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Putin y Trump se reúnen en Alaska mientras Ucrania y Europa contienen el aliento

El presidente de EE UU apunta a la posibilidad de un encuentro futuro entre los líderes de los dos países enfrentados en el que se aborde el intercambio de territorios

Un mural en defensa de Ucrania en Anchorage, la ciudad que acoge el encuentro entre Vladímir Putin y Donald Trump.Foto: Jeenah Moon
Macarena Vidal Liy

Los ojos del mundo —sobre todo los de Ucrania y de Europa— estarán fijos este viernes en la cumbre que los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladímir Putin, celebrarán en la base militar de Elmendorf-Richardson, en las afueras de Anchorage, en la costa de Alaska. La Casa Blanca, deseosa de rebajar expectativas, ha descrito el encuentro como una mera toma de contacto, en la que las decisiones quedarán para más adelante, en una posible cumbre entre Putin y el ucranio Volodímir Zelenski. Pero los gobiernos europeos y Kiev, ausentes del tête à tête, contienen el aliento. El temor es que, pese a las promesas desde Washington, el presidente ruso acabe poniendo al estadounidense de su lado. Que la charla no quede en un mero intercambio de impresiones y que siente las bases para un negro porvenir de Ucrania, sin Ucrania.

La inquietud se ha visto reforzada por las declaraciones del Kremlin y los avances rusos en el frente en vísperas de la reunión. Un portavoz de Exteriores ha recalcado estos días que Moscú continúa sin moverse un centímetro: exige la retirada de todas las provincias ucranias que reclama como propias —incluso de las zonas bajo control de Kiev—, así como el bloqueo definitivo del acceso del país agredido a la OTAN y el levantamiento de las sanciones occidentales sobre Rusia.

Trump, mientras, repite que la verdadera negociación se producirá, si los contactos de este viernes tienen éxito, en el posible encuentro entre Putin y Zelenski. Tras haber advertido al ruso de “graves consecuencias” si no detecta avances en las conversaciones, el estadounidense ha llegado a insinuar la posibilidad de prorrogar la cita en Alaska para incluir al ucranio, en declaraciones a la cadena de radio Fox: “Dependiendo de lo que ocurra, llamaré a Zelenski y lo traeremos donde nos vayamos a reunir… lo más fácil sería quedarse en Alaska”. Pero también ha precisado que en esa reunión se hablaría de reparto territorial: “No quiero usar la expresión ‘dividir las cosas’, pero hasta cierto punto no es una mala frase”.

En ese caso, según el republicano, serían Putin y Zelenski quienes tendrían que negociar las condiciones de un acuerdo de paz. Pero ha insistido en que cerrar un trato tendrá que pasar por el reparto de territorios. “Habrá un toma y daca sobre fronteras, tierras, etcétera. La segunda cumbre va a ser muy, muy, muy importante”, ha declarado a Fox Radio. El estadounidense también ha reconocido la posibilidad de que la cumbre del viernes en Alaska acabe en nada, poniéndole un porcentaje: “un 25%”.

Los preparativos para la reunión continúan en la base militar y en Anchorage. La mayor ciudad de Alaska — 290.000 habitantes en el Estado menos densamente poblado de EE UU—, en plena temporada turística y con los hoteles a rebosar, no imaginaba hace una semana que su nombre pudiera quedar asociado en los libros de historia con el futuro de la guerra en Ucrania. Los dos líderes tienen prevista su llegada a Alaska a media mañana, hora local, y participar en una ceremonia de bienvenida antes de comenzar su cumbre, a las 11.30 (21.30 hora peninsular española, 15.30 en Washington). Ambos conversarán a solas, acompañados únicamente de sus traductores, antes de incluir en el encuentro a sus respectivos equipos. Se espera que, tras las conversaciones, Trump ofrezca una rueda de prensa, aunque no está claro si Putin también participará en ella.

El hecho de que se celebre la reunión —y dónde— ya supone un gol para Putin. La foto de ambos pondrá fin a casi cuatro años de aislamiento internacional del mandatario ruso, sin que este haya accedido aún al alto el fuego que se le exigía como condición previa. El encuentro se desarrolla en suelo estadounidense, que —salvo en visitas a la ONU en Nueva York— Putin no pisaba desde 2007, cuando George W. Bush le invitó a una reunión informal en su residencia privada de verano en Kennebunkport (Massachusetts).

Medios de comunicación en el exterior de la la base militar de Anchorage (Alaska), el jueves.

Alaska, además, no es un territorio cualquiera: Moscú lo vendió a Washington en 1867 por 7,2 millones de dólares. El simbolismo no acaba ahí: es el Estado más alejado —con la excepción de Hawái— de Europa.

