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Por qué la mayoría de adolescentes no contesta al teléfono si tienen el móvil en la mano todo el día

Muchos jóvenes no cogen las llamadas, pero sí contestan los mensajes de WhatsApp. Los padres deben adaptarse para mantener una conversación fluida con ellos y entender que es una manera comunicación diferente

Pensar que los adolescentes no se comunican o que se han quedado mudos es un tremendo error, según los expertos.

Quien tiene adolescentes en su entorno lo sabe: no les gusta hablar por teléfono. Prefieren los mensajes de WhatsApp o comunicarse por redes sociales. El uso del teléfono móvil en España ha crecido exponencialmente en la última década, convirtiéndose en una herramienta indispensable para la comunicación, educación, el entretenimiento y el trabajo. Desde edades tempranas, forman parte del día a día de los ciudadanos, con un acceso casi universal en la adolescencia. De hecho, el estudio de TBS-Education Barcelona titulado Móviles en España 2025. Penetración, uso infantil y gestión sostenible revela que el 70% de los niños de entre 10 y 15 años en España ya tiene un teléfono móvil, con una cifra que asciende al 96% en adolescentes de 15 años. Este dato confirma la plena integración de los dispositivos en la vida cotidiana de los menores, con importantes implicaciones para la educación, la salud, el ocio y la seguridad digital. Pero no lo usan para hacer o responder llamadas.

Carmen Durán, psicóloga experta en adolescencia, considera que no es que no quieran hablar, es que han aprendido a comunicarse de otra manera: “Y nosotros, los adultos, lo observamos desde paradigmas anteriores como si se tratase de un caso clínico cuando no lo es en absoluto”. ¿Se trata, entonces, de que son fríos, introvertidos, desconectados? Para ella, no es absoluto así: “Quizás solo están usando otros códigos de comunicación que aún no sabemos interpretar, los nuevos vínculos no son un error, sino una consecuencia del entorno que les ha tocado vivir”. “Cada generación”, continúa Durán, “tiene sus códigos a la hora de expresarse; hace 100 años nos contábamos las cosas por carta”. En la actualidad, según dice, se les ha proporcionado una manera diferente de vincularse, expresarse, leer el mundo y defenderse de él. “Y, desde luego, no son ni mejores ni peores, son diferentes, hijos de su época”, agrega la experta.

No tiene cabida, por tanto, una evaluación sobre esta forma de comunicarse desde la visión de las generaciones anteriores. “Sería cometer un presentismo, es decir, valorarlos desde nuestra manera de comprender el mundo, que también es diferente a la que usaron nuestros abuelos”, afirma la experta.

Mejor que buscar síntomas, hay que escuchar su idioma

Pensar que no se comunican o que se han quedado mudos es un tremendo error. “Tampoco es útil intentar buscar respuestas a preguntas que nos hacemos desde nuestra perspectiva, sino que interesa muchísimo más escuchar su idioma y, en la medida de lo posible, adaptarnos a ellos”, sostiene la experta. “Si tu hijo no te coge las llamadas, pero sí te contesta en WhatsApp, lo ideal para mantener una conversación fluida es intentar adaptarte a eso y hacerlo así. No es un problema de gravedad, es una forma diferente de plantear la comunicación entre padres e hijos que beneficia a todos”, añade.

Según un estudio de Deloitte, el 59% de los milenial muestra una tendencia mayor a la introversión en comparación con generaciones anteriores.

Según un estudio de Deloitte, el 59% de los milenial, los nacidos entre 1981 y 1996, muestran una tendencia significativamente mayor a la introversión en comparación con generaciones anteriores. Dicho estudio revela que, al menos en el ámbito profesional, los los milenial tienden a ser más reservados, reflexivos y menos propensos a la exposición social que los de generaciones anteriores.

Mercedes Gil, profesora de Secundaria y directora de Montessori British School Murcia, sostiene que esto, lejos de ser un defecto, refleja una adaptación a los nuevos tiempos y necesidades sociales, además de un rasgo de carácter más introvertido: “Son más activos en redes sociales, pero a la vez más introvertidos en el plano personal. Prefieren la interacción digital que permite mayor control y distancia que en las relaciones cara a cara”, explica. De hecho, Gil ha observado “un auge de la llamada economía introvertida en la que el ocio y las relaciones sociales migran al espacio digital y al hogar”. Esto no es negativo. Para la experta en educación, los introvertidos aportan habilidades valiosas como el pensamiento profundo, la escucha activa y la atención al detalle. “Sin embargo, debemos valorar si hay un aumento de la soledad o aislamiento, especialmente para los de la generación Z y sobre todo después de la pandemia”, advierte.

Luis Miguel Real, psicólogo experto en adicciones, tiene claro que la costumbre de que no contesten al teléfono es porque para ellos es algo incómodo, invasivo y casi violento: “Las llamadas no pactadas interrumpen lo que están haciendo, les pone en una situación de improvisación, de tener que procesar rápido, sin filtros”, explica. “Es una generación que se ha acostumbrado a comunicarse por escrito y con tiempo para pensar la respuesta, por eso las llamadas les incomodan y mucho”, justifica.

Esta costumbre de no contestar las llamadas se extiende también a los padres que, según Real, muchas veces se ponen nerviosos si no saben nada de su hijo adolescente. Para ello, conviene marcar unas pautas con ellos y hablarlo: “Explicarles que si no cogen el teléfono habrá consecuencias, se liará, que habrá bronca, malas caras o límites más duros. Se llama aprendizaje por consecuencias”. ¿Solución? Para el psicólogo es sencilla: “Aceptar que la llamada no es su canal natural y adaptarnos un poco, sin rendirnos del todo”.

Si necesitamos que contesten, el experto propone escribir primero para avisarles de que se les va a llamar un momento. “Y si quieres enseñarles a hablar por teléfono, porque sigue siendo una habilidad útil, hazlo poco a poco, sin imponer, sin burlarte y, sobre todo, sin hacer de cada llamada una charla eterna”, aconseja. Real reconoce que es cierto que los jóvenes tienen el móvil todo el día en la mano, pero no es para hablar: “Es su ventana al mundo, solo que mejor en modo silencio”.

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