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Crematorio de Ciudad Juárez
Tribuna
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No todo el horror viene del narco

Será difícil entender las explicaciones que se den sobre el hallazgo de casi 400 cadáveres apilados en un crematorio de Ciudad Juárez

Inmueble donde fueron hallados cuerpos embalsamados, el 27 de junio de 2025, en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Carmen Morán Breña

Mil veces escuchamos que México ha perdido cierta sensibilidad hacia el horror, por cotidiano y como mecanismo de defensa para que no se amargue el café de la mañana. ¿Cómo desayunar con la imagen que se inserta en la cabeza, aun sin haberla visto, de los últimos decapitados colgando de un puente de Sinaloa de los que nos informa la prensa? Pero no, todo el espanto no procede del crimen organizado. Hay días en que eso que se ha dado en llamar “normalización” de la violencia se evidencia con toda su crudeza. ¿No es acaso violencia el descubrimiento de casi 400 cadáveres apilados como sacos de patatas en una incineradora de Ciudad Juárez? Padres, hijas, hermanos, abuelos y amigas que un día murieron, fueron velados y llevados a la incineradora, de repente aparecen en completa descomposición, almacenados sin el menor miramiento hasta que los vecinos se cansan de la fetidez que se cuela por sus ventanas. Desde 2020 están algunos de esos cuerpos allí, trasladados por las funerarias en su día y con las cenizas entregadas a sus allegados. ¿Qué cenizas?

Triste destino el de los cadáveres, unos sin cabeza, otros pudriéndose ocultos de la mirada pública sin recibir sepultura, ni cristiana ni de ninguna clase. ¿En qué estaban pensando José Luis N., y Facundo N., ahora detenidos por el macabro hallazgo, cuando dejaron allí esos cuerpos por tanto tiempo? ¿Acaso no pensaron que un día el delito estallaría en toda su Plenitud? (Lo pongo en mayúsculas porque así se llama este crematorio del infierno). Si no tenían capacidad para quemar tantos cadáveres, ¿no podrían haber pedido ayuda, descansado en su actividad, rechazado más encargos? ¿Habrá sido por desidia? Será difícil comprender cualquier explicación que se pueda dar.

Cuando el factor humano, es decir, la indeseable actuación de los responsables del crematorio, defrauda la comprensión del mejor intencionado, hay que preguntarse por el papel que desempeñan las inspecciones y la vigilancia oficiales. Tantos años, tantos cadáveres. ¿Nadie reparó en ello, ni sospechó? A veces es difícil, desde luego, pensar que algo así puede estar ocurriendo a las puertas de casa, en la ciudad que gobiernas o en los servicios en los que depositan la confianza las familias en sus horas más tristes. Desde luego, los jefes de esta incineradora han normalizado la violencia y la muerte como nadie. Todos esos cuerpos que un día fueron embalsamados para ser velados tendrán ahora que desandar el camino, volver al forense, tratar de ser identificados quienes aún no lo estén y pensar que en esta segunda oportunidad se concluirá el proceso como es debido.

El fiscal de Chihuahua, César Jáuregui Moreno, ha descrito el local como una casa pequeña con cinco o seis cuartos, sin que se sepa todavía qué dimensiones mínimas y qué requisitos legales tienen que cumplirse para abrir un negocio de cremación. “Es un caso atroz, inédito […] ahí estaban los cuerpos apilados por la negligencia criminal”, se ha espantado, naturalmente, el fiscal. Pero todavía se desconoce hasta dónde alcanza la negligencia y cuántos tienen que responder por ella. Se sabe, eso sí, que no había cámaras de refrigeración ni condiciones mínimas para el resguardo de los cadáveres y eso no parece solo responsabilidad de los operadores de la incineradora. La Fiscalía está dando explicaciones sobre el devenir de estos cuerpos. Lo que ocurra con los culpables de tamaño horror será capítulo aparte, que puede resolverse en tribunales como sería lo esperable o pasar a formar parte, otra vez, de la impunidad con que se despacha la normalizada violencia cotidiana.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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