Ir al contenido
_
_
_
_

¿Qué nos dice la arquitectura del Parlamento acerca del reparto del poder?

La forma en que se organizan los asientos de los diputados tiene un gran significado. El diseñador Sergi Miquel Valentí describe en un ensayo las cinco opciones que existen de hacerlo

Cúpula transparente del Bundestag en Berlín Alemania

Pocos espacios concentran identidad, arquitectura y política como los Parlamentos. Durante siete años he ejercido de diputado en el complejo parlamentario del Congreso de los Diputados de Madrid. Paseando por sus pasillos, reuniéndome en sus salas y celebrando sesiones plenarias en su hemiciclo, he tenido la suerte de poder vivir y reflexionar sobre la arquitectura institucional. Este recinto, formado por siete edificios, ha sido modificado en múltiples ocasiones desde la recuperación de la democracia con la Constitución de 1978. Diferentes ampliaciones hechas por fases acompañan el edificio noble —el palacio—, que alberga el hemiciclo. Sigue siendo el edificio más interesante y el único con épica, inaugurado en 1850 por Isabel II. La imponente fachada neoclásica está formada por seis columnas corintias y un bajorrelieve, obra de Ponciano Ponzano, donde se puede ver representada España sujetando la Constitución y acompañada de valores como la fortaleza, la justicia o la paz. Obra del mismo escultor son los dos leones que custodian simbólicamente la entrada del edificio y que fueron instalados en 1865. Para dar más simbolismo al palacio, a la hora de fundir los leones se utilizaron cañones tomados al ejército marroquí después de la victoria española en la batalla de Wad-Ras (1860). Hubo un momento en el que no se daba puntada sin hilo: Isabel II lo sabía y utilizó la construcción del edificio como un gran ejercicio de marketing. (…)

En todas las reformas de la cámara el funcionalismo ha vencido a la épica. Uno de sus más críticos, el arquitecto y cronista arquitectónico de cabecera Luis Fernández-Galiano, se preguntaba en un artículo de 1993: “¿Son oficinas o Parlamentos?”. (…)

En 1994, Norman Foster ganó el concurso del Bundestag para recuperar su sede después de la reunificación alemana. El edificio del Reichstag en Berlín, localización elegida para convertirse en la sede del nuevo Parlamento, era un edificio de estilo neoclásico obra de Paul Wallot e inaugurado en 1894. La parte central recuerda a la entrada del Palacio del Congreso de los Diputados: seis columnas, también corintias, elevan un frontón con iconografía alemana junto con el lema “Al pueblo alemán”. Sin embargo, a pesar de las similitudes iniciales entre ambos inmuebles, Foster optó por otra vía. Sustituyó la antigua cúpula del edificio berlinés por una acristalada de cuarenta metros de diámetro por veintitrés de alto. La obra del arquitecto inglés cobra igual o más presencia que el edificio preexistente y genera un espacio nuevo donde un pasillo helicoidal permite al visitante disfrutar de una arquitectura institucional de gran nivel.

Fernández-Galiano no quiso dejar escapar la oportunidad: “Las arquitecturas políticas de la democracia española se producen con una irresponsable combinación de azar, descuido y amnesia”.

En la democracia, como en la vida en general, las formas importan. Lo vamos a comprobar con otros ejemplos, rodeando el planeta. Uno de los trabajos más interesantes y completos sobre arquitectura y Parlamentos es obra del despacho de arquitectura neerlandés XML. En 2016, estudió los edificios que acogían los Parlamentos de los 193 países que formaban parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para descubrir si existía algún tipo de relación entre su diseño, la dimensión del país y su sistema político. Su primera conclusión es que la arquitectura parlamentaria lleva años sin evolucionar, incapaz de encajar las demandas de una sociedad que se encuentra en constante cambio y que, como señalamos al inicio del capítulo, debe afrontar retos tecnológicos y de representación.

