La basura de los pequeños supermercados deja ver las fisuras del sistema de reciclaje
Las grandes compañías sostienen que donan los productos que no se venden y desperdician menos del 1% de los alimentos que ofrecen

Entrar en un supermercado a las nueve de la mañana es como asomarse al mecanismo de un reloj. Todo parece funcionar a la perfección. La distribución de alimentos por toda España requiere un gran esfuerzo de logística. Un sistema de tuberías que llega hasta el último rincón con los productos listos para consumir y que, a última hora de la noche, retira los que están caducados o en mal estado. La aspiración y el compromiso de las grandes compañías que controlan el sector —Alcampo, Aldi, Carrefour, Dia, Lidl, Mercadona— es que esos excedentes sean donados a bancos de alimentos, transformados en otros productos o, en última instancia, separados convenientemente para ser reciclados. Un minucioso trabajo de campo alrededor de estos centros revela, sin embargo, que al menos en los últimos tramos de ese gran sistema de tuberías se producen fisuras.
Durante una semana de julio, entre las nueve y media de la noche y la una de la madrugada, han sido revisados 15 cubos de basura en Madrid, situados a las puertas de pequeños supermercados pertenecientes a estas grandes cadenas. El resultado no concuerda, al menos en apariencia, con el discurso de las compañías, que sostienen que su gestión del desperdicio es tan eficaz que solo se desaprovecha menos del 1%.
Albahaca fresca, barras de pan enteras, bolsas de ensalada, bandejas de sushi, chorizos que caducan ese mismo día, huevos aún en fecha, snacks en perfecto estado. Este era el contenido de los cubos de basura —rotulados con etiquetas de Carrefour Express, Dia y Alcampo—, elegidos al azar en distintos puntos de la ciudad. Algunos productos no solo tienen fecha de consumo vigente, sino que también están separados incorrectamente en los contenedores: en el de orgánicos hay plásticos y metales, como yogures en sus envases; el de plásticos contiene frutas, bollería y carnes. Cerca de la hora de cierre, un trabajador de una tienda de Dia lamenta: “Se tira mucho todos los días”. Otro empleado de Carrefour del último turno lo ratifica: “Tiramos al final del día frutas y verduras que están feas, por indicación de los jefes. A veces bajamos los precios, pero no siempre”.
Una de estas noches, un vecino espera frente a uno de los supermercados Dia con un carrito, minutos antes del cierre. “Hay muchas cosas en buen estado. Siempre algo se puede comer”, relata mientras revisa el interior de los cubos junto a otra vecina. Se lleva yogures, panes y algunos productos de bollería. Según cuenta, vive a pocas calles de distancia y cada noche revisa los mismos contenedores repletos de comida recién retirada de las estanterías del supermercado, para llevar algunos productos a su familia.

A diferencia de las pequeñas tiendas, no se puede comprobar qué tiran a la basura los grandes supermercados y los hipermercados: sus residuos son inaccesibles a los ojos del peatón porque son almacenados dentro de las instalaciones hasta que los retiran empresas privadas. Los establecimientos pequeños de estas mismas compañías —como Carrefour Express, algunos Dia y los Alcampo de barrio— no disponen de espacio en el interior y depositan sus residuos en la vía pública, donde los retiran los servicios municipales. Un empleado del servicio de recogida de basura de Madrid confirma que, a las puertas de este tipo de supermercados, abundan alimentos desechados en buen estado. En sus 23 años de trabajo, muchas veces ha contemplado cómo los vecinos abren los contenedores para sacar comida. Según su testimonio, en invierno —cuando los alimentos se conservan mejor por el frío— son aún más las personas que acuden a buscar los productos que los establecimientos descartan.
Incluso algunos de los trabajadores de los supermercados del último turno (cajeros, reponedores, pescaderos, encargados de panadería y de carnicería) declararon que no han sido informados de que exista un sistema para evitar el desperdicio, y por eso se limitan a hacer lo que les dicen sus superiores. De una treintena de empleados consultados a la hora del cierre, 22 afirmaron que los sobrantes del día se tiran por completo. Así lo explicaba un trabajador de Dia mientras sacaba las bolsas de basura, como todos los días, al final de la jornada, sobre las 21.54: “Aquí no se dona nada. Siempre tiramos los productos a la basura, especialmente la panadería, porque no sirve para el día siguiente”. Solo nueve empleados de Carrefour, Mercadona, Dia y Alcampo señalaron que, aunque se desechan muchos productos, también realizan entregas a asociaciones.

Al ser consultados sobre los contenedores y las declaraciones de los trabajadores, portavoces de Carrefour, Alcampo y fuentes de Dia han respondido por teléfono y por correo que estas prácticas no son habituales en sus empresas. “Está absolutamente fuera de los protocolos de la compañía”, afirma una representante de Alcampo. Las tres cadenas de alimentación han asegurado que mantienen convenios con entidades sociales para la donación de alimentos. Alcampo y Dia han argumentado que forman al 100% de su plantilla en gestión de residuos y que cuentan con un protocolo común en todas sus tiendas. Carrefour ha alegado que podría tratarse de una excepción en alguna franquicia (aunque estas tiendas también están sometidas a auditorías y deben seguir los mismos protocolos que todas las demás). Su portavoz destacó también que cuentan con una certificación de AENOR de cero residuos, que revisa y renueva anualmente todas las medidas aplicadas en sus establecimientos.
La Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario, promulgada en abril de 2025, obliga a los grandes supermercados a contar con un plan de prevención del desperdicio y dar prioridad a la donación de productos aptos para el consumo. Las empresas del sector tienen un año para presentar esos planes, pero las patronales que agrupan a las grandes cadenas (ANGED y ASEDAS) aseguran que no supondrá un gran cambio porque todos los supermercados cuentan ya con planes de gestión del desperdicio.

Sin embargo, las patronales reconocen que no existe una estrategia común para la gestión de los productos que no se venden: cada empresa decide qué se descarta y qué se dona según sus propios criterios. La Federación del Banco de Alimentos —una entidad sin fines de lucro que distribuye alimentos a organizaciones menores— ha confirmado que recibe frutas, verduras, lácteos, productos de panadería y envasados donados por supermercados. En cambio, Cáritas señala que ya no mantiene acuerdos con estas cadenas para recibir alimentos, y que se trata de una práctica en desuso dentro de la institución. “Para dignificar a las personas asistidas”, explica la portavoz, Laura Daniele, “preferimos otorgarles una tarjeta con créditos para que puedan comprar lo que necesitan directamente en los supermercados”.
En las pequeñas fruterías de barrio, a las que la ley no obliga, no hay protocolos ni planes de gestión del desperdicio. El empleado de una verdulería del barrio de Pueblo Nuevo cuenta que decide cada día cuándo bajar precios o tirar lo que ya no se vende. “A veces bajo el precio diez o veinte céntimos cuando los productos están más maduros, y lo que está feo lo tiro”, dice sin rodeos, y señala los cestos de basura orgánica junto a la puerta del local. Después de darle de comer a toda España, cuando se apagan las luces y cada tienda saca su basura, el gran sistema de tuberías deja entrever las fisuras.
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