La subida del 39% en los precios mayoristas de vegetales augura un nuevo golpe a los bolsillos de los consumidores
Los precios de productores se dispararon en julio en el primer gran indicio de los golpes económicos que generarán las políticas arancelarias y migratorias de Donald Trump


“Me he gastado unos 100 dólares hoy en la compra y todavía no tengo casi nada en el frigorífico para comer”. Lo que le pasa a I. N., tras salir de su supermercado de Manhattan puede sonar muy familiar en muchos hogares, pese a que las cifras oficiales digan que la inflación en alimentos ha sido de apenas el 2,2% en los últimos 12 meses. El problema es que esa subida se une a la inducida por la pandemia y factores como la gripe aviar que, según la consultora Circana, ha acumulado en los últimos cinco años un aumento total del 34% en los precios promedios al por menor de alimentos y bebidas. Y ahora todas las señales apuntan a que, en medio de una errática política arancelaria y una cruzada migratoria histórica, la situación va a empeorar: una nueva ronda de subidas podría empezar en el departamento de verduras y extenderse al resto de los pasillos.
Eso es lo que anticipa el último reporte del índice de precios de productores (PPI en sus siglas en inglés) que mide lo que pagan los mayoristas por hacerse con las mercancías y que se suele trasladar en parte y con el tiempo a lo que pagan los consumidores. Julio ha dejado a este indicador con la peor alza desde marzo de 2022 y ha sido especialmente notable que en apenas un mes los precios para vegetales frescos y secos listos para llegar al supermercado hayan subido un 38,9%. Asimismo, el mes pasado los mayoristas pagaron un 7,3% más por los huevos y un 5,1% adicional por el pavo procesado. El precio de la carne de ternera y venado subió un 4,6%.
No se espera que un movimiento de un mes en productos tan volátiles llegue enteramente al bolsillo del consumidor todavía, pero sí señala tendencias y deja ver con claridad un escenario de mayores costos en el horizonte. El hecho de que tras la compra de productos esenciales se sale cada vez con menos dinero y con bolsas más ligeras llega en un momento de subidas arancelarias a las importaciones y redadas migratorias en centros de trabajo —entre ellas procesadores de carne— y granjas. Ambos hechos enmarcan la situación.
En el frente de los aranceles, ahora se han estabilizado en una base global del 10%, pero meses de incertidumbre sobre su porcentaje final han retrasado que las empresas trasladen el costo de estos impuestos a sus clientes. Ahora que se han fijado, aparentemente, a distintos niveles para la mayoría de países —con la gran excepción de China, que ha recibido otra prórroga de 90 días para continuar las negociaciones bilaterales—, se estima que habrá un impacto mayor para los consumidores.
El equipo de análisis de David Mericle en Goldman Sachs estima que si estos impuestos a las importaciones recientes siguen el mismo patrón que los anteriores, “los consumidores absorberán el 67% de los costos arancelarios en otoño”. Hasta junio, con aranceles más bajos, el traslado de los costos se calcula que habría sido del 22%, mientras que el resto lo han cubierto las empresas. Análisis como estos, en el que coinciden economistas como los de Bank of America —“creemos que los negocios irán transfiriendo gradualmente los costes arancelarios a los consumidores”—, ha valido al consejero delegado Goldman Sachs la crítica en Truth Social por parte del presidente Donald Trump.
Los aranceles también disminuyen la oferta, lo que a su vez empuja el precio al alza si no cae la demanda. Es algo que afectará a la carne de ternera. El Departamento de Agricultura ha rebajado las previsiones de importaciones “por el impacto de los altos aranceles”. De los cinco mayores exportadores de vacuno a Estados Unidos, solo México y Canadá no se ven afectados por los aranceles por estar cubiertos por el tratado de libre comercio TMEC, pero los envíos desde Australia costarán el 10% más, los de Nueva Zelanda el 15% y los de Brasil el 76.4%. Naturalmente, se espera un importante descenso de las importaciones brasileñas, especialmente.
Los consumidores, que este año desayunan un café un 14,5% más caro que hace un año —subirá todavía más con el aumento de los aranceles a Brasil del 50%—, con unos huevos que aún cuestan un 16,4% más que en julio de 2024 y en muchos Estados pagan más por servicios esenciales como luz y gas, están mostrando su pesimismo. El informe del viernes sobre el sentimiento del consumidor de la Universidad de Michigan revela que se espera un mayor deterioro de la inflación y el empleo. La expectativa es que los precios suban hasta el 4,9% el año que viene, casi el doble que a finales del año pasado y muy por encima de la actual lectura del 2,7%.
Con todo, los consumidores siguen gastando. Las ventas al por menor crecieron un 0.5% en julio. Desde Oxford Economics se resalta que el aumento se debe a más ventas de autos y online, posiblemente “por el impacto de las rebajas de verano de grandes comercios”. El pulso al consumidor de Bank of America, sin embargo, revela que hay señales de estrés entre consumidores de bajos ingresos, que son los que más gastan porcentualmente en bienes básicos.
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