Sea por pereza, incapacidad o desconocimiento, la arquitectura institucional sobrevive de lo que fue. Solo grandes sacudidas, como el coronavirus, han permitido pequeñas victorias. Pero el estudio neerlandés comparte también otra conclusión: se puede establecer una relación entre la arquitectura del edificio y algunas características del país, como su historia o su régimen político. El estudio agrupa los Parlamentos de los 193 países analizados en cinco modelos, según la distribución de sus señorías en el espacio.

Vista del hemiciclo en la Asamblea Nacional de París, el pasado 24 de junio.

Bancos opuestos

El principal referente es Westminster. Aunque la democracia inglesa es una de las más antiguas del mundo, separar a los parlamentarios en dos bloques se inspira en una idea predemocrática. Representa los dos grupos de consejeros que tenía el rey: el clero y los nobles. Es utilizado actualmente por antiguas colonias británicas como Bahamas (1815), Canadá (1920) o Singapur (1999). En realidad, el edificio original más antiguo con este formato que se conserva es el Parlamento de la Granada caribeña, que data de 1650, trescientos años antes de la vigente reconstrucción de la sede de Westminster en 1950, después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.

Semicírculo

El formato favorito de los Estados europeos. Se inspira en los teatros de la antigua Grecia, donde desde 1847 tienen un Parlamento con esta composición. Sin embargo, el primer país europeo en utilizarlo fue Francia, en 1832, en medio de un período de revoluciones y con el Ancien Régime sepultado. Hoy lo encontramos en naciones tan dispares como Estados Unidos (1850), Italia (1918), Venezuela (1877) o Arabia Saudí (1993). E incluso en las dos sedes del Parlamento Europeo ubicadas en Bruselas y Estrasburgo.

Herradura

Una fusión de los dos anteriores. Lo inauguró Irlanda en 1747 y hoy lo comparten más de cincuenta países, como España (1843), India (1927), Siria (1954) o Costa Rica (1958).

Círculo

El más joven de los modelos y el menos utilizado con diferencia: solo once países. Inspirado en la planta del primer Parlamento islandés, del siglo x —donde hoy ya no se utiliza— saltó a la fama en 1980 cuando el arquitecto alemán Günther Behnisch lo utilizó para la creación del Parlamento de la Alemania occidental, aunque ya había sido usado con anterioridad por algunas naciones africanas. La planta circular es una referencia clara a la igualdad entre todos los ciudadanos y, seguramente por este motivo, es poco utilizada. Senegal (1956), Jordania (1999), Eslovenia (2000) o Liechtenstein (2008).

Aula

Es el que presenta más diferencias respecto al resto. Consiste en sentar a los parlamentarios en hileras de sillas como si se tratara de una aula tradicional, en la que se busca una distancia clara entre quien tiene el uso de la palabra desde un espacio privilegiado, y los demás representantes políticos. Lo podemos encontrar en Colombia (1926), Rusia (1935), Brasil (1960), China (1959) o Andorra (2012).

La distribución más utilizada es el formato de aula tradicional. Sin embargo, si analizamos los Parlamentos de los veinte países que en 2016 podían presumir de la distinción de democracias plenas, según el Economist Intelligence Unit, ninguno funcionaba con dicha planta. Por contra, sí aparecía entre los diez países con una democracia de peor calidad, según el mismo índice.

Otro dato curioso lo encontramos al analizar las plantas seleccionadas en función del número de diputados que tiene la cámara. Entre los veinte Parlamentos con más diputados, once utilizan el sistema semicircular para distribuir el espacio, ocho, el formato de aula y uno, los bancos opuestos. De modo que, mientras el sistema semicircular representa el 26% del total de los Parlamentos, es el favorito entre los veinte más grandes, puesto que lo encontramos en el 55%.

Existen pues múltiples condicionantes al determinar la distribución elegida. Algunas antiguas colonias replican el modelo original de su capital. Vemos también cómo el papel reservado para los diputados en cada sistema político condiciona la elección de la planta. Si solo pueden callar y escuchar, o si reciben poder para controlar al Gobierno. Y, en última instancia, la cantidad de representantes también influye a la hora de elegir un tipo de planta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_