Cuándo y cómo decirle a tus hijos que tienes una nueva pareja
Los expertos insisten en la importancia de hacer la transición familiar de forma gradual, evitando imposiciones o escenas abruptas. La presentación no debería ser repentina ni forzada, respetando siempre el ritmo de los menores y cuando la nueva relación esté consolidada


Cuando una persona separada con hijos inicia una nueva relación puede surgir la duda de si contarlo o no, de cuándo hacerlo y de qué manera. Hay padres que lo esconden durante meses, incluso años. Salen con alguien, pero cuando están con sus hijos, fingen que esa persona no existe. Otros presentan a su nueva pareja como “una amiga” o “un amigo”, sin dar más detalles. Algunos optan por contarlo cuanto antes, aunque la relación acabe siendo pasajera. Y están quienes lo niegan, incluso cuando los hijos ya han empezado a sospechar. Aunque cada familia es distinta, las preguntas se repiten: ¿conviene esperar? ¿Hay que decir siempre la verdad? ¿Existe una edad ideal para contarlo?
Para Lara Ferreiro, psicóloga experta en terapias de pareja, lo fundamental antes de compartir la existencia de una nueva pareja con los hijos es evaluar el momento emocional del menor. “El niño tiene que estar bien consigo mismo, con sus amigos, con las notas…”, argumenta. “También es clave que haya podido procesar el duelo por la separación de sus padres, o de relaciones anteriores si las ha habido”, añade. En su experiencia clínica, las transiciones mal gestionadas pueden generar confusión, ansiedad o alteraciones del sueño.
Rafa Guerrero, licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid, plantea una visión distinta y pone el foco en los adultos. “Los niños están listos para recibir cualquier tipo de información, siempre y cuando nosotros estemos preparados para acompañarlos”, sostiene. “No es una cuestión de si ellos pueden, sino de si nosotros, los padres, estamos disponibles emocionalmente”.
Por su parte, Ferreiro, autora de los libros Ni un capullo más (Ed. Grijalbo, 2025) y Adicta a un gilipollas (Ed Grijalbo, 2023), aconseja hacer comunicarlo con tiempo y de forma individual con cada hijo. “Es lo que llamo el método sueco: sentarse a solas con cada uno y explicarle, con un lenguaje adaptado, que hay una nueva pareja. Decirle que es alguien a quien quieres mucho, pero que eso no cambia el amor que sientes por él”. Y lo básico, explica, es escuchar: “No basta con soltar la noticia. Hay que dejar espacio para que el pequeño diga cómo se siente”.
Guerrero insiste en que no hay un momento ideal único, sino muchos factores a tener en cuenta y los progenitores deben elegir bien el cuándo y el cómo: “Si estoy conociendo a alguien no puedo decir que es mi pareja, ni mi futura mujer o marido. Porque aún no lo sé. Y eso es lo que hay que contar: la verdad”, explica. Para el psicólogo, la conversación debe darse cuando la relación esté consolidada, pero sin dramatismo ni discursos solemnes. El consejo de este experto es claro: “Hay que decirlo con cariño, con respeto, sin mentir. Y teniendo en cuenta la personalidad del niño, su sensibilidad y sus miedos”.
El especialista en educación recuerda que no todos los niños lo viven igual: “Hay algunos más reactivos, más sensibles, que todavía conservan la idea mágica de que sus padres van a volver. Y eso hay que tenerlo en cuenta”. Por eso, insiste en preparar la conversación: pensar qué decir, qué no decir y anticiparse a las preguntas que pueden surgir. “A veces nos preguntan: ‘¿Te vas a casar con Pepito?’. Y la respuesta más honesta es: ‘Cariño, no lo sé.’ Porque habitualmente los adultos, no lo sabemos”.

Mientras, Ferreiro advierte que precipitarse puede tener consecuencias serias: desde insomnio, rabietas o dolores de estómago hasta, a largo plazo, repetir vínculos tóxicos. “Cuando aprenden que el amor adulto es inestable, impulsivo y poco seguro, pueden acabar repitiendo ese modelo”, señala. También alerta sobre la falta de empatía: “Muchos adultos están tan ilusionados que no escuchan a sus hijos. Lo sueltan con naturalidad y esperan que lo acepten al instante. Pero la lógica emocional del niño va por otro lado”.
Errores comunes que conviene evitar
Guerrero identifica tres errores habituales ante el inicio de una nueva relación: ocultarla, presentarla sin hablar antes con los hijos y dar la noticia en presencia de la nueva pareja. “Eso es lo que más daño hace”, asegura. “Esa charla debe tenerla el padre o la madre, a solas. No de la mano de su novio o su novia”. Ocultarlo por miedo puede ser incluso peor: “Se hace para evitar conflictos, pero el niño siente que no se confía en él y le estamos infravalorando”. A veces, el rechazo a la nueva pareja es una muestra de lealtad inconsciente hacia el otro progenitor. “No basta con soltar la noticia: hay que estar, hay que conversar y hacerlo con calma”, resume.
Ferreiro, por su parte, señala que uno de los grandes errores es hablar de la relación antes de que esté consolidada. “Hasta que no sea una unión sólida, no se debe decir nada”. Y hay fallos más graves, apunta la psicóloga: comparar a la nueva pareja con el otro progenitor, abrumar al niño con información innecesaria o exponerle a situaciones incómodas. “Encontrarse a la nueva pareja desnuda en casa no se olvida. Deja huella. El niño no puede con tanto descontrol afectivo”, concluye.
La edad importa: cómo lo viven según su etapa
La reacción de los hijos ante una nueva pareja varía según la edad, aclara Ferreiro. Entre los 3 y los 8 años suelen vivir la noticia desde un plano más emocional y simbólico: aparecen rabietas, celos, regresiones (como chuparse el dedo o hacerse pis) y miedo al abandono. “Los preadolescentes y adolescentes, de 10 a 17 años, tienden a expresarlo desde una lógica más racional”, detalla. “Aunque pueden sentirse traicionados o invadidos en su espacio, tras una primera reacción de enfado, les resulta más fácil procesarlo”, comenta.
El temor a perder el cariño del padre o la madre es común a todas las edades, aunque se manifiesta de forma diferente. Por eso, Ferreiro recomienda adaptar el lenguaje según la etapa evolutiva. Y añade una advertencia clara: “Primero hay que digerir el divorcio. Luego ya se podrá hablar de una nueva pareja”. Si el niño no ha podido elaborar la separación, cualquier anuncio prematuro puede volverse en contra. “Es el efecto bumerán: la nueva pareja se convierte en la intrusa que rompe lo poco que quedaba en pie”.
“Romper con la idea de familia que uno ha conocido, aunque ya esté rota, es muy difícil. Incluso para los adultos”, relata Guerrero. “Por eso, cuando un niño dice que no quiere que entre nadie más en su familia, no está siendo caprichoso: está protegiendo lo único que siente como suyo”. El experto cita a la psiquiatra y psicoterapeuta británica Liz Miller (Bedford, 68 años), quien hablaba a menudo del cuarto mandamiento (Honrarás a tu padre y a tu madre) como una huella emocional profunda que no desaparece con la edad. “Esto está presente no solo en los niños, sino también en adolescentes y adultos. Tendemos a proteger, a justificar, a exculpar a nuestros padres, incluso cuando somos conscientes de sus errores. Seguimos, de algún modo, cumpliendo con aquello que nos decían o hacían”, sostiene Guerrero.
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