria de los nacionalistas e imperialistas desatados.
No cabe ninguna duda de que el proyecto común lleva tremendas manchas en su bandera azul con estrellas amarillas. El austericidio en la gran crisis económica de principios de siglo y la inacción ante la masacre de palestinos en Gaza sean tal vez las mayores en lo que va de siglo. Sin duda hay más.
Pero ello no altera de ninguna manera la realidad de que el proyecto común no solo es nuestra mejor opción; realmente, es la única. Hay que profundizarlo, mejorarlo. Sus reveses y fallos no pueden ser motivo de alejamiento y resignación. Como haríamos con la casa que nos protege, lo lógico es arremangarse para arreglar, perfeccionar, fortalecer.
Si usted cree que esto es lógico, no asuma que es simplemente tarea de los políticos. Las papeletas en las urnas no hacen magia. Ciertos intereses nacionales o partidistas persisten rocosos incluso en partidos nominalmente europeístas. Y, desde el otro lado, avanza un asalto que juega hábilmente con las emociones.
Es necesario, pues, movilizarse para espolear a quienes pueden hacer cosas y para generar la vibración de una emoción, una en las antípodas de la que promueven nacionalistas, imperialistas y autoritarios. La emoción de una idea, la que soñaron los presos de Ventotene —Spinelli, Rossi y Colorni— y otros. La Europa unida que supera nacionalismos, imperialismos y autoritarismos. El otro bando ha sabido en los últimos años construir una poderosa visión emocional que convence a tantos. No podemos contraponer solo réplicas racionales. Hay que dar alas a otra identificación emocional.
Movilizarse para defender un derecho concreto —pensiones, sanidad, salarios, etcétera— o contra un abuso específico es algo natural. ¿Contemplaría usted movilizarse por una idea? Si lo piensa bien, tal vez sea algo más, no algo menos. La historia reciente y más lejana muestra tantos episodios de extraordinarias movilizaciones para defender ideas.
Este domingo, 11 de mayo, hay una oportunidad. En varias ciudades de España se han convocado concentraciones apartidistas de apoyo a esa idea, la de la Europa unida como motor esencial de democracia, libertad, cohesión social. Yo —es la primera vez que uso la primera persona del singular en 20 años de periodismo— estaré. Es hora de dar un paso al frente para defender y promover ciertas ideas. Si ahora no, ¿cuándo?, nos preguntaría probablemente Primo Levi. Piensen en la fortaleza y las intenciones de tantos enemigos y adversarios. Pasado mañana tal vez ya sea demasiado tarde.
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