“La mera celebración de esta reunión ya es algo beneficioso para Rusia, y no favorece en nada a Ucrania. Putin se ve legitimado sin ninguna concesión a cambio. Ucrania se ve presionada a hacer concesiones ya antes de cualquier negociación que pueda comenzar en Alaska”, considera Olga Tokariuk, del Centro para el Análisis Político Europeo (CEPA).

Intercambio de territorios

Desde el anuncio de la cumbre en Alaska, el republicano no ha dado detalles sobre el supuesto intercambio de territorios entre los dos países enfrentados, más allá de asegurar que será “por el bien de Ucrania”· Pero Putin quiere la totalidad de las cuatro provincias que ocupa parcialmente desde febrero de 2022, cuando lanzó la invasión a gran escala de su vecino. Sus tropas controlan por completo la provincia de Lugansk, un 70% de la de Donetsk, y en torno a la mitad de las de Zaporiyia y Jersón.

Zelenski rechaza tajantemente cualquier cesión territorial y recuerda que no tiene autoridad para concederla: su Constitución estipula que un paso así tendría que ser aprobado en referéndum, que seguramente resultaría fallido: aunque la inmensa mayoría de la población ucrania, exhausta y desangrada, apoya un alto el fuego y el fin de la guerra, también rechaza entregar a su agresor unos territorios cuya defensa ha costado decenas de miles de vidas y recursos. Entregar voluntariamente las ciudades de esa zona industrial y rica en minerales abriría también la llave a otra invasión en el futuro: entre las tropas rusas y Kiev solo habría una inmensa llanura. Algo desastroso si, además y como pretende Putin, la cesión territorial no viene acompañada de garantías de seguridad.

En Anchorage, Putin tendrá que hacer alguna concesión, razona Jana Kobzova, codirectora del Centro para la Defensa Europea del Consejo de Relaciones Exteriores de Europa (ECFR). De lo contrario, se arriesga a desatar la ira de su volátil interlocutor y que este imponga, finalmente, las sanciones y aranceles con los que le lleva amenazando desde hace meses sin llegar nunca a hacerlos efectivos. El ruso, explica, “tendrá que responder de algún modo a los deseos de Trump de convertirse en el autor de la paz entre Rusia y Ucrania. Pero al mismo tiempo, tiene ahora mismo la ventaja en el campo de batalla, así que, en caso de que las cosas no vayan según sus deseos por la vía diplomática, puede intensificar los combates”.

Partidarios de Ucrania se manifiestan en Anchorage, este jueves, un día antes de la reunión.

El resultado más favorable para Rusia, en opinión de esta experta, puede ser la “neutralización” de EE UU en el conflicto: que Washington se eche a un lado en las negociaciones de paz y deje de enviar armamento a Kiev. Para conseguirlo, Putin podría ofrecer en Anchorage algunas de las zanahorias que sabe que más gustan a Trump: acuerdos comerciales, de explotación conjunta de energía o incluso de los recursos en el Ártico, una zona de especial interés para un presidente estadounidense que no ceja en su afán de hacerse con el control de Groenlandia. En vísperas de la reunión, el Kremlin ha aludido a la posibilidad de negociaciones sobre el control de armas nucleares.

El mejor resultado posible para Ucrania, según Tohariuk, sería la falta de acuerdo entre Putin y Trump en Alaska. “Que no se imponga presión sobre Kiev para ceder territorio. Un resultado incluso mejor sería que Trump anunciase sanciones contra Rusia, pero de momento esas amenazas no han llegado a materializarse en ningún momento”, continúa.

Los europeos cruzan los dedos tras una semana de diplomacia de altos vuelos para persuadir a Trump de la necesidad de respaldar a Ucrania. Los aliados, que el miércoles se reunieron por videoconferencia con Trump, desearían unas verdaderas conversaciones de paz en las que también participe Ucrania.

En cualquier caso, el estadounidense necesita anunciar algún tipo de resultado de una reunión en la que se juega mucho de su capital diplomático… y su gran objetivo: ese premio Nobel de la Paz por el que la Casa Blanca hace una campaña cada vez más intensa. “Trump ha basado su presidencia en una actividad constante para demostrar poderío. Necesita que de Alaska salgan titulares, y una promesa de que esto va a tener continuidad en el camino a la paz. El cómo y el qué le interesan a él bastante menos que a Putin, a Kiev y a los europeos. Trump está jugando a ser un hombre de acción. Putin, a construir imperios”, concluye Jim O’Brien, del ECFR.